Yaniré Marcano y Javier Suárez: La historia del malecón de Maracaibo para las nuevas generaciones

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Los arquitectos Yaniré Marcano y Javier Suárez, ambos investigadores, docentes y con proyectos de extensión, hicieron un recorrido histórico por el Malecón de Maracaibo. Esta ponencia fue parte del seminario «Al rescate del Malecón. Emprendimiento y patrimonio», realizado en Maracaibo en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia (Maczul) el 12 y 13 de mayo de 2016. Este evento fue organizado por IAM Venezuela y el Maczul. Contó con el apoyo de la Fundación Arts Connection y el ICOM Venezuela. 

Hercilia Garnica

Más allá de la añoranza que produce recordar cómo era el Malecón de Maracaibo años atrás, debe investigarse en sus orígenes y a partir de allí crear una base histórica que permita su intervención.

Yaniré Marcano, arquitecta, profesora universitaria e investigadora, cree que es importante recrear los distintos momentos de ese icono fundamental de Maracaibo y hurgar en lo significativo de su legado. Sólo desde allí será posible su recuperación.

Yaniré Marcano y el también arquitecto Javier Suárez presentaron la ponencia «El Malecón de Maracaibo, su historia para las nuevas generaciones» durante el seminario “Al Rescate del Malecón. Emprendimiento y Patrimonio” que organizaron conjuntamente el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia (Maczul) y la organización IAM Venezuela (Institutional Assets and Monuments of Venezuela), plataforma de la Fundación Arts Connection

Marcano inició su participación con una reflexión. Para pensar en el rescate del Malecón hay que pasearse desde el presente hacia el pasado para encontrar lo que fue realmente significativo. En ese ejercicio hicieron uso de recursos como la lingüística para comprender los significados; de la cartografía antigua para identificar el centro de Maracaibo; de anuncios publicitarios de El Fonógrafo de 1910; fotografías, pinturas antiguas y relatos de viajeros.

Los primeros hallazgos refieren que la bahía y el puerto del sol, a finales del siglo XVIII y mediados del XIX, lucían como un pequeño golfo limitado por dos puntas, de acuerdo, además, con el viajero francés Francisco De Ponds  y el explorador italiano Agustín Codazzi, quienes dejaron esas referencias en sus relatos de viajes.

En sus descripciones ambos cronistas coinciden en que la bahía ofrecía espacio de resguardo para los navíos y que la explanada fue el sitio idóneo para el nacimiento de Maracaibo. Desde allí, el puerto centralizó el comercio y el malecón como el espacio donde se registraron las actividades de los pobladores.

La bahía del Maracaibo fue descrita con la forma de una C con los brazos más abiertos y ambos autores refirieron que sobre la costa norte se asentó la ciudad y sobre la del sur el sitio de paseo y recreación. Desde el lago se percibían dos fachadas: la del este y la del sur. Esta última  se convirtió en la parte central de la ciudad y donde más tarde se localizaría el malecón.

Algunos sitios de la ciudad quedaron referidos en los protocolos de los antiguos escribanos del registro principal de Maracaibo. Se menciona la existencia del barrio de la Punta Arrieta y la plaza de La Marina. Ambos viajeros definieron una modesta imagen urbana y eso fue lo que quedó registrado.

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Un segundo momento importante en la historia del Malecón es la del puerto y el comercio extranjero que se dio a principios del siglo XX. Anton Goering, viajero alemán, señaló en sus escritos que el crecimiento económico mejoró las condiciones de la ciudad, comenzaron a construirse nuevos tipos de edificios, casas de comercio sobre el eje de la calle de La Marina, elegantes balcones y miradores.

Las primeras impresiones de la ciudad, desde el muelle, daban cuenta de hombres que se ocupaban de las cargas de los buques, lavanderas, bullicio en el mercado, actividad comercial incesante, venta de productos nacionales y carnes, frutas y vegetales.

El entorno del puerto era también lugar para la recreación. Estaba el club del lago, principal sitio de reunión social.

Hacia finales del siglo XIX se encuentran en los registros y escritos de la época varios elementos referenciales, importantes, sobre el Malecón: los acantilamientos y el florecimiento intelectual de la ciudad, una especie de edad de oro del saber, protagonizada por ensayistas, historiadores e intelectuales. Se difunden preceptos liberales y positivistas. El médico zuliano Manuel Dagnino promulgó en un escrito la relación entre los buenos caminos y la civilización, las calles y comunicaciones son expresión del buen gusto de sus habitantes. A partir de ese momento se logra presionar al gobierno para modernizar la ciudad hacia nuevos proyectos urbanos.

Javier Suárez refirió que, en efecto, comienza una nueva etapa en la ciudad. Se establecen alianzas entre el gobierno y la clase comercial gracias al repunte de los precios del café.  Se aprueban exenciones de impuestos a la industria básica lo que permitió la oxigenación de la economía y la acometida de la anhelada modernización urbana.

En ese contexto se plantea por primera vez la construcción, a gran escala, del borde lacustre de la ciudad. La forma de materializar esta nueva estructura se desprende de las ordenanzas de 1890 y 1913. Se definió un muelle con concreto, un material al que se le eximió de impuestos. Es a partir de allí, precisó Suárez, que comienza a hablarse de un malecón.

De acuerdo con los registros y ordenanzas halladas se determinó que los solicitantes de acantilamientos debían someterse a los lineamientos definidos por las autoridades. Eso significa que existía un plano, un trazado.

A partir de allí comienza un proceso progresivo de construcción que transcurre entre 1910 y 1930. El nuevo borde lacustre afianzó la dinámica portuaria, y el eje comercial más importante nació del este a oeste en la calle La Marina.

En ese momento comienza a dibujarse una nueva línea costera que permitió la creación de la zona comercial y la recreativa. Se trataba de un espacio permeable, abierto.

La imagen urbana en poco tiempo se transforma: aparece la cervecería, vapores, chimeneas de las industrias, el aserradero, comercio lacustre, el automóvil, todos esos elementos convirtieron a Maracaibo en una ciudad agitada.

A partir de la segunda década del siglo XX se volvieron los ojos hacia la industria petrolera. Frente a la deficiencia del transporte se creó la empresa Translacustre que definió un momento en la vida del marabino y del malecón, entre 1936 a 1962, desde el nacimiento de la empresa hasta la construcción del puente sobre el lago Rafael Urdaneta.

Esta ponencia fue parte del seminario “Al rescate del Malecón. Emprendimiento y patrimonio”, realizado en Maracaibo en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia (Maczul) el 12 y 13 de mayo de 2016. Este evento fue organizado por IAM Venezuela (Institutional Assets and Monuments of Venezuela), y el Maczul. Contó con el de la Fundación Arts Connection y del ICOM Venezuela. 

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