
Francisco Narváez es un artista venezolano nacido en Porlamar, en la isla de Margarita en el año 1905 y fallecido en Caracas en 1982. Narváez mostró habilidades para la escultura a muy temprana edad. Su padre, José Lorenzo Narváez, era un hombre retirado de la milicia de las fuerzas de Cipriano Castro, que se destacaba como constructor autodidacta y ebanista de oficio. En su taller se fabricaban enseres y se llegaron a restaurar iglesias e imágenes religiosas.
Con la caída de Castro, hacia 1908, la familia fijó residencia en Carúpano, estado Sucre, donde permaneció por diez años antes de volver a Porlamar (1918). Durante ese tiempo, Francisco aplicó los principios técnicos aprendidos en el taller paterno y realizó todo tipo de figurillas talladas con navaja en pequeños restos de tiza y madera, cosa que despertó su vocación de artista.
En la isla de Margarita talló en madera la figura de un Niño Jesús para las hermanas Carmelitas. Ese hecho, en apariencia banal, marcó el rumbo del joven hacia su formación, primero en la Academia de Bellas Artes de Caracas (1922) y años más tarde, (1928) en la Academia Julián de París, donde se radicó por tres años.
Ambos períodos académicos se concretaron con becas procuradas gracias al apoyo de Monseñor Sixto Sosa, obispo de Guayana, quien maravillado con las habilidades de Francisco le aconsejó realizar estudios más formales. Desde entonces, se interesó por la figura humana, tema fundamental de una buena parte de la obra que desarrolló hasta los años 70, cuando se abrió a nuevas experiencias más lejos de la estética de figuración “nacionalista” que tanto lo cautivó y que dio origen a los importantes monumentos de carácter público legados por el artista.
Narváez se dedicó tanto a la escultura como a la pintura. Esta última expresión, tal vez fue inducida por su admiración al pintor rumano Samys Mützner, quien solía visitar mercados y zonas populares en Margarita, y a quien Francisco observó a lo lejos, sin atreverse a entablar ningún trato amistoso con el artista. De la obra de Mützner, con escenas y personajes populares de la isla, quizás, devino el interés de Narváez por las representaciones locales que desarrolló en gran parte de su vida como artista.
Los estudios en la Academia de Bellas Artes estaban basados en una formación clásica muy rígida y un grupo de estudiantes reaccionó en contra de esos patrones. De esa manera se produce uno de los primeros actos de disidencia en las artes plásticas venezolanas, lo cual derivó en la creación del Círculo de Bellas Artes, (1912) y en la posterior búsqueda de algunos jóvenes creadores hacia propuestas que surgían en Europa. Sin embargo, Narváez no se hizo partícipe de la experiencia de los artistas del consolidado Círculo, sino que emprendió un rumbo más personal en el que destacaron tallas, paisajes y retratos que luego expuso con éxito en el Club Venezuela de Caracas.
En París se interesó por la obra de artistas como: Jean Arp, Pablo Gargallo y Arístides Maillol, así como por la pintura de Amadeo Modiglianni. En efecto, en algunas de sus más emblemáticas piezas desarrolladas como creador se perciben rostros “amodiglianados”.
A su regreso a Caracas, en el año 31, instaló un taller en la parte posterior de una pequeña casa en la calle Barrio Obrero (actualmente La Línea) en Catia, y en poco tiempo el lugar se convirtió en un activo centro artístico y cultural donde participan los más destacados artistas e intelectuales de la época. Y, desde ese espacio, en una de las zonas obreras de la ciudad, Francisco Narváez, afianzó una floreciente carrera artística con importantes piezas de escala urbana como: La fuente de Las Toninas de El Silencio; La llamada Plaza de La Misericordia en la Candelaria; Los relieves del Museo de Bellas Artes y el Museo de Ciencias; Además de varios trabajos realizados para la Universidad Central de Venezuela, entre otras obras que forman parte del proyecto de modernización de la ciudad, iniciado por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva, a quien Narváez acompañó de manera muy estrecha y comprometida.
La obra de Francisco Narváez ha sido resumida en tres grandes etapas o núcleos creativos: La época Nativista, – en connivencia con las ideas nacionalistas de identidad racial y de exaltación del paisaje-; la etapa de Las Formas Nuevas, de donde surge una aproximación a figuras muy estilizadas a través del trabajo sobre bloques tallados u “ochavados” y pulimentados directamente en madera o piedra; y Los Volúmenes, una forma de encuentro con la materia y sus elementos más puros. Las piezas de esta última etapa muestran grandes bloques de madera o piedra cortados en facetas que dejan ver el contraste entre el material primario y el trabajo de entresacado del artista, una serie que sin duda lo conduce al distanciamiento definitivo de la figuración.
Fuentes consultadas:
Francisco Narváez, el maestrazo, Rafael Pineda. Caracas. Tamayo y Cía, 1976.
La escultura hasta Narváez, Rafael Pineda , Caracas. Armitano 1980.
Escultura/escultores. Un libro sobre la escultura en Venezuela, Juan Calzadilla y Pedro Briceño, Caracas, Maraven, 1977.
Texto de Susana Benko, Fundación Francisco Narváez. Página web: http://www.fundacionnarvaez.com/exposiciones/pintor_con_ alma.htm (Consultada en enero de 2016)
Catálogo de la muestra: Catia Geografía de un paisaje. Museo Jacobo Borges, Caracas, 2008.
Biografía de Francisco Narváez en Wikistoria del Arte Venezolano (Consultada en enero de 2015).
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