
Se pierde el Cruz-Diez del aeropuerto de Mérida debido a la falta de mantenimiento y las agresiones propias del clima. La obra, «Inducción cromática merideña», fue donada a la ciudad emeritense por uno de los exponentes clave del arte cinético mundial, el venezolano Carlos Cruz-Diez.
Francy Velásquez. 9/3/2018.
Hace algunos años aterrizar o despegar en el aeropuerto de Mérida Alberto Carnevali era disfrutar de un espectáculo cromático obrado por la maestría del artista plástico venezolano Carlos Cruz-Diez (Caracas 1923 – París 2019). Pero hoy su gama de colores se ha ido difuminando. Se trata de su obra Inducción cromática merideña (1997), compuesta por nueve prismas.
La intervención cromática en el aeropuerto, ubicada a un costado de la pista de aterrizaje, ha sufrido las inclemencias del clima y la desidia. El sol, la lluvia, la humedad y los vientos debilitan su estructura, ocasionando el desprendimiento de las láminas de aluminio, incluso una cantidad considerable se encuentra amontonada en el suelo en espera de una restauración que no llega.
Cinco de sus nueve prismas son los más afectados. A esto se le suman las filtraciones, la presencia de óxido, la pérdida de saturación de sus colores y el efecto corrosivo sobre el material metálico, formándose una capa blanca que impide apreciar las tonalidades cromáticas.

Pero esta realidad había sido señalada por el Instituto del Patrimonio Cultural (IPC), cuyos funcionarios ya advertían sobre el descuido y el deterioro de su estructura en el Catálogo del patrimonio cultural venezolano 2004 – 2007. Municipio Libertador, estado Mérida: “Debido a la falta de mantenimiento y cambio del sistema eléctrico la obra ha visto reducido su realce nocturno, además de haber perdido segmentos importantes de su constitución física”.
En esta reseña exhortan a las autoridades municipales a que se encarguen de protegerla bajo la supervisión del IPC.
Acciones de la sociedad civil merideña
A pesar de que las autoridades competentes no han ejecutado ningún proyecto para su rehabilitación, los trabajadores y usuarios que hacen vida en las instalaciones del aeropuerto Alberto Carnevali se han preocupado por resguardar la pieza.
“Toda obra de arte en el espacio urbano se convierte en un patrimonio espiritual para sus habitantes”. Carlos Cruz-Diez.
El Coordinador de Operaciones del aeropuerto, Antonio Patiño, quien ejerce sus funciones desde 2006, refiere: “el deterioro de esta obra tiene más de 15 años. En 2011 me propuse a resguardar las láminas de aluminio desprendidas de su estructura y posteriormente fui fijándolas a su base, con el fin de evitar la acentuación de su deterioro. Pero bajo las órdenes de mi jefe en ese momento tuve que parar esta iniciativa”.
Antonio comenta que no tuvo ningún tipo de mala intención, y que su principal motivación fue velar por la integridad de la instalación artística.
Proyectos sin ejecutar
Entre los años 2010 y 2013 la Fundación para el Desarrollo de la Cultura del Estado Mérida (FUNDECEM), la Comisión del Patrimonio Histórico de la alcaldía y los miembros del AeroClub de Mérida, diseñan un proyecto para la restauración y reubicación de los prismas, sobre esto expone Federico Ferri miembro del AeroClub: “El proyecto estaba elaborado, teníamos a disposición todos los materiales, maquinarias, un grupo de profesionales y expertos para llevar a cabo este plan de acción”.
Solo hacía falta sumar voluntades y establecer acuerdos para un bien común: “Incluso ubicamos el taller de latonería que fue el encargado de pintar los prismas, hasta tenemos los códigos de los colores originales”
Para este proyecto se pensó en la posibilidad de movilizar la obra dentro de los espacios del aeropuerto, considerando tres propuestas: ubicarla hacia las cabeceras de la pista, elevar los soportes de aluminio para que pudieran apreciarse por encima de los hangares, o disponerlas a un costado hacia la zona de la Av. 16 de Septiembre.

Y es que esta intervención en el aeropuerto estaba diseñada para ubicarse cerca de esta avenida y lograr la integración con el espacio urbano, según nos comentara el mismo maestro Cruz-Diez: “Esa obra puede ser trasladada al lado opuesto de donde se encuentra actualmente. Es más, fue para ese lugar que la diseñé, pues tiene una mayor visual en el aeropuerto y se integra más en el espacio urbano. Circunstancias de la época, obligaron a la actual ubicación.”
Reubicar los prismas hacia este espacio permitiría un mayor alcance de la pieza, ya que no solo sería perceptible para quienes hicieran uso del aeropuerto sino también para los conductores, pasajeros y peatones quienes podrían disfrutar del espectáculo cromático al trasladarse por este corredor vial.
Pero las normas de seguridad emitidas por el INAC no permiten la movilización de la pieza a otros espacios del aeropuerto, explica Patiño: “Las áreas verdes que bordean la pista de aterrizaje son paños de seguridad, espacios habilitados en casos de emergencia, para que las aeronaves pueden desplazarse o maniobrar. Por tanto, no debe existir ninguna construcción que obstaculice el libre tránsito aeronáutico”. Satisfactoriamente los prismas están fuera de esta zona.
No obstante, en el aeropuerto Alberto Carnevali existe una construcción que obstruye la visual de los prismas de Cruz-Diez, se trata de los doce hangares erigidos a mediados del 2010. Su estructura cubre diferentes segmentos de la obra impidiendo observar la totalidad de la misma. Esto contraviene la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural, que obliga a la preservación de los bienes patrimoniales.

Otro planteamiento consistía en reubicar la obra fuera de estas instalaciones. Ante el cual el Servicio Autónomo de Puertos y Aeropuertos de Mérida (SAPAM) accede a situar la pieza en un corredor vial, destacando tres zonas: los espacios de la avenida Andrés Bello, cerca del establecimiento de Macdonald’s; en los alrededores del Complejo Deportivo 5 Águilas Blancas; o en la carretera camino al aeropuerto de El Vigía.
Cuando este plan se inicia ya se tenía prevista la construcción de los doce hangares para el resguardo de las avionetas privadas, las cuales reposarían justo delante de los prismas.
La perentoria restauración

Las propuestas quedaron en el papel, mientras esta obra de Cruz-Diez sigue deteriorándose y en espera de una restauración. Sin embargo el equipo de trabajo del artista está al tanto del estado de descomposición de sus más de cincuenta obras en el territorio venezolano, y es por ello que ha diseñado un plan de acción para aplicar las correspondientes restauraciones.
Al respecto, el maestro se pronuncia: “Sobre el tema de la conservación le comento que tengo más de cincuenta obras de integración a la arquitectura y en los espacios públicos en Venezuela, necesitando la mayoría de un plan de restauración y conservación. De allí que hemos concebido un plan para inventariar, rescatar y restaurar las obras en el país. En lo que se refiere a los trabajos de restauración, los talleres Cruz-Diez son los únicos que tienen los protocolos de restauración dictados por mí, así como la información básica, completa y específica de cada una de sus obras, por lo tanto, son los más idóneos para realizar este delicado trabajo de arte.”
En 2016, cinco años después de aquellas propuestas, el diario Los Andes reseña la visita al aeropuerto del diputado a la Asamblea Nacional por el estado Mérida, William Dávila. Ante la preocupación del legislador por el estado de este patrimonio artístico, el entonces gerente general de SAPAM, mayor Alonso Ramírez, le explicaría que el artista estaba al tanto de una posible restauración y reubicación.
“Una obra de arte urbana pertenece al ciudadano”
La sociedad es quien le otorga el valor y reconocimiento a determinados bienes identificándolos como parte de su patrimonio, afirma el artista: “Toda obra de arte en el espacio urbano se convierte en un patrimonio espiritual para sus habitantes”. Es por ello que las obras artísticas integradas en el espacio urbano tienen la particularidad de fomentar vínculos de pertenencia y relaciones afectivas en la colectividad.

Así lo expone el maestro Cruz-Diez en una breve reflexión: “La convivencia con la obra desarrolla en el individuo valores afectivos que afianzan el sentido de referencia, pertenencia y orgullo ciudadano en relación al entorno patrimonial de su comunidad, de su pueblo, ciudad o región. Una obra de arte urbana pertenece al ciudadano.” De esta manera las obras públicas se convierten en elementos simbólicos, en piezas clave de nuestro acervo cultural.
Pero la realidad es que ese sentido de pertenencia ha sido desplazado por la indiferencia de los organismos responsables de velar por el patrimonio cultural, “Lamentablemente, es un problema de indolencia hacia el ciudadano y su entorno de parte de las autoridades competentes.”
Y agrega la idea de incentivar a los ciudadanos a ser partícipes y voceros de las problemáticas que atañen a la ciudad: “Hay que motivar a la población y a los medios de comunicación a manifestar su descontento y obligar a los gobernantes a que cumplan con su deber por el cual han sido elegidos.”
Por su parte, la historiadora del arte y MSc en Antropología, María Isabel Castillo, alega que esta situación es una falla en la estructura de las instituciones: “El principal inconveniente se debe a un problema de institucionalidad. Esta obra pertenece a la comunidad merideña y por tanto la sociedad tiene la potestad de tomar medidas e iniciativas para protegerla y conservarla, mientras por el contrario los organismos se dedican a poner trabas contra de estas acciones, mutilando las propuestas de la sociedad preocupada por el patrimonio de su región”.
El discurso disruptivo de Cruz-Diez
El trabajo de Cruz-Diez es conocido por sus grandes aportes en torno a la teoría del color, desarrollando ochos líneas de investigación, estructuradas en cuatro condiciones cromáticas: aditiva, sustractiva, inductiva y refleja.
“He insistido durante muchos años en que la calle es un soporte fundamental para que el arte llegue a la gente y no solo esté colgado en un museo o en una colección privada». Carlos Cruz-Diez.
Para Cruz-Diez el color representa una situación de inestabilidad, un proceso evolutivo que se transforma y se crea constantemente en el tiempo y en el espacio libre de la forma, produciendo una nueva gama de colores que no están plasmados en la superficie.
A esto se refiere el artista al explicarnos su pieza Inducción cromática merideña: “Por su grado de inclinación, la obra sugiere el aterrizaje y despegue de los aviones, una inducción cromática a doble frecuencia pone en evidencia, dependiendo de la distancia, el ángulo al cual se mire y la iluminación del ambiente, colores que surgen sin haber sido aplicados sobre el soporte”.
De esta manera se genera lo que él denomina un fenómeno de “acontecimiento cromático”, en donde se hace perceptible una variedad de colores sin ser aplicados químicamente.

Las piezas por inducción cromática a doble frecuencia tienen la particularidad de ser construidas por una primera sucesión de líneas paralelas en tres colores, por ejemplo: rojo, verde y azul, y posteriormente es intervenida por una segunda frecuencia de líneas diagonales negras entre llenos y vacíos.
Esta experiencia cromática que se muestra en el aeropuerto induce hacia su color complementario, es decir, si nos desplazamos frente a uno de estos prismas (rojo, verde, azul) es posible visibilizar la aparición del color anaranjado, el magenta, el violado y simultáneamente por la combinación entre el azul y el negro aparecerá un amarillo.
En este sentido, el espectador participativo se convierte en un elemento fundamental de su obra, pues al entrar en contacto con ella emergen nuevos espectros del color que no están presentes, produciendo una sensación de movimiento sobre el soporte.
De igual modo su trabajo fue adquiriendo otra dimensión fuera de espacios cerrados como galerías o museos, para ser expuesto en espacios públicos, logrando una mayor interacción con el espectador.
Al respecto, el maestro nos comenta: “He insistido durante muchos años en que la calle es un soporte fundamental para que el arte llegue a la gente y no solo esté colgado en un museo o en una colección privada. La calle y el espacio urbano nos obligan a soportar agresiones y a obedecer códigos. Si en lugares estratégicos integramos obras de arte, se convierten en paliativos de esa situación, enviando mensajes importantes al espíritu del pasante.”
El producto de su trabajo ha significado una búsqueda por alcanzar un nuevo discurso artístico, con un lenguaje diferente y disruptivo a las convenciones del arte figurativo y el paisajismo dominantes a mediados de los años 50, cuando comienza a elaborar sus primeros trabajos.
Esa persistente inquietud por encontrar un nuevo discurso lo lleva a encontrar afinidades en el abstraccionismo geométrico, el arte óptico (Op Art) y el movimiento cinético, donde finalmente en este último desarrolla todo su trabajo a partir del principal protagonista, el color.
Fuentes consultadas
Carlos Cruz-Diez en Conversación con Ariel Jiménez. Colección Patricia Phelps de Cisneros (CPPC).(3 de agosto, 2010).p. 202
Cruz-Diez, Carlos. Artista de la obra. Entrevista realizada el 20 de noviembre de 2017.
Jiménez, Ariel. Diseñar en el espacio: artistas abstractos de Brasil y de Venezuela en la Colección Patricia Phelps de Cisneros. Pinacoteca del Estado de São Paulo, São Paulo, Brasil. 27 de noviembre de 2010 al 30 de enero de 2011.
Jiménez, Ariel. La primacía del color. Carcas. Monte Ávila Latinoamericana, C.A., 1991.
Castillo, María Isabel. Licenciada en Historia del Arte, MSc. en Antropología. Entrevista realizada el 17 de febrero de 2018.
Ferri, Federico. Miembro del AeroClub de Mérida. Entrevista realizada el 30 de enero de 2018.
Instituto del Patrimonio Cultural. Catálogo del patrimonio cultural venezolano 2004 – 2007. Estado Mérida, municipio Libertador. p. 173.
Patiño, Antonio. Coordinador de operaciones del aeropuerto Alberto Carnevali. Entrevista realizada el 26 de octubre de 2017.
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