“Permaneceré en Barinas siempre como defensor de mi pueblo, tal como lo he hecho siempre, y, sobre todo, en busca del sosiego indispensable para toda creación”. José León Tapia, abril de 2003.
José León Tapia Contreras fue un observador sensible y activo de dos épocas signadas por sucesos diversos, la rural de comienzos del siglo XX y la era de la “conquista espacial y la revolución cibernética”.

Gracias a la palabra, “esa que no perece nunca para formar la historia de los pueblos con sus veredictos inapelables”, logró amalgamar y conjugar las costumbres, los afectos y desafectos, el dolor, el agobio de las grandes mayorías sepultadas por años de olvido en este país en crisis.
Para Julia Elena Rial (2006), “La amplitud de Tapia borra, en su obra literaria, los límites entre guerras irracionales, confrontaciones personales, fragmentos de historia patria [«¦] el escritor se mimetiza en el contexto creado y al final de cada relato despierta en el mismo lugar transformado por otros tiempos.”
Quizás en su espíritu de escritor subyace también su sensibilidad humana, la misma que le justificaría de alguna manera desentrañar sus recuerdos y vivencias. Aquellas reminiscencias que con el tiempo despertaron en imágenes y se convirtieron en la letra viva de sus libros.

José León Tapia Contreras había nacido un 18 de febrero de 1928 en la ciudad de Barinas, fruto del matrimonio de Luis Alfonso Tapia Encinoso y Carmen Contreras Gutiérrez. Entre 1932 y 1937 realiza sus estudios de educación primaria en la Escuela Federal Graduada Soublette de la ciudad de Barinas, y los estudios de secundaria en el Colegio La Salle y el liceo Lisandro Alvarado de la ciudad de Barquisimeto, estado Lara.
En 1952 egresa de la Universidad Central de Venezuela, graduándose de médico cirujano e inicia su cargo de médico rural en las poblaciones de Barinas, Torunos y San silvestre, hasta 1958.
Contrae matrimonio en 1953 con Carmen Dolores González (bisnieta del general José Laurencio Silva (héroe de Ayacucho); la muchacha morena que lo había conquistado para “toda su existencia”, como lo escribiera alguna vez. Con ella procreó a sus hijos María Soledad, María Carolina, José León y Beatriz, fallecida a la edad de 15 años. Esta pérdida lo marcó de tal forma, que en su sepulcro hizo escribir el epitafio “Tierra, no peses tanto sobre mí, que yo pisé poco sobre ti”, recordando al poeta Antonio Machado y porque él creía que a la edad de 15 años nadie nunca debía morir.
Para aliviar su tristeza escribió años más tarde en Evocaciones de lejanía, “Pero como el destino cruel a veces se hace compasivo, me la devolvió con un hijo que ha sido mi ilusión tardía en la incertidumbre mortal de la vejez.”, refiriéndose a su último hijo, José León.
Fue nombrado el 2 de septiembre de 1954 como Consultante de Servicios Médicos gratuito. Trabajó de Médico Residente en el Hospital Luis Razetti de la ciudad de Barinas desde 1958 hasta 1965.
El hombre, el médico, el autor
En 1962 viaja a Caracas para realizar el primer curso de posgrado de Cirugía en la Escuela de Salud Pública de la Universidad Central de Venezuela, cuya duración fue de tres años y seis meses. Este fue realizado en el Hospital Vargas, Oncológico Razetti y el Universitario de Caracas. Conocimientos que le sirvieron para perfeccionar la cirugía en su ciudad natal, práctica que cultivó con sentido ético.
Participó en luchas gremiales, logrando ser presidente del Colegio de Médico del estado Barinas en dos periodos, entre 1961 y 1963. Fue auxiliar docente de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela en el año 1964.

Para 1965 ya ejercía el cargo de jefe del Departamento de Cirugía del Hospital Luis Razetti. Fue pionero en la discusión de casos clínicos mediante mesas de trabajo y reuniones semanales, logrando asistir a jornadas nacionales y congresos de la sociedad Venezolana de Cirugía en las ciudades de Barinas, Acarigua, Guanare, Caracas, Barquisimeto y San Cristóbal, actividad que cumplió durante treinta años.
Hasta el año 1990 sería médico de planta del Comando del Destacamento N°14 de la Guardia Nacional de la ciudad de Barinas, y profesor contratado de la Cátedra de Clínica Quirúrgica de la extensión de la Facultad de Medicina de la Universidad de Los Andes, en el Hospital Luis Razetti.
Luchó durante años y mantuvo su posición firme alternándola con entrevistas, notas de prensa, peticiones y exigencias para que Barinas tuviese un centro hospitalario digno. Mantuvo siempre la convicción de que se podía ejercer privadamente la medicina, pero cobrando honorarios acordes con las posiciones económicas de los pacientes y rechazó el hecho punible de comerciar con los cupos de las camas hospitalarias.

Perteneció a la Sociedad Venezolana de Cirugía y llegó a ser Miembro Honorario de esta institución. También fue Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina, ocupando el puesto Nº 17.
En 1970 publica su trabajo Barinas y su medicina en tiempo pasado y presente. Posteriormente en 1971 fue asignado como Miembro Correspondiente Nacional de la Sociedad de Historia de la Medicina.
Mientras que en 1972 aparece la primera edición de su obra Por aquí pasó Zamora, publicada bajo los auspicios del Concejo Municipal de Barinas. Dos años después, en 1974, recibe el diploma del Colegio de Médicos del estado Barinas por su actuación científica y cultural. Ese mismo año publica Maisanta: el último hombre a caballo.
Escribe Tierra de marqueses en el año 1977 cuando la ciudad de Barinas cumplía cuatrocientos años de fundada. Por esta obra le fue otorgada la Mención Honorífica del Premio Municipal de Literatura por Concejo Municipal del Distrito Federal (Caracas). En esa época ingresa como miembro titular de la Asociación de Escritores de Venezuela y actuó como coordinador docente de la Extensión Universitaria de la Facultad de Medicina de la Universidad de Los Andes, ubicada en la ciudad de Barinas. Además de ser padrino honorario de la Promoción de Bachilleres en Ciencias del Liceo de Barrancas del estado Barinas.
En 1978 recibe un diploma de reconocimiento por la labor cultural otorgado por el Liceo José Vicente Unda, de la ciudad de Guanarito, estado Portuguesa; y es padrino de los 40 graduandos de la Primera Promoción de Médicos Cirujanos Extensión Barinas de la Universidad de Los Andes, honrada con su nombre. El doctor Gonzalo R. Barrios Lugo, integrante de dicha camada de médicos venezolanos, recuerda a su honorable profesor, escritor y médico en la Revista de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina (Volumen 59, Nro. 1-2, año 2010): «… aún recuerdo, durante el acto de graduación, sus palabras donde nos exigía ser éticos, aprender que ‘el paciente es el personaje más importante del hospital’ y olvidarnos del mercantilismo que azota nuestra profesión. Mantuve después, con él, una relación de respeto y amistad entre alumno y profesor: era frecuente encontrarlo en congresos de cirugía y en charlas médicas a través de la geografía venezolana. En los últimos años, se ocupaba en dictar charlas sobre La Ética y el Comportamiento Médico que siempre dejaban sorprendidos a sus espectadores».

Un año después de haber sido faro y honra de aquella promoción de médicos, publica Tigre de Guaitó y le es otorgada una placa de reconocimiento a su labor cultural y científica por el Concejo Municipal y el vicerrectorado de la Universidad Ezequiel Zamora del estado Portuguesa. En ese mismo año se asocia como miembro correspondiente del Centro de Historia de Departamento Vargas. En 1980 publica La Música de Las Charnelas y el Concejo Municipal del Distrito Federal de Caracas le otorga el Premio Municipal de Literatura, Mención Narrativa por esta obra.
Ingresa en 1983 como miembro titular de la Sociedad Venezolana de Cirugía y recibe la Orden Francisco de Miranda en su 1ª Clase. El Colegio de Médicos del estado Barinas le otorga una placa en reconocimiento a la labor médica desempeñada durante años «a favor de los desposeídos».
En el período 1985 – 1987 publica La casa de los Pulido y La heredad, Una visión de la medicina, y Viento de huracán; también se hace miembro editor de la Revista Cultural Otomaqui, de Barinas.
José León Tapia se incorpora como miembro de la Academia Nacional de la Historia en 1989, año en que Ediciones Centauro de Agustín Catalá le publica Obras Completas José León Tapia, incorporándosele a este texto la primera edición de Los años del olvido.
En 1990 recibe la Orden del Libertador Grado de Gran Oficial y la condecoración “Ezequiel Zamora” en ocasión del 15 aniversario de la Universidad Ezequiel Zamora del estado Barinas, y recibe la Orden Batalla de Santa Inés en su Primera Clase, otorgada por la Asamblea Legislativa del estado Barinas. Aparece la segunda edición de sus Obras completas, incorporándose la primera edición de Cuando se alarga la esperanza.
Entre 1991 y 1998 publica Los vencidos, La saga de los Pulido, El compromiso de ser médico, y Ezequiel Zamora a la espera del amanecer, En el país de la memoria, Retazos del olvido: relatos de vida y muerte, Eberhard Sauerteig: de Alemania a la llanura, siempre, Rafael Octavio Jiménez: general de ilusiones y El tiempo indetenible.
A la par de sus funciones como médico y escritor, se le nombra presidente honorario de la Fundación Ateneo de Barinas. Es designado miembro de la Asociación de Médicos Escritores de Venezuela y Miembro Asignado de la Academia del estado Mérida. Además de ser primer suplente en el tribunal Disciplinario de la Federación Médica Venezolana.
En 1999 representó al estado Barinas ante la Asamblea Nacional Constituyente. Sobre ese episodio su discípulo, doctor Gonzalo Barrios Lugo, da constancia en la Revista de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina (2010) de la legendaria coherencia intelectual y personal de Tapia: «En Puerto de Nutrias, el actual presidente (Hugo Chávez) le propone a José León Tapia su candidatura a la Asamblea Constituyente y en 1999 se incorpora a esta con la ilusión y emoción de mejorar la atención de la salud del pueblo venezolano. Pronto se da cuenta de su error, al ver la escasa cultura de un gran número de constituyentistas, buscadores de posiciones en el gobierno y sumisos al presidente». Barrios Lugo destacaba cierto lance premonitorio, o la harta lucidez del escritor, médico y político: «Es por eso que el 15 de diciembre de 1999 se devuelve a Barinas, convencido de que caeríamos en la anarquía y el odio. Se retira de toda actividad que no tenga que ver con la medicina y la cultura».
En el año 2000 publica, junto con el Dr. Pedro Medina Millán, Historia del Colegio de Médicos del estado Barinas. Un año después sale su obra Bajo el sol de los siglos. En ese mismo año escribe con su hijo José León Tapia González el libro La medicina barinesa: su evolución en el tiempo, y se edita La ciudad de las mansiones blancas. Mientras que Evocaciones en lejanía se publica en el año 2004.

Fue ganador del Premio Nacional de Literatura 2002 – 2003 en reconocimiento a su obra, el cual rechazó por considerar que «no era el momento». En los años 2005 y 2006 se publican sus dos últimos libros estando aún con vida, El embrujo de los Palacio y Tiempo de Arévalo Cedeño: recuerdos de un soldado. Su obra como escritor, entre la temática médica y literaria, abarca 24 títulos.
Fallece en la ciudad de Barinas el 13 de diciembre de 2007, a la edad de 79 años, convencido de que: “… cuando este país recupere sus tradiciones, su música, su literatura, su espíritu, su ética y sus valores perdidos, tendremos una nación moderna y desarrollada sobre nuestros propios cimientos”.
En 2008 la Presidencia de la República publica una edición homenaje de Obras escogidas de José León Tapia y es publicado Muerte al amanecer, Domingo López Matute de Boves a Facundo Quiroga, obra póstuma escrita por Tapia en 2007.
Musas que lo inspiraron
José León Tapia estaba convencido de que escribir significaba un verdadero compromiso donde al comunicarnos con los demás no solo se compartía belleza, alegrías o hechos dolorosos, sino que siempre se escribía con las aspiraciones de dejar un mensaje para el futuro.

La actuación como escritor y su trascendencia adquiere otras dimensiones al cumplir el autor labores de gran significación humana y social, como su desempeño médico. Tapia fue un galeno-escritor que practicó la medicina con un profundo sentido de responsabilidad, como bien lo manifestó en su obra El compromiso de ser médico, al decir que: “Como médico he tenido la oportunidad de presenciar muchas iniquidades y penas, privilegio de algunos médicos de este país dedicados al servicio público”, y lo reafirmó: “Ser médico es un compromiso ineludible, del que debe alertarse a la juventud seguidora de una profesión que, después de adquirirla, obliga a cumplirlo hasta el momento de la muerte.”
Palabras premonitorias: se fue físicamente cuando se aprestaba abandonar su consultorio en la Clínica Nuestra Señora del Pilar de la ciudad de Barinas, tras una jornada de trabajo.
Las obras que José León Tapia realizó como producto de la práctica médica son poco estudiadas, sin embargo y como prueba evidente de su trabajo, se publicaron algunos artículos científicos que él mencionó en su libro Una visión de la medicina (1986). Allí se destaca parte de las investigaciones que fueron realizadas conjuntamente con su colega y amigo, el Dr. Miguel Oscar Carrillo, y con el doctor Eberhard Sauerteig.
Por ello, para comprender la historia de la medicina en Barinas recomendó en uno de sus discursos: “A quien desee conocer más a fondo acerca de este proceso, la lectura de mis libros Cuando se alarga la esperanza y Visión de la medicina barinesa, donde se muestran pruebas del alto nivel médico al que llegamos y hechos alegres y también tristes, en esos años de los comienzos, donde soñamos tantas realizaciones, algunas logradas, otras frustradas, en el distorsionado acontecer de este país”.
Sus incisivas palabras sobre el ejercicio de esta profesión quedaron reflejadas en sus libros Visión de la medicina y Compromiso de ser médico. Tapia no fantaseaba. Expresó su repudio a la medicina comercializada, de ese médico sin ética ni cultura humanística, para él de nada les servía tener altos cargos y conocimientos y habilidades técnicas que ostentaban, sino no eran piadosos y compasivos con el dolor ajeno.
Nunca huyó de la controversia y la polémica que pudieran suscitar sus palabras; él escribió, buscó afanosamente la verdad y la dispuso con espíritu fiel a la realidad que estaba padeciendo esta noble profesión. Enseñanzas que transmitió a los jóvenes médicos en formación y a los estudiantes de medicina que pasaban por el servicio de cirugía al decirles que: “… Un médico que solo piensa en sí mismo, sin darle proyección social a su ejercicio profesional, sin publicar jamás ninguna de sus observaciones y se gasta la vida sin dejar una sola enseñanza en sus colegas más jóvenes, es un médico que pasa los años posiblemente muy contento con su bonanza mientras esté joven. Pero después cuando pase 50 años y mire hacia atrás y solo encuentre un camino vacío de realizaciones, enfrentará entonces el sentimiento frustrante de una vida estéril porque bienes iguales a los suyos también los pudo haber conseguido sin su esfuerzo intelectual y sin jugar a diario con la vida humana el bodeguero de la esquina de su casa”.
Por otro lado, en su legado literario el autor revela el sublime amor que siente por su ciudad natal: Barinas, como él lo afirmara, “la motivación” de su existencia. Sentimiento que es plasmado sin pretensiones e imposturas en sus escritos: “»¦ Y en cuanto al mundo de mis incursiones en la literatura, donde he buscado una realización, al ver cómo esa medicina de mis esperanzas se me fue de las manos, ese mundo es y será siempre Barinas, la otra motivación de mi existencia”.
La fuerza de ese apego por su tierra es tal, que la describe como su fuente de inspiración: “Barinas, la ciudad de las mansiones blancas, de calles de canto rodados, de la Virgen del Pilar de Zaragoza y de la Virgen del Real de la Plata, la Barinas del Marqués de Boconó y Masparro y Visconde del Pumar, quien con solo su nombre cubrió todo el período final de la colonia y quien con sus leyendas y mitos me ha permitido escribir a Tierra de marqueses, con su universo de mantuanos criadores de inmensos rebaños, en miles de leguas realengas»¦”.
Barinas la de los cielos de colores. Como él la pintó en su creación Evocaciones en lejanía: “Cielo de turquesa y transparente de diciembre, espejo de los picachos enervados de la sierra de Mérida. Cielo gris, encenizado de marzo, cuando los pastizales incendiados lo manchan con briznas candentes. Cielo de mayo, preñado de nubes de aguaceros y garúas encapotadas en un manto de lirios. Cielo de julio, embravecido de tormentas y centellazos, saetas de fuego en la negra noche. Siempre he vivido bajo estos cielos, pero siempre añoraré los días azules y las noches de luna de diciembre, porque todos los cielos del llano se apacientan bajo el cielo de agosto, al amainar las lluvias entre los colores de un arcoíris”.
Pero no solo su tierra natal fue musa de su inspiración, sino también su juventud y su vida estudiantil, de ahí que escribe su libro Los años del olvido, donde expresa: “Años del olvido en la Barinas de mi adolescencia, de calles empedradas y Escuela Soublette, de compañeros a quienes no he olvidado nunca porque guardo sus afectos en mi corazón”.
Es evidente que la escuela Soublette dejó una huella indeleble en José León Tapia. En este espacio aprendió sus primeras letras. De ella dijo: “¡Ah, los soubleteros! Eso marcó mi vida, porque en esa etapa estaba yo en plena formación en el conocimiento de la historia y de todo ese bagaje de cosas que hemos venido hablando”.

Para esa época la ciudad de Barinas tenía ejidos, y ostentaba una tierra llena de ganados y sabanas donde los hombres salían a contar su ganado para darlo a la venta. De eso vivía el pueblo, del comercio de ganado. Fuente de inspiración para escribir el texto La música de Las Charnelas en honor a su padre, Luis Alfonso Tapia Encinoso. Ya que de ese mundo también provenía él y así lo expresó: “A este universo pertenecía mi padre que fue el llano en un celaje de caballos, una soga en el viento coronando lunas de reses mostrencas. Un revólver plateado en su ancha faja repujada. La luz de un disparo que alumbró un amanecer, espantando rebaños bramadores, despertando el sueño de los pájaros”.
Sin duda, el escritor, el hombre, el hijo, heredó esa querencia y esa visión por su ciudad del padre, quien percibiendo cómo iba cambiando la imagen de su querida Barinas, dejó el pueblo y en lo alto de una colina fundó Banco Alegre. Pues este siempre mantuvo la visión de que en la vieja ciudad, pese al aislamiento, las enfermedades y la pobreza, eran dueños de su propio destino.
José León Tapia creía que su padre no pertenecía a la nueva era que se avecinaba, porque era un soñador impenitente como años más tarde él también se consideraría: “… Yo, soñador empedernido, continuaré encontrándome en las calles de Barinas, en las tardes de domingo, a los muertos que conocí en mi infancia”.
El padre, en su perenne candor, no pudo entender todos los negocios que hacían los gobernantes y políticos con los ejidos de Barinas. Tierras tan ansiadas por los recién llegados que en su ambición despojaban a la ciudad y a los barineses de su más valioso patrimonio.

Años más tarde, esa misma angustia se adueñó del escritor, quien también se alejó en su refugio distante para aislarse en la magia de la memoria de sus libros, como si quisiera cambiar el tiempo. La influencia que ejerció su padre sobre su obra literaria y el amor que este sintiera por él quedó plasmada en su memoria. Así lo expresó en su libro Bajo el sol de los siglos, al expresar, “… tú y yo fuimos dos sombras andantes, trochando caminos entre fantasmas”.
Fue clara su percepción ante la convicción y la esperanza de que sus obras fueran a trascender más allá del tiempo y de la memoria misma, de que en ellas está inmersa de alguna manera el espíritu y la belleza de Venezuela, amenazada constantemente por las modas culturales foráneas: “Narraciones que estoy seguro perdurarán porque en ella se plasma el alma nacional que se resiste a morir en la tremenda avalancha de transculturación, lanzada y protegida por intereses bastardos, nacionales y extranacionales con fines de dominación.”
En el libro El tiempo indetenible desnuda su alma, quizás presintiendo el ocaso que comenzaba a mostrarle sus alas negras. Quizá la razón por la que dedica ese libro a su familia, a sus amigos, a quienes lo adversaron o a los que no pudieron comprenderlo, a los fantasmas que inspiraron sus libros, a sus colegas médicos que compartieron sus opiniones, a quienes creyeron en él, a sus compañeros de infancias, vivos y muertos. A su Barinas, “la motivación de su existencia”. Escribió un libro para sus hijos y sus nietos. Un libro para su familia, para contarles todo lo suyo, para que cuando él muera tengan por escrito lo que fue su vida.
La totalidad de las obras literarias de José León Tapia fueron editadas por el sello Centauro, gracias a la generosidad de José Agustín Catalá Delgado. Mientras que su título Por aquí pasó Zamora es uno de las que más ha sido reeditado. En este texto el autor escribe sobre la Guerra Federal, acontecimiento nacional que tuvo como escenario protagónico la ciudad de Barinas. Fue escrito en la vieja casa Pulideña donde el autor se refugió y se quedó solo tras la muerte de su hija adolescente, para encontrarse con los “fantasmas de aquellas noches terribles que deambulaban por los corredores”.
Fuentes consultadas
Araque Rivero, Marinela. José León Tapia en la memoria. Fuente para el estudio de su obra. Barinas, 2011. Primera edición. 128 p. (Libro digital)
Barinas/Médicos. Número conmemorativo del Aniversario del Colegio de Médico. Caracas: Editorial Salto Ángel, S.R.L., 1974, p. 9.
Barrios Lugo. Gonzalo R. (Dr). José León Tapia: médico, escritor y político. A dos años de su desaparición. En revista.svhm.org.ve, Nro. 1-2, año 2010. https://goo.gl/jKSryr. Consultado el 22 de mayo de 2017.
El tiempo indetenible. Mérida / Caracas: Gobernación del estado Mérida. Coedición IDAC/El Centauro. Mérida/Caracas, mayo, 1998. pp. 132-133.
Evocaciones en la lejanía. Caracas: Federación Médica Venezolana – Asociación de Médicos Escritores, (Colección Dr. Ricardo Archila, Serie Letras, nº 6), 2004, p.10.
Homenaje al médico- escritor José León Tapia. Barinas: Publicaciones de la Asamblea del Estado Barinas, Federación Médica Venezolana. Colegio de Médicos del Estado Barinas, julio 13.1990 p. 18
Homenaje nacional a José León Tapia. Presentación de sus obras en la Casa de Rómulo Gallegos. Caracas, 1990, p. 43
Rial, Julia Elena. Memoria e identidad en José León Tapia. El Perro y la rana. Ediciones del Ministerio de la Cultura. Caracas, 2006. p.17
Retazos del olvido (Relatos de vida y muerte). Ediciones Centauro. Caracas, 1996
Papeles de la memoria. Barinas, nº 6, mayo 2004. p. 8.
Tapia, José León. Bajo el sol de los siglos. Barinas: Asociación de Escritores de Barinas, 2001, pp. 78-79.
Investigación: Marinela Araque Rivero.
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