La desaparición de la Oficina Técnica del programa de revitalización del casco histórico de Ciudad Bolívar ha dado lugar a la buhonería, quemas e intervenciones temerarias.
Américo Fernández, cronista oficial de Ciudad Bolívar. 23/7/2017.
El programa de revitalización del casco o centro urbano de Ciudad Bolívar, declarado en 1976 Monumento Histórico Nacional, se halla paralizado desde hace dos decenios y la desaparición prácticamente de la Oficina Técnica creada en función de este programa, ha dado lugar a intervenciones temerarias que ponen en evidencia un deterioro progresivo. Se han registrado hasta incendios intencionales de edificios históricos para justificar su demolición.
Para su recuperación se necesitaría la voluntad oficial y colectiva que se puso de manifiesto en 1986 y que fue el resultado de un convenio firmado entre el Instituto de Cooperación Iberoamericano del MRI de España y el gobierno venezolano, representado por la Gobernación del estado Bolívar.
El estudio de revitalización abarcó las 67 hectáreas que conforman el casco histórico y se trabajó fundamentalmente sobre el derecho de la propia identidad del bolivarense, se valorizó la estructura urbana, se levantaron 1276 fichas de identificación de las edificaciones que conforman el casco, haciéndose una radiografía de cada una de ellas.
De acuerdo con el diagnóstico, el 53 % estaba intervenido y solo el 16 % presentaba su estado original. Igualmente se determinó que las zonas de mayor degradación física eran aquellas donde la mayoría de las viviendas fueron alquiladas por sus propietarios.
Además de elaborar el estudio, el equipo que trabajó en la revitalización del casco histórico redactó ordenanzas de protección aprobadas por la municipalidad, a fin de evitar que continuase el deterioro del ambiente físico del centro de la ciudad y recomendó que nadie debía tocar el área sin la previa autorización de la Oficina Técnica.
El convenio con España
A fines de enero de 1986, el Gobierno del estado Bolívar suscribió con el Instituto Iberoamericano de España un convenio por medio del cual ambas partes se comprometieron a realizar un estudio que permitiría organizar, ejecutar, restaurar y revitalizar el casco histórico de Ciudad Bolívar.
La arquitecta María Luisa Cerrillos, quien coordinaba y dirigía técnicamente los proyectos de revitalización urbana en varias ciudades coloniales de América Latina, se entrevistó con el gobernador Edgar Vallée Vallée y el doctor Armando Rojas, presidente de la Junta Nacional del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación, a fin de iniciar inmediatamente los trabajos.
Estudios similares ya se habían hecho en las ciudades de Cuenca (Ecuador) y Veracruz (México). Ahora se iniciaban los de la capital bolivarense que es una ciudad cuyos valores históricos y artísticos eran desconocidos por el Instituto Iberoamericano y de los cuales la arquitecta estaba sumamente impresionada.
“El casco de Ciudad Bolívar me pareció un centro histórico con una localización increíblemente hermosa, un conjunto urbano muy homogéneo, tranquilo, armónico y muchas zonas de la ciudad con visuales y posiciones geográficas inimaginables”. Arquitecta María Luisa Cerrillo, Instituto Iberoamericano de España.
En este trabajo de cooperación España aportó el 50 % del costo de los estudios y el otro 50 % la gobernación del Estado Bolívar. María Luisa Cerrillo, quien había participado en el trabajo técnico del centro histórico de Salamanca, uno de los más importantes de España por el número de edificios singulares que encierra en un perímetro pequeño, dirigió los estudios en Ciudad Bolívar con un equipo en el que trabajaron cuatro arquitectos urbanistas especializados, un historiador, un geólogo y dos dibujantes.
Se consideraba entonces que este estudio podía tener una proyección internacional, mucho más de lo que se conoce y fue por ello presentado en la Exposición Internacional de España realizada en Sevilla en 1992, cuando se cumplieron 500 años del Descubrimiento de América.
Propuesta de la Asociación de Vecinos
En 1985 la Asociación de Vecinos del Casco Histórico de Ciudad Bolívar, entonces presidida por la antropóloga María Eugenia Villalón, pidió a la Municipalidad ampliara su departamento de ingeniería para darle cabida a profesionales especializados en materia de intervención y restauración de monumentos históricos.
Con el objeto de evitar la tugurización del casco, la emigración de su población y frenar el creciente deterioro de sus inmuebles, propuso que el programa de rehabilitación se orientara al robustecimiento del polo vivienda familiar antes que el comercial y administrativo, para lo cual se debía trazar una estrategia dirigida hacia los pequeños y grandes propietarios.
Para los pequeños propietarios la Asociación de Vecinos propuso la implementación de un plan crediticio que les permitiera emprender la reparación y remodelación de sus viviendas deterioradas.
La rehabilitación del casco demandaba también el rescate de los terrenos vacuos y de las ruinas que amenazan la vida y la propiedad de residentes y transeúntes. Demandaba asimismo exoneración de impuestos municipales a los residentes que desearan restaurar o remodelar sus viviendas, regulación estricta de los avisos comerciales y prohibición para que los comerciantes no exhibieran sus mercancías fuera de los locales y en la zona de los portales del Paseo Orinoco.
Los vecinos criticaron el bulevar Bolívar como un disparate de la administración pasada que rompe con la característica visual y urbana del centro histórico y exigieron responsabilidad y reparación de daños causados a numerosas viviendas.
Las temerarias intervenciones
Durante un foro sobre el casco histórico de Ciudad Bolívar instalado el 16 de julio de 1986 con un discurso de Manuel Alfredo Rodríguez sobre la fundación de la ciudad, la arquitecta Mildred Egui, al abordar el tema de la conservación, puso al descubierto las malas intervenciones en los inmuebles, no obstante contar con un marco legal amplio. El arquitecto Graciano Gasparini la secundó alertando que deben evitarse a toda costa intervenciones temerarias, casi siempre inferiores en calidad a lo que se destruye porque el diseño de sustitución es por lo general pobre y mediocre. Puso como ejemplo de estas gruesas intervenciones la remodelación de la plaza Bolívar y el bulevar Bolívar.
El proyecto del arquitecto Natalio Ávila de construir un bulevar a lo largo de la calle Bolívar para unir el casco histórico con la ciudad moderna resultó un descomunal adefesio con todos los defectos que a lo largo de una polémica pública durante los gobiernos de Alberto Palazzi (1979 – 1982), y Alcides Sández Negrón fueron enumerados. Ávila, luego de muchos años lejos de su ciudad natal y de sus ascendientes, retornó para venderle al gobierno regional ese proyecto; toda una torta urbana, y lo más grave, autorizado por la Junta Conservadora del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación, que entonces presidía en Caracas el doctor Rafael Rojas. Lo sancionó, no obstante, la protesta bien fundamentada de la Asociación de Vecinos del Casco Histórico que presidía la antropóloga María Eugenia Villalón. Del tiro, Ávila renunció y se fue a vivir a Caracas.
Otra desafortunada intervención la sufrió la poderosa Casa Mercantil de Juan Bautista Dalla Costa (el viejo genovés) que llegó a dominar todo el arco sur del Orinoco desde los tiempos finales de la Colonia y ejerció gran influencia política en la provincia de Guayana, hasta que fue desplazada por la Casa Blohm. El 29 de enero de 1896, a solicitud del apoderado de Antonio Jacinto Caninacci, se acordó sacar a remate este inmueble de mampostería y ladrillo, techo de azotea y con dos pisos hacia el este y al sur, ya propiedad de los sucesores Juan Bautista Dalla Costa Soublette e hijos, en la cual funcionó por mucho tiempo la Aduana Marítima del Puerto de Ciudad Bolívar. Esta edificación, después de que la aduana en los años de 1940 se mudara a los modernos muelles, hoy en poder de la Armada, fue adquirida por el comerciante de nacionalidad griega Teodoro Sísimo, quien lo hizo demoler con autorización del Concejo Municipal de 1968 para edificar lo que es en la actualidad el establecimiento comercial River City. La piqueta del «progreso» demolió la antigua Casa Mercantil Dalla Costa para darle paso a esta «moderna» construcción.
Las piedras cuentan el pasado
Desde el norte de México hasta el sur de los Andes son innumerables los centros y sitios históricos que nos recuerdan la cultura precolombina, la presencia ibérica, y la formación de nacionalidades hermanadas con un sinnúmero de problemas comunes. La ciudad de los monumentos y testimonios de piedra llena la historia de todo el pasado, un pasado que reúne todos los ingredientes para plasmar nuestra identidad.
No hay futuro sin pasado y el pasado es la base del futuro y si seguimos destruyendo, insultando, maltratando y denigrando nuestro testimonio del pasado, el futuro solo nos reservará el merecido título de brutos e ignorantes.
La conclusión de aquel foro fue que había que salvar a Ciudad Bolívar porque ella tiene condiciones históricas y arquitectónicas no solo para ser declarada monumento nacional, sino patrimonio de la humanidad.
En 1993 el Instituto de Cooperación Iberoamericano se abstuvo de continuar participando en el Programa de Revitalización debido a un cambio de política impuesto por arquitectos de la tendencia modernista, que lograron convencer al Gobierno regional de introducir la arquitectura de alto contraste, como bien puede observarse en el inconcluso teatro del arquitecto Oscar Tenreiro adosado al Capitolio, un antiguo edificio de estilo neoclásico de finales del siglo XIX.

A partir de entonces el Ejecutivo regional ha cargado con casi todo el peso financiero del Programa de Revitalización, pero la falta de continuidad administrativa ha llevado el casco histórico a la situación actual de paralización del programa, desaparición de la Oficina Técnica, invasión de la buhonería, quemas de edificaciones en la galería porticada del Paso Orinoco e intervenciones temerarias como las del antiguo Banco Royal.

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