El olvidado Celestino Martínez, padre del teatro histórico en Venezuela

Celestino Martínez, padre del teatro histórico venezolano. Patrimonio inmaterial de Venezuela.
Celestino Martínez en acuarela de José María Espinosa, en 1850. Foto Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá.

Adelantado de las artes plásticas, la fotografía y el teatro venezolanos, Celestino Martínez es para la historia cultural en Colombia y Venezuela un puente entre la pintura del siglo XVIII y el fotograbado del siglo XIX. El también autor del dibujo «El llanero domador», que inaugurara la revista El Cojo Ilustrado (1892) se mantiene sin embargo como un ilustre desconocido.

Wilfredo Bolívar. Cronista de Araure. 8/3/2018.

Escritor, pintor, dibujante, litógrafo, impresor, fotógrafo y dramaturgo. Celestino Martínez (1820 – 1885) vino a ser en la Venezuela rural del siglo XIX lo que Da Vinci para el Renacimiento italiano. Animado por los adelantos científicos de la época, en Caracas se convirtió en uno de los más fecundos cultores de las bellas artes.

Pese a sus méritos como un curioso artista plástico, su nombre forma parte del panteón de los olvidados. Diccionarios biográficos le asignan erróneos años de nacimiento y muerte. En 1981 el anuario Esto es Venezuela lo registra con estas inconsistencias: “Nació en Caracas, en 1842. Murió en la misma ciudad, en 1921. Fue novelista, pintor, autor teatral y actor. Publicó 4 libros: Araure, Castigo de un jugador. El hijo del Generalísimo y El loco” (Esto es Venezuela, Caracas: 1981, p. 447).

No nació en 1842, ni murió en 1921. Tampoco fue novelista, y los textos mencionados no son ‘libros’, sino guiones teatrales. En 1840 escribió el drama ¡Araure!, la primera obra de teatro histórico en Venezuela; y se debe en 1892 a un grabado suyo la portada del primer ejemplar de la revista caraqueña El Cojo Ilustrado.

Pionero de las artes gráficas

Nacido en Caracas el 19 de mayo de 1820 y fallecido en la misma ciudad el 25 de diciembre de 1885, Celestino Martínez nació de la unión de Isabel Sánchez y Juan Martínez Alemán, ministro de la Corte Suprema hasta su muerte en 1847. En 1839, a los diecinueve años, imparte clases de dibujo en la sede de la Sociedad Económica Amigos del País, fundada por el Gral. José Antonio Páez.

Polígrafo y polifacético, discípulo del pintor Juan Lovera hacia 1832, en 1844, trabaja junto con su hermano Gerónimo en el taller litográfico de Müller y Stapler. En ese local realiza un tiraje de grabados para Los misterios de París, el primer libro ilustrado publicado en Venezuela.

Celestino Martínez, padre del teatro histórico venezolano. Patrimonio inmaterial de Venezuela.
1847. José Antonio Paez, por Celestino Martínez. Dig. Wilfredo Bolívar.

En 1846 hace pruebas a color para unas hojas sueltas con un retrato del Libertador [dibujo de F.J.M], considerado el primer cartel ilustrado impreso en el país. Admirador de Páez y Bolívar, el mismo año imprime un retrato ecuestre del Centauro, basado en un dibujo de Carmelo Fernández, sobrino del lancero. El 7 de septiembre de 1846, el Diario de la Tarde ofreció de su autoría una estampa coloreada (0,575 x 0,395) impresa por la Litografía venezolana, cuyo único ejemplar conocido reposa en el Museo Histórico Militar de San Mateo, estado Aragua (Alfredo Boulton, 20 retratos del General José Antonio Páez, Caracas: 1972, ps. 44 – 45).

1848: litógrafo en Bogotá

El 23 de enero de 1847, por mediación del Ministerio de Hacienda de la república de Colombia, Celestino Martínez envía al presidente neogranadino un retrato del general Páez. Con el asalto al poder de José Tadeo Monagas, cuando el llanero caiga en desgracia, en noviembre de 1847 en compañía de su hermano Gerónimo Martínez se ‘autoexilia’ en Bogotá. En esa capital funda la litografía “Martínez-Hermanos”, desde donde desarrollará una intensa labor como impresor.

En 1848, junto con su hermano y Miguel Bracho, dibuja para Agustín Codazzi unos planos de Bogotá. En 1849 otro retrato del lancero salido de sus manos circula con el sello editorial del francmasón Manuel Ancízar. En 1850 José María Espinosa le pinta en una acuarela frente a su caballete, imagen conservada por la Biblioteca Nacional de Colombia.

Celestino Martínez, padre del teatro histórico venezolano. Patrimonio inmaterial de Venezuela.
Celestino Martínez en acuarela de José María Espinosa en 1850 – 22,8 x 13,4 cm. Foto Biblioteca Luis ángel Arango, Bogotá – Colombia.

En Bogotá los hermanos Martínez destacan como colaboradores de El Neogranadino, periódico dirigido por Ancízar, donde ejecutan pioneros ensayos de la ciencia litográfica. Se debe a ambos venezolanos la utilización del grabado como vehículo periodístico. En 1853, interesados en los procedimientos fotográficos, Celestino viaja a París y aprende a elaborar negativos en papel, inventado en 1851. La técnica es perfeccionada por su hermano Gerónimo en 1856. En la capital francesa adquieren un equipo de fotografía del óptico Charles Louis Chevalier (1804 – 1859), fabricante de los lentes para la primera cámara de daguerrotipos a fin de establecer un taller.

Celestino Martínez, padre del teatro histórico venezolano. Patrimonio inmaterial de Venezuela.
Celestino Martínez y su hermano Gerónimo Martínez (Reproducción Wilfredo Bolívar)

En 1860, Celestino Martínez es nombrado cónsul de Venezuela en Bogotá, cargo que abandona en julio de 1861, cuando Páez arribe a Caracas y asuma transitoriamente el poder.

1861: regreso a Venezuela

Cuando en julio de 1861 Celestino Martínez retorne a la tierra nativa, animado por la asunción de Páez al solio presidencial, el artista se ha convertido para los venezolanos en un editor reconocido.

En Bogotá permanecerán algunas obras suyas, actualmente conservadas por el Museo Nacional de Colombia. Entre otras destacan un retrato al óleo del geógrafo italiano Agustín Codazzi (1836), la litografía El Ejército del Norte, un retrato de don Pedro Fernández Madrid, un retrato de Francisco Zaldúa, un grabado con el retrato de Francisco de Paula Santander y un retrato al óleo del padre de Celestino, el prócer don Juan Martínez Alemán. Suya es igualmente una litografía con el retrato de Manuel Ancízar, que sirvió de ilustración al libro Peregrinación de Alfa (Bogotá: 1853, Imprenta de Echeverría Hermanos).

Residenciado en Caracas, se dedicará el Da Vinci de nuestras artes plásticas a continuar su tarea precursora. Destacará en la fotografía como en la pintura. Asistido por las técnicas más avanzadas del momento, se ocupa en “la fabricación de los elementos y sustancias necesarias para su trabajo”, labor que lo convierte, junto con Martín Tovar y Tovar (1828 – 1902) y José Antonio Salas (1842 – 1936) en pionero de este campo de las artes plásticas.

En 1867 expone en el Salón de Fotografía de Próspero Rey, según reseña el periódico caraqueño El Federalista en su edición del 1° de mayo de 1867. De esta época es su óleo Los cazadores a caballo en la posada [1866, colección Galería de Arte Nacional, Caracas – Venezuela GAN], pintado bajo una temática costumbrista que evidencia, según los entendidos, una influencia del reconocido pintor colombiano Ramón Torres Méndez (1809 – 1885).

Celestino Martínez, padre del teatro histórico venezolano. Patrimonio inmaterial de Venezuela.
1866. Los cazadores a caballo en la posada. Óleo de CelestinoMartínez. Foto commons.wikimedia.org

El 28 de julio de 1872 participa en la Primera Exposición anual de bellas artes venezolanas, organizada por James Mudie Spence en el Café del Ávila de Caracas. Allí exhibe dos cuadros: Huida a Egipto [‘argumento expresado con originalidad y maestría’] y un retrato ecuestre del Mariscal Juan Crisóstomo Falcón, “de parecido completo”, según advierte el periódico La Opinión Nacional el 29 de julio de 1872.

1877: fundador del Instituto de Bellas Artes

En 1877 Celestino Martínez se convierte en uno de los profesores fundadores de la Academia de Dibujo y Pintura del Instituto Nacional de Bellas Artes, que inició sus cátedras el 1° de septiembre de ese año. Al final del curso, el 5 de julio de 1878, Celestino revela un óleo-retrato de doña Belén de Alcántara, esposa del presidente Francisco Linares Alcántara (1825 – 1878). Sobre esta obra, en el periódico La Opinión Nacional, del 10 de julio de 1878, se advierte que la misma es “de un parecido extremo y de una notable propiedad de colorido”.

En 1883, durante el primer centenario del Nacimiento de Simón Bolívar, Martínez será designado, junto con Ramón de la Plaza y Antonio José Carranza, miembro del jurado de la Exposición Nacional de Venezuela, realizada en Caracas en homenaje al Libertador. Dos años después, en noviembre de 1885, es nombrado inspector y administrador de edificios públicos del Distrito Federal, hasta que la muerte lo encuentra en su Caracas natal el 25 de diciembre de 1885. En esa ciudad había casado en 1846 con Clara Lyon. Una de sus hijas, Isabel Martínez Lyon, se convertirá en madre del célebre humorista y caricaturista venezolano Leoncio Martínez “Leo” (1889 – 1941).

1892: El Cojo Ilustrado

Cuando arriben los estertores de la centuria que lo vio nacer, la frágil memoria de la desagradecida ‘venezolanidad’ cubrirá con su velo de olvido el nombre de Celestino Martínez (1820 – 1885). De mimado de la crítica, celebrado pintor, fotógrafo y uno de nuestros más conspicuos prosistas, el dramaturgo pasará a formar parte de los célebres ignorados.

Una fotografía suya aparecerá en 1895 en el Primer libro venezolano de literatura, ciencia y bellas artes: ofrenda al Gran Mariscal de Ayacucho (Caracas: 1895, Tipografía El Cojo, p. 259), voluminoso vademécum reproducido facsimilarmente en 1974 por el Concejo Municipal del Distrito Federal, Caracas. Se trata de un retrato a manera de camafeo que muestra al dramaturgo en edad avanzada, junto a su igualmente meritorio hermano Gerónimo Martínez.

El 1° de enero de 1892 el primer número de la revista literaria El Cojo Ilustrado de Caracas le rendirá un homenaje post mortem, con la aparición de su dibujo El llanero domador (22 x 23 cm). La obra sirve de portada a la primera edición de la revista. A pesar de que al pie del divulgado jinete corvo es legible su inconfundible firma, los créditos de la publicación registran erróneamente: “Grabados: El llanero domador, dibujo a pluma por Gerónimo Martínez”. Al parecer se trata de una pintura original de Celestino Martínez, reproducida a pluma por su hermano Gerónimo. Para resolver los créditos, muchas publicaciones registran; ‘litografiada por Celestino y Jerónimo Martínez’.

En alusión al dibujo, El Cojo Ilustrado escribió: “quiera la suerte que sirva este dibujo de lema simbólico que nos enseñe á todos á domar los vicios de diverso linaje que sin descanso hacen venir á menos los hechos de nuestra vida nacional”. La magnífica ilustración del llanero sobre el encabritado corcel perteneció a la cuantiosa colección de antigüedades del cronista caraqueño Arístides Rojas (1826 – 1894). El original ha sido conservado por la Fundación John Boulton.

Media centuria después, se volverá a ‘redescubrir’ el nombre de Celestino Martínez. En 1948 un largo texto literario sobre nuestros viejos escritores, escrito por Ermelindo Rividó, se pregunta en la Revista Nacional de Cultura fundada en 1938: “Celestino Martínez ¿habrá quien diga [s]i aún vive o ha muerto? Pero sea lo que fuere; no tropezamos aquí con su nombre: i eso que ha escrito poesías i novelas, i un drama en prosa, la Acción de Araure” (Revista Nacional de Cultura, Caracas: 1948, N° 70, sept – oct., p. 147.).

1840: ¡Araure!, primera obra de teatro histórico

Celestino Martínez es autor de la primera obra de teatro histórico en Venezuela, ¡Araure!: drama histórico en tres actos. Escrita inicialmente en 1840, cuando era un joven de veinte años, apareció impresa en Caracas en 1883, con motivo del primer centenario del nacimiento del Libertador. Tratase de un folletín de no más de cincuenta páginas, editado por el presidente Antonio Guzmán Blanco (1829 – 1899).

Dos versiones son conocidas de la pieza teatral. Una primera, publicada en el periódico El Repertorio (Caracas: junio, 1845, pp. 358 – 383) y una recreación de la misma, aumentada y corregida por el propio dramaturgo, reproducida en 1883 por Guzmán Blanco (Caracas: 1883, [5] 48 pp.).

José Eustaquio Machado, en su libro El día histórico (Caracas: 1929, p. 105), recoge que el joven Celestino había publicado, en forma anónima, una primera versión de este melodrama, cinco años después de haber sido escrito como obra de juventud. Según Machado, el texto original se imprimió en 1845 en el N° 6 de El Repertorio [Venezolano], periódico que vio la luz ese año en la Caracas de José Antonio Páez, quince años después de la disolución de Colombia.

En el Ensayo de un repertorio bibliográfico venezolano (Caracas: 1976, ps. 86 – 87), confirma su compilador Ángel Raúl Villasana que la obra fue publicada por vez primera en 1845. Según el bibliógrafo, apareció editada por la Imprenta de Valentín Espinal bajo el título La batalla de Araure, drama en cinco actos. La referencia está tomada del Boletín N° 9 de la Biblioteca Nacional (1° de octubre de 1925, p. 275).

La pieza es escrita en un contexto particular. El ascenso de Páez al solio presidencial (1839 – 1843), poco antes de instaurarse el nepotismo de José Tadeo Monagas y su fraudulenta Revolución de las Reformas para asaltar el poder, había iniciado un entusiasmo colectivo por la historia que pronto transcenderá a las bellas artes. El 10 de marzo de 1838, en el periódico caraqueño La Bandera Nacional, había admitido Páez la noticia de su nacimiento en la remota villa de Araure. De modo que la aparición del drama teatral de Celestino, cuando el centauro salga expulsado por orden de Monagas, parecerá un guiño a Araure como lugar de nacimiento al ínclito lancero.

Martínez es uno de los primeros que echa mano de la Batalla de Araure como inspiración —vinculada a Bolívar— para sumarlo a los elogios provincianos vertidos sobre el exilado Páez. Escribe su texto  cuando las élites políticas de provincia glorifican al lancero, mientras un disimulado sector de Caracas se da a la tarea de iniciar el rescate de la memoria de Bolívar. Con muchos protagonistas vivos, aun cuando no había llegado el tiempo de convertir al Libertador en símbolo ‘unificador’ del incipiente concepto de nacionalidad, la obra de Celestino emerge como un anticipo al tema nacionalista. Una vez publicado, el guion se convertiría en escenificación obligada durante las fiestas patrias.

A tono con su tiempo, la aparición del melodrama en 1845 despierta en la limitada cultura nacional una pública reivindicación a la memoria de Bolívar. El fenómeno será aprovechado cuatro décadas después por el autócrata Antonio Guzmán Blanco. Distinto al gesto de Páez en 1842 al repatriar los restos de Bolívar, los intereses personalistas de Guzmán buscan manipular el colectivo en torno a la memoria del caraqueño. En la pomposa portadilla de la publicación de Celestino de 1883, el gobierno guzmancista apostillaba: “Ofrenda al Libertador en su primer Centenario, impresa por disposición del Ilustre Americano, Regenerador, Pacificador y Presidente de los Estados Unidos de Venezuela, General Guzmán Blanco – Caracas: 24 de julio de 1883, Imprenta Bolívar”.

Celestino Martínez, padre del teatro histórico venezolano. Patrimonio inmaterial de Venezuela.
1883. Portada autografiada por el autor, Celestino Martínez. Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá.

A saber, se conocen dos ejemplares del tiraje de 1883. Un original conservado en la sección de Libros Raros de la Biblioteca Nacional de Venezuela, en Caracas; y otro hecho público digitalmente en 2013, por la Biblioteca Digital Luis Ángel Arango, de Bogotá. Este último aparece autografiado por el autor a su “amada hija María”, dada la residencia por largos años de Celestino en la capital colombiana.

En la cuartilla de presentación del impreso de 1883 confiesa el dramaturgo: “Tenía yo veinte años, cuando, en 1840 escribí la Acción de Araure, drama que, poco después, estimulado por algunos amigos, determiné publicar anónimo en el Repertorio Venezolano”. Y añade con minuciosa humildad: “Debido acaso al sentimiento patriótico que en él domina, de ser el primer escrito histórico de este género [«¦] ha merecido el honor, a pesar de los defectos de que adolece, de ser representado en muchas ocasiones, y principalmente en festividades nacionales [«¦]”.

Celestino Martínez, padre del teatro histórico venezolano. Patrimonio inmaterial de Venezuela.
1883. La nota personal de Celestino Martínez en uno de los dos ejemplares que se conservan de su obra de teatro ¡Araure! Este se encuentra en la sección de Libros Raros de la Biblioteca Nacional de Venezuela. Reproducción Wilfredo Bolívar.

Consta que, antes de su publicación, el drama ¡Araure! solía presentarse durante los días cívicos, para entonces en genésica expresión. Así lo admite el propio Martínez, al calificar su texto como una “insignificante obra” de juventud. Según su testimonio de 1883, durante los días de fiestas patrias la pieza era llevada a las tablas por los amantes del teatro. La misma referencia la trae dos años después el viajero bogotano Isidoro Laverde Amaya en su libro Viaje a Caracas (1885). Al referirse a la edición de Guzmán, escribe: “Bajo tales auspicios escribió don Celestino Martínez, en 1840, su drama histórico ‘Acción de Araure’, que durante muchos años se ha representado con boga en los teatros de Venezuela, y que últimamente, refundido en tres actos, se imprimió con el solo título de ‘¡Araure!’ como ofrenda del escritor en el día del centenario” (Isidoro Laverde Amaya, Viaje a Caracas, 1885 Tipografía de I. Borda, p. 126).

La edición del melodrama en 1883 asoma su contribución al surgimiento del incipiente nacionalismo político venezolano del siglo XIX. Sin proponérselo, se usó la creación de Celestino en el emprendimiento del liberalismo ‘civilizador’ personalista y licencioso del gobierno de Guzmán Blanco, hábil manipulador de la imagen histórica de Bolívar.

La trama

Contrario a lo esperado, la obra de Celestino Martínez sobre la Batalla de Araure no escenifica la acción de armas librada por Bolívar el 5 de diciembre de 1813. Marcada por el rebuscado romanticismo literario de su tiempo, el argumento ofrece una recreación del suceso, con referentes accidentales de la jornada. Concebida en tres actos, la trama gira en torno a las vivencias personales y políticas de una familia residenciada en el Araure colonial del año trece, involucrada accidentalmente con la brutal refriega librada en las inmediaciones del villorrio.

Una truculenta intriga mueve a los acartonados personajes. La guerra aparenta ser el principal motivo de la pieza, pero el hilo conductor encubre una historia de descomposición familiar. En medio de una sociedad de clases, subyacen los secretos vividos en las antiguas casonas interioranas, mientras el gobierno de España se derrumba en América. Siete personajes interconectan el melodrama: don Andrés Solano, un soldado del Batallón Sin Nombre; Alberto, joven capitán del mismo componente militar; Elías Campos, comandante republicano; Teodoro, oficial al servicio de España; Antonio de Castro, oficial igualmente de las tropas del Rey; la joven y enamorada Elena, hija de crianza de Andrés; y finalmente su cuidadora Marieta, ambas residenciadas en Araure.

Derrotado Bolívar en Tierritas Blancas (Cabudare) el 10 de noviembre de 1813, Andrés y Alberto regresan a su casa araureña encontrándose, además del hogar saqueado, la infausta noticia de que Elena ha sido raptada por los españoles. Enamorado Alberto de la joven secuestrada, se impone que su raptor Antonio de Castro es un nombre ligado al oscuro pasado de la familia. En consecuencia, el secuestro desentraña una íntima historia que envuelve y compromete los secretos de su estirpe.

Develados los atisbos del melodrama, los primeros días de diciembre de 1813 se convierte la villa en escenario inevitable de la Batalla de Araure, en las pampas aledañas a la casa. El suceso descifra un telón de fondo que trae un gran secreto para la castiza familia araureña. La villa Pilarica es el epicentro de la contienda, anunciada por el comandante republicano Elías Campos cuando Elena, evadida de sus captores, anuncia haberse enamorado durante el corto cautiverio de su raptor español Teodoro.

Consumado el choque de armas (apenas ilustrado por lejanos estruendos de artillería y clarines de victoria) Marieta y Elena, al pie de una pequeña colina de Araure, recorren el campo de batalla convertido en mortandad. Los diálogos retrotraen las referencias protagónicas del combate. Entonces, el melodrama baladí devela el esperado ‘secreto’ que compromete a todo el grupo familiar. Concentrados en torno a un agónico Antonio de Castro, frente a la imperturbable mirada de Andrés, Alberto, Elías Campos, Marieta y Elena, se dilucidan los orígenes de la traición escondida por el oficial: el verdadero origen de los hermanos. Finalmente, Teodoro se une al Ejército Libertador, mientras De Castro fenece perdonado por los concurrentes.

Ausenta del texto una representación descriptiva de la batalla. La obra apenas la sugiere en los parlamentos de los actores. La fuerza de la trama argumental delinea el hecho histórico bajo una carga personal y humana, convertida en episodio familiar. Bolívar es apenas una imagen fugaz. El joven autor descansa todo el peso de la historia en unos personajes acartonados, unidos circunstancialmente por la acción de armas ocurrida en los alrededores de la casa.

En la versión del Repertorio [1845] Celestino precisa la locación: “La escena pasa en un bosque entre la villa de Araure y La Galera”. En la de 1883, corrige el dramaturgo: “La escena representa un bosque: a la derecha habrá una pequeña y tortuosa senda que se pierde en el interior de él [«¦]”. Aparentemente disímiles, ambas afirmaciones permiten inferir que Martínez conoció el campo de batalla antes de escribir el libreto. Ello explicaría haber comprobado que solo el cerro “La Galera” —el punto más elevado del campo— podría haber servido de imaginado escenario a los personajes apostados a cierta distancia sobre la sangrienta pampa araureña.

Debió haber existido algún motivo familiar o personal del autor para situar la trama del núcleo familiar en Araure. En su libro Teatro, cuerpo y nación: en las fronteras de una nueva sensibilidad, la investigadora y crítica teatral Dunia Galindo devela algunos de sus códigos semiológicos. Al respecto escribe: “Si se trataba de escenificar una guerra fratricida, como en efecto nos lo propone el texto, la situación dramática en consecuencia se realiza en términos de un reconocimiento mutuo [de los personajes], de una reconciliación con el pasado” (Op. Cit., Caracas: 2000, p. 163).

2013: ciento setenta años después

Con motivo del Bicentenario de la Batalla de Araure, en 2013 Celestino Martínez y su drama ¡Araure! es homenajeado y recordado en el estado Portuguesa. El viernes 23 de agosto en Guanare y el martes 13 de septiembre en Araure – Acarigua, la obra es reestrenada ciento setenta años después de haber sido escrita. La primera presentación ocurrió en la sala Alberto Ravara del Centro Cultural Herman Lejter de Guanare. El segundo montaje fue escenificado a cielo abierto en el Foro Gonzalo Barrios de Araure-Acarigua.

La dirección estuvo a cargo del joven y talentoso dramaturgo Carlos Arroyo, rector de la Compañía Regional de Teatro de Portuguesa, con versión libre del experimentado actor Aníbal Grunn. La puesta en escena reprodujo el viejo melodrama histórico dibujado por la prosa de su olvidado autor, con una nueva propuesta: trasladar el teatro de cerrado escenario a espacios abiertos, a fin de que los espectadores conjugasen sus emociones con las de los talentos en escena.

El montaje de 2013 ofreció un emotivo espectáculo cuantioso en imágenes, con matices de danza integral, luz y color. Se añadió un Simón Bolívar figurativo, caracterizado por el escritor guanareño Job Jurado. Como novedad, se incorpora un contrapunteo llanero, con letra de los copleros Simón Ortiz y Edgar Graterol, acompañados del conjunto musical del Instituto de Cultura del estado Portuguesa. La puesta en escena es elogiada por el licenciado en artes Carlos E. Herrera. En su texto, Un Araure muy recio, el crítico teatral califica el reestreno como un “riguroso trabajo teatral”.

Celestino Martínez, ilustre desconocido

Celestino Martínez, padre del teatro histórico venezolano. Patrimonio inmaterial de Venezuela.
Celestino Martínez. Digitalización Wilfredo Bolívar.

Adelantado de las artes plásticas, la fotografía y el teatro venezolano, Celestino Martínez (1820 – 1885) es para la historia de las artes en Colombia y Venezuela un puente entre la pintura colonial del siglo XVIII y el fotograbado del siglo XIX. En las ancas de este ilustre latinoamericano olvidado, ambas naciones transitaron el viaducto entre la imagen en lienzo y el descubrimiento del daguerrotipo. Si junto con su hermano Jerónimo es considerado pionero del  ‘desenvolvimiento artístico’ de Bogotá —tras haber comenzado a usar en esa capital viñetas para ilustrar libros con técnicas de Europa—, en Venezuela Martínez será más conocido como precursor del teatro histórico.

Sobre sus fundados méritos como autor teatral, además de su drama ¡Araure!, dejó escrito otro texto del mismo género titulado El hijo del Generalísimo [episodio histórico], obra de la que se conoce haber sido publicada en 1878 una segunda edición “esmeradamente corregida” (Caracas: 1878, Impr. Espinal e hijos, 56 pp.). Juan José Churión en El Teatro en Caracas afirma que habría escrito una comedia titulada Castigo de un jugador de la que se sabe poco (Churión, Ob. Cit., Caracas: 1924, p. 209), pieza a la que el informadísimo Ángel Raúl Villasana hace una vaga referencia en su voluminoso Ensayo de un repertorio bibliográfico (Ob. Cit., Caracas: 1976, BCV, p. 86). Otro guion del mismo género fue El loco, estrenada como la anterior a finales del siglo XIX (Carlos Salas, Materiales para historia del teatro en Caracas, Caracas: 1967, p. 351).

En las ancas de este ilustre latinoamericano olvidado, ambas naciones transitaron el viaducto entre la imagen en lienzo y el descubrimiento del daguerrotipo.

Celestino Martínez (1820 – 1885) posee la solvencia de haber escrito la primera obra de teatro-histórico conocida en Venezuela. Como autor es el primero en transmitir la Guerra de Independencia, no como una guerra ‘internacional’ sino una guerra ‘social’ la cual afectó, sensible y principalmente, a la familia venezolana del periodo poscolonial y prerrepublicano.

Ensayistas contemporáneos reivindican la creación del artista. En su libro El culto a los héroes y la formación de la nación, Napoleón Franceschi relaciona su prosa con las reminiscencias histórico-nacionalistas contenidas en las plumas de Pedro Arismendi Brito, José Bernardo Gómez, Francisco González Guinán y Felipe Tejera (Franceschi González, Ob. Cit., Caracas: 1999, p. 232). Por su parte, Dunia Galindo en Teatro, cuerpo y nación (Op. Cit.) fija el significativo aporte del autor a las candilejas venezolanas. Advierte que Celestino Martínez no solo es padre del teatro histórico, sino el primero en construir, bajo la influencia del romanticismo, el imaginario sobre el culto a los héroes.

Celestino Martínez es padre literario del imaginario épico-nacionalista venezolano. Si Juan Lovera (1776 – 1841) trasciende como el ‘pintor’ de la nacionalidad, con su lienzo de la firma de Independencia, su alumno Celestino deja en la dramaturgia aportes que señalan caminos seguros en el proceso de ‘transferencia’ de la aprendida historia oficial. Lovera, como testigo de los sucesos que pinta, encripta en un lienzo a los protagonistas del 5 de julio de 1811. Martínez los muestra desnudos frente al drama de la guerra.

Celestino Martínez, padre del teatro histórico venezolano. Patrimonio inmaterial de Venezuela.
Celestino Martínez es discípulo de Juan Lovera en el imaginario épico nacionalista venezolano. En la gráfica el óleo de Lovera, Firma del Acta de Independencia, 1811, que reposa en el Palacio Federal Legislativo. Foto reproducción vereda.ula.ve

En los prolegómenos del positivismo, con su Venezuela heroica (1881),  Eduardo Blanco flamea en las letras nacionales como ‘hacedor’ del imaginario histórico. Cuarenta años antes, con el melodrama ¡Araure! (1841), Celestino Martínez es pionero en la construcción de un género afín. De algún modo, Martínez inicia la ‘desmitificación’ de la historia. Su texto expone el hecho bélico como un acto humano y familiar. Los personajes de la obra no son próceres, sino vecinos comunes que transitan y presencian el drama de la guerra. Pese a su tratamiento ingenuo, la trama posee el mérito de ser proscenio de la literatura nacional que en los siglos venideros ‘construirá’ el imaginario nacional.

Ilustre desconocido del presente, con el melodrama ¡Araure! Celestino Martínez trasciende a la historia como de uno los primeros cinco autores que usan la Batalla de Araure como referente para transferirla a las bellas artes. Apoyados en el mismo tema, en orden sucesivo destacan: Andrés Bello, poesía (1823); Eduardo Blanco, narrativa (1881); Arturo Michelena, pintura (1883) y Tito Salas, pintura (1921).

Con justicieros méritos frente a la posteridad, Celestino Martínez seguirá siendo no solo el precursor del imaginario épico-nacional sino el iniciador —en las bellas artes venezolanas— de la loa histórica con fines estéticos. El legado de sus vigentes y visionarias creaciones, continúa iluminando el camino hacia otras expresiones y otros géneros.

Fuentes consultadas

OspiiNa DuKe, Zariis. Arte del siglo XIX. En el blog Arte y Cultura Colombiana, 14 de noviembre de 2009. https://goo.gl/c2zEyW.

Consultado en febrero de 2018.

Bolívar, Wilfredo. 1840: ¡Araure! en el teatro histórico. En Diario Última Hora, – Acarigua-Araure; Septiembre-octubre de 2013 – [Ocho entregas].

_______________, ¡Araure! [1845 – 1883] por Celestino Martínez. En Blog Bicentenario de la Batalla de Araure, 15 de octubre de 2013. https://goo.gl/sFjLhg.

Boulton, Alfredo. 20 retratos del General José Antonio Páez. Caracas: 1972.

Cagua, Andrea. José María Espinosa y la configuración del arte nacional. En bibliotecanacional.gov.co, https://goo.gl/JATM5j. Consultado en febrero de 2018

Camille Pissarro y Venezuela. Una huella que duraría toda una vida (Segunda parte). [Retrato de Celestino Martínez]. En vitae.ucv.ve, octubre –diciembre 2013. https://goo.gl/8rLWSv.

Esto es Venezuela, Caracas: 1981.

Franceschi González, Napoleón. El culto a los héroes y la formación de la nación. Caracas: 1999.

Galindo, Dunia. Teatro, cuerpo y nación. Monte Ávila Editores Latinoamericana. Caracas: 2000.

Herrera, Carlos E. Un Araure muy recio (2013). En el blog Bitácora Crítica, https://goo.gl/34VJ69.

Laverde Amaya, Isidoro. Viaje a Caracas (1885).  Tipografía de I. Borda.

Los cazadores a caballo en la posada 1866 por Celestino Martínez [litografía]. En commons.wikimedia.org, https://goo.gl/Zv3KRt.

Machado, José Eustaquio. El día histórico – Caracas: 1929.

Marín Primera, Egly Colina. Celestino Martínez. En eglycolinaprimera.blogspot.com, 2 de enero de 2017. https://goo.gl/1McKty.

Martínez, Celestino, ¡Araure!: drama histórico en tres actos. Caracas: 1883, [5] 48 pp. Revista Nacional de Cultura – Caracas: 1948, N° 70, sept-oct.

Salas, Carlos, Materiales para historia del teatro en Caracas, Caracas: 1967.

Salvador González, José María. Pintores venezolanos durante el monagato (1847 – 1858). https://goo.gl/5bCQms. Consultado en febrero de 2018.

Verenzuela T., Sonia. Celestino Martínez Sánchez. En venezuelaehistoria.blogspot.com, mayo 2016. https://goo.gl/6rwVH7. Consultado en febrero de 2018.

Villasana, Ángel Raúl, Ensayo de un repertorio bibliográfico venezolano. Caracas: 1976.

 

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