Arturo Michelena

Miranda en la carraca, 196.6 cm × 245.5 cm, de 1896.
La más emblemática obra de Arturo Michelena, Miranda en La Carraca.

En algún lugar de la memoria de todo venezolano que haya pasado por una escuela reside la impotente compasión que genera en el ánimo Miranda en La Carraca (1896), una pieza cumbre en la plástica del país custodiada hoy por la Galería de Arte Nacional. Tan presente en los libros escolares, que casi llega a un trauma infantil nacional propiciado por Arturo Michelena. Fue él, con esa obra maestra de 196.6 cm × 245.5 cm, quien supo despertar para siempre –y en todos- el desasosiego ante la sombría escena de reclusión en el extranjero de Francisco de Miranda. Pero no fue esa su única obra de arte. Imbuido en el patriotismo exacerbado de su época, durante los gobiernos de Antonio Guzmán Blanco y Joaquín Crespo, hay cuadros más felices. Michelena cuenta la Historia (con mayúscula) y buena parte de la cotidianidad de su tiempo a punta de pincel y dibujo minucioso.

De hecho, se le considera uno de los artistas más importantes del siglo XIX por retratar con maestría lo heroico, lo religioso y lo familiar, creando piezas esenciales de la tradición simbólica del país con cuadros como Flores de mayo, Escenas del circo, DesnudoEl niño enfermo, La caridad, Carlota Corday camino al cadalso, Pentesilea, La Virgen de las palomas, Leda y el cisne, La joven madre, La vara rota y, claro, Miranda en La Carraca.

Francisco Arturo Michelena Castillo nació en la ciudad de Valencia, estado Carabobo, el 16 de junio de 1863, en el seno de una familia con inclinaciones estéticas. Una referencia notable es la vocación de su padre, el también pintor Juan Antonio Michelena; y Socorro Castillo, su madre, quien a su vez era hija del pintor Pedro Castillo, ambos retratistas de personajes y escenas históricas. Sobre la madre se ha destacado su gusto refinado, y sus habilidades para labores manuales, como el tejido y el bordado.

Sendos antecedentes, si bien no fueron estrictamente determinantes en la genialidad del pintor, sí marcaron sin duda una temprana vocación artística. De niño, sus precoces habilidades para el dibujo y la pintura se evidencian en una treintena de piezas donde reproduce con paciente detalle objetos domésticos, paisajes, escenas religiosas y»¦ un autorretrato que pintara en 1874, a los 11 años de edad, con el que maravilló al escritor costumbrista Francisco Sales Pérez quien, ante el promisorio talento del pequeño Michelena, se convertirá desde entonces en su protector: lo presenta ante el círculo de amigos de Guzmán Blanco con la intención de conseguirle una beca para estudiar en el exterior, y le encarga las ilustraciones para su libro Costumbres venezolanas (Nueva York, imprenta y librería N. Ponce de León, 1877). A este le sigue otro encargo, en 1879, con figuras populares de Valencia. Según el historiador Enrique Planchart, en el Diccionario biográfico de las artes visuales en Venezuela, estas últimas pinturas hechas en temple fueron utilizadas como publicidad de una fábrica de cigarrillos.

Autorretrato con sombrero de copa, 1892. Óleo sobre tela 162 x 216 cm
Autorretrato con sombrero de copa, 1892. Óleo sobre tela 162 x 216 cm

En 1879, cuando apenas cumplía 16 años, funda una academia de formación en dibujo y pintura junto con su padre, al tiempo que se concretan sus primeros encargos formales como pintor, realizando Retrato de niña (sin fecha establecida), Niña con maraquita (1881), Retrato de cardenal (del cual se dice que es una de sus obras de mayor lirismo). Pinturas que, junto con otras de un extenso y conocido repertorio, pertenecen hoy a importantes colecciones de la Galería de Arte Nacional, el Banco Industrial de Venezuela, el Museo Bolivariano y el propio Museo Arturo Michelena.

La trayectoria artística de Michelena cobra notoriedad con el perfeccionamiento técnico del dibujo, que le permite participar en la Exposición Nacional de Venezuela, realizada  a propósito del centenario de Simón Bolívar, con La entrega de la bandera al batallón sin nombre, merecedora de la medalla de plata. Su primer reconocimiento oficial.

Michelena pinta el cuadro General Joaquín Crespo en la Batalla de La Victoria (1885) y, de nuevo por intermediación de Sales Pérez, recibe una beca concedida por el propio Crespo para estudiar en París. Parte a ese país el 6 de mayo de ese año y se inscribe en la Academia Julián, bajo la tutela del profesor Jean-Paul Laurens, maestro determinante en la ampliación de sus capacidades representativas y en el manejo de temas históricos.

El niño enfermo (París 1887) convierte a Michelena en el primer extranjero en ganar la medalla de oro de Le Salón des Artistes Français, de ese año.
El niño enfermo (París 1887).

El artista se enfila entonces, a los 22 años, por una tendencia academicista, a pesar de la erosión de dicha escuela clásica bajo los primeros aires del impresionismo y otros vendavales renovadores. Tras esta adhesión a la pintura más tradicional, obtiene importantes reconocimientos en salones parisinos por memoriosas escenas en donde conjuga, con fuerza narrativa, lo histórico, un carácter romántico y lo heroico en pinturas de formatos generosos. Fue entonces cuando su cuadro L´enfant malade (El niño enfermo) lo convierte en el primer extranjero en ganar la Medalla de Oro en Segunda Clase de Le Salón des Artistes Français, en 1887, el mismo que Sotheby´s subastó en 2004 por 1.5 millones de dólares.

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Lastenia Tello de Michelena

De regreso a Venezuela, en enero de 1890, es recibido con honores, y a los pocos meses, el 17 de julio, se casa con Lastenia Tello, para regresar con ella a París. Durante esa breve e intensa estancia en el país pinta varias obras, entre las cuales despunta un retrato del presidente Andueza Palacios. Y no parte sin concluir uno de sus lienzos más alegóricos: Vuelvan caras.

Ya en París ejecuta buena parte de sus piezas más notables, y otras en donde se insinúa una tímida aproximación a las formas impresionistas, como el Retrato de una joven (colección de la escritora Ana Teresa Torres), obra de 1891 que revela en el maestro, de 28 años de edad, esa pincelada más suelta y menos aferrada a los valores del academicismo.

Michelena, quien sufre en la ciudad parisina de una dura situación económica , es diagnosticado con una tuberculosis que lo hace viajar en busca de una posible recuperación, primero a Normandía, y luego definitivamente a Venezuela (1891). En el país se mantiene por temporadas entre Caracas, Los Teques y Antímano, y en 1894 fija residencia en la esquina de Urapal en la caraqueña parroquia de La Pastora, en donde establece su taller.

Fallece en 1898, a sus tempranos 35 años de edad, tras dejar su marca indeleble en la iconografía clásica del siglo XIX. Y, en el alma, esa desazón que nos asalta cada vez que nos topamos con la tristísima mirada de precursor de la Independencia de Venezuela desde el Penal de las Cuatro Torres en Cádiz, o Penal de La Carraca, donde finalmente murió.

Fuentes consultadas

“Arturo Michelena (1863-1898)”, en Arte&artistas.com  https://arteyartistas.wordpress.com/2007/12/17/arturo-michelena-1863-1898/. Consultado el 24 de febrero de 2017.

“Arturo Michelena”, en biografiasyvida.com. http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/michelena_arturo.htm. Consultado el 24 de febrero de 2017.

Diccionario biográfico de las artes visuales en Venezuela, Ediciones GAN.

“Francisco Michelena”. En historiadelarte.com. http://desarrollodelarte.blogspot.com/2010/10/francisco-michelena.html. Consultado el 25 de febrero de 2017

Pintores venezolanos, Editorial Edime 1968.

Investigación realizada por Xiomara Jiménez / Nilda Silva F.

 

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