
Nombre: fachada-monumento del antiguo Hospital Vargas de San Cristóbal
Año: 1927.
Autor: Jesús Uzcátegui.
Tipo de patrimonio cultural: tangible / inmueble.
Administrador custodio o responsable: alcaldía de San Cristóbal, Táchira.
Historia
Descripción
Valores patrimoniales
Situación actual
Ubicación
Fuentes consultadas
La fachada-monumento del antiguo hospital Vargas de San Cristóbal (1927) es un conjunto escultórico sin precedentes en la arquitectura ornamental venezolana. Cercana e inaprensible a la vez, resulta una panoplia de imágenes simbólicas expuestas a quien ingresa o traspasa su puerta.
Historia
Soliloquium

En un día de lluvia y ventiscas nos detuvimos frente a la fachada o imafronte del antiguo Hospital Vargas. Su captura y revelado ante el lente fotográfico permitió comprender que -a pesar del arte y de la majestuosidad que la envuelve- continúa siendo un elemento urbano solitario, desconocido y en ocasiones ignorado por el habitante de San Cristóbal (estado Táchira, Venezuela).
Por ello, quede este trabajo como memorial que permita contemplar, comprender y admirar su profusa riqueza de estilos -verdadero collage de lenguajes arquitectónicos- así como la historia de esta casi centenaria edificación, tan singular e irrepetible.
La misma ha de convertirse en un hito-destino del espacio urbano de la ciudad de San Cristóbal. Así, hará de ella un lugar especial de encuentro de todos los ciudadanos con su memoria histórica, los propios y de quienes nos visitan.
De su ubicación
En el siglo XIX, el emplazamiento del actual monumento comenzó a ordenarse y regularse en 1851, cuando el Concejo Municipal de San Cristóbal, por ordenanza de fecha 24 de marzo, acordó urbanizar –en prolongación de la cuadrícula histórica de la ciudad, a partir de la plaza mayor- los terrenos del caserío de La Ermita como zona de ensanche de San Cristóbal (Plano de San Cristóbal, de 1883). Por igual, para 1859 se conoce que la última calle de ese urbanismo era la denominada Transversal 14ª o «Calle del Cementerio» (al presente, la calle 16).

A fines de siglo, la cuadrícula o cuadra donde se edificaría con posterioridad el Hospital Vargas recibió el nombre oficial de plaza Monagas (en el siglo XIX), ubicada en el sector San Pedro (ver plano de San Cristóbal, de 1903), si bien el común de la población la continuó denominando y denominaba plaza San Pedro. Ya para 1930, por ordenanza de la municipalidad de fecha 5 de diciembre, y una vez construido el hospital, lo que restaba de la vieja plaza recibió el nombre oficial de Alameda del Hospital Vargas, situada entre las calles números 16 y 17 de Córdoba y Arismendi, y de las carreras 6 y 7 del Comercio y Carabobo.
En la actualidad, el parque frente al monumento recibe el nombre oficial de Pedro Antonio Ríos Reina en homenaje al eximio violinista, director de orquesta y promotor cultural tachirense, nacido en la ciudad de San Juan de Colón (en 1903) y fallecido en Nueva York (en 1971).
Un nuevo hospital para San Cristóbal
Para inicios del siglo XX, las antiguas instalaciones del Hospital San Juan de Dios, inaugurado el 20 de enero de 1874, resultaban insuficientes para una ciudad que iba incrementando considerablemente su importancia regional, así como su población urbana.
Por ello, el 27 de junio de 1906 el presidente del estado Táchira, general Luis Valera, dictó el decreto de creación y construcción de un nuevo hospital para la ciudad, frontero a la plaza Monagas. Esta sede, destinada al diagnóstico y tratamiento de enfermos, donde se practicaría también la investigación y la enseñanza, recibió por epónimo el de «Dr. José María Vargas».
El doctor José María Vargas (1786 – 1854) fue un eminente médico venezolano y el primer presidente civil de Venezuela, entre 1835 y 1836, siendo derrocado por una revuelta de los militares.
El decreto ejecutivo especificaba en uno de sus apartados «»¦ construir en el área que ocupa la plaza Monagas de esta ciudad, un edificio, llenando todos los requisitos de la ciencia y ofreciendo condiciones de capacidad suficiente para contener cien enfermos de uno y otro sexo, el cual servirá para hospital de caridad que se denominará oficialmente ‘Hospital Vargas de San Cristóbal’ y se dotará de un aporte de mil bolívares mensuales».
Colocada solemnemente la primera piedra de la edificación del nuevo Hospital Vargas el 5 de julio de 1906, los continuos cambios drásticos en la política regional y nacional relegaron la construcción decretada hasta un segundo intento -por igual relegado- en 1909.
En 1914 el general Eustoquio Gómez, nuevo presidente del estado, asume como compromiso personal la construcción del hospital hasta el punto de ir a supervisar personalmente, y con regularidad, el avance de las obras. Al entregar el gobierno regional, en 1925, la mayor parte de la estructura arquitectónica ya estaba finalizada y en proceso de ordenación interna.

La construcción del Hospital Vargas siguió -tanto en el diseño como en la estructura- lo especificado en las antiguas ordenanzas de los hospitales militares de la época española: una construcción en mampostería y tapia pisada, de dos plantas en la crujía o lado que daba a la alameda o plaza y de una en el resto de la edificación. Techos a dos vertientes, con armadura en madera y recubierta con teja. Todo trazado con una simetría, a partir del eje principal marcado por la capilla del hospital. Generando así un espacio rectangular ordenado por dos patios centrales –de influencia romana y mora-, enmarcados entre pilastras intercaladas con columnas y corredores.
Bendición y panegírico

El nuevo hospital fue bendecido por el primer obispo de la Diócesis de San Cristóbal, v. Servi Dei Mons. Tomás Antonio Sanmiguel, e inaugurado el lunes 19 de diciembre de 1927, a las 5:00 p. m., con una parada militar y como orador de orden el Dr. Manuel Toro Chimíes, Secretario General de Gobierno. Este inició su discurso, en esa semántica adulatoria y de caudillaje característica de los aduladores de oficio -infaltables personajes de la picaresca política venezolana que ha persistido en la propaganda oficial desde 1830 hasta el presente-, en los siguientes términos:
«En el nombre del Señor General Juan Alberto Ramírez, y del Gobierno que preside, declaro solemnemente inaugurado, con el nombre eminente de Vargas, este Hospital de San Cristóbal. Y recojo toda la gloria que irradia su inauguración para el Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República, por ser el único a quien ella corresponde en justicia, ya que cuantos concurrieron a la erección de este edificio, y a su habitación para el servicio público, no fueron más que obreros ejecutores de su pensamiento y voluntad. / Es éste el más hermoso homenaje que podemos tributar al ínclito caudillo de la paz nacional, en esta fecha, que nos recuerda aquella otra en que él, con el corazón puesto en lo alto y la mano sobre la cruz de su espada, como los antiguos cruzados, juró la redención de la Patria por la reivindicación de sus fueros inmanentes y el implantamiento definitivo de la justicia, tutelado por la fuerza incontrastable del derecho».
Una Junta Médica -presidida por el Dr. Domingo Semidei G. (1867 – 1935)- conformada por los galenos de mayor reconocimiento en la ciudad, asumió su dirección. La atención de instalaciones y cuidado de enfermería fue confiado a las Hermanitas de los Pobres de Maiquetía (congregación religiosa fundada en Maiquetía, Venezuela, en 1888) y conocidas para la época como Hermanitas de la Caridad. Nueve religiosas iniciaron sus labores en el nuevo hospital.
El 1ero de septiembre de 1958, con el traslado del antiguo hospital a las modernas edificaciones y estructuras del actual Hospital Central de San Cristóbal, la sólida edificación de 1927 entró en su proceso natural de extinción, al perder la función original para la cual fue construida y no acertar –tanto autoridades como urbanistas- en una rehabilitación funcional de los espacios y edificios.
Arte superviviente

La fachada del antiguo hospital Vargas se había convertido en inútil fragmento o retazo de una ciudad -que se renovaba como especie colcha de retazos-, y el cual había que sustituir por otro nuevo.
Así, a fines de la década de los setenta del pasado siglo, se derribaron todas las edificaciones de la estructura para la realización de un proyecto cultural coordinado desde la Biblioteca Nacional (Caracas) por su directora, doña Virginia Betancourt. El mismo incluiría a las sedes de la Biblioteca Pública del Estado, el Archivo General del Estado Táchira y amplias áreas verdes y de esparcimiento. La maquinaria moderna, convertida en hado contra el patrimonio, se detuvo y dejó solo en pie, aislada y solitaria, sobre campo yermo -pues el proyecto no se materializó en esa ocasión- la artística fachada de la capilla y acceso principal.

En octubre de 1982 llega la orden final de demolición. Se consideró –en ese momento- que la misma no era de utilidad pública. Su estado de deterioro y vetustez –según funcionarios expertos en urbanística, de Caracas- sugería su desmantelamiento, por cuanto su permanencia interfería en los planes de reutilización de ese espacio urbano. Primero, manteniendo el proyecto de la Biblioteca pero descartando el del Archivo General del Estado, como área para un auditorio con capacidad para 450 plazas -obra que por igual no se concretó. Posteriormente se realizó una amplia plaza de embaldosado, denominada de las Banderas. Esta, en menos de un quinquenio, se desmanteló parcialmente para construir, sobre ese espacio, la edificación de la Biblioteca Pública del Estado.
En esa ocasión solo la intervención de los vecinos o residentes en los alrededores del antiguo Hospital Vargas, la campaña de información y concienciación patrimonial de los periódicos de la región, en especial el Diario Católico a través de la valiente acción de la periodista -ya fallecida- Orfilia Contreras y la acertada intervención de algunos funcionarios del ejecutivo del estado de la época, logró detener la inminente destrucción del monumento, alcanzándose únicamente a retirar una pequeña campana de bronce que pendía de la torre derecha (izquierda del observador) de la fachada. La misma fue restituida a su lugar original en el mes de diciembre del referido año.
La restauración
El proceso de deterioro y desintegración de las partes que conforman la obra fue contenido en 1997, cuando la Gobernación del estado Táchira, a través de la Corporación Tachirense de Turismo, encarga a la arquitecta Sonia Becerra Van der Linden los trabajos de restauración y reproducción de la hipotética capa cromática original (como la verían los coetáneos del maestro Jesús Uzcátegui) de la fachada-monumento. Serían los primeros pasos para el desarrollo de un proyecto de restauración mayor, ideado en 1994.
En 2007 recibió un nuevo tratamiento de consolidación y pintura sobre las estructuras restauradas en 1997, si bien, en cuanto al uso del espacio que rodea a la fachada-monumento, aún no se acierta en una solución funcional urbanística y ornamental acorde con la naturaleza histórica del mismo.
Del autor
Don Jesús Uzcátegui era de las Sierras Nevadas merideñas, de la población de Ejido. Solo se conoce de su biografía que nació allí, a mediados del siglo XIX. Fue el único oficial mayor que se residenció en el estado Táchira, junto con don Juan de los Santos Rangel, cuando este alarife mayor finalizó –con su grupo de trabajadores y al igual que él, merideños- los trabajos de construcción, remodelación y ornamentación de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Consolación, en Táriba (entre 1904 y 1909).
Autodidacta, destacaba en la escultura y en la ornamentación de exteriores en relieves. Si bien se formó en la escuela de la experiencia con el maestro Juan de los Santos Rangel, de la calidad de su decoración escultórica se evidencia el desarrollo de un estilo personal, singular y pintoresco, en el sentido artístico de la palabra, entendida como el deseo de inclusión de todo lo hermoso, vivo, colorido y animado en la estética de las artes.

Las únicas obras de ornato público del maestro Jesús Uzcátegui que conserva la ciudad de San Cristóbal son la fachada-monumento del antiguo Hospital Vargas, con sus trazos ornamentales y esculturas de remate; el panel -con el escudo nacional- en el ático que corona o remata la fachada central o de entrada del Palacio de los Leones (sede de la legislatura del estado Táchira); las figuras en bulto redondo de los leones, en el mencionado palacio, así como los grandes vasos ornamentales que remataban la cornisa de coronamiento de la edificación; la fachada de la antigua capilla y ornamentación de entrada, y de balconada, del edificio del Seminario Diocesano de San Cristóbal, en la actualidad la Biblioteca de la Universidad Católica del Táchira (sede antigua).

Fuera de la ciudad, y obra artística del maestro Uzcátegui, se conserva la fachada neoclásica o imafronte de la iglesia parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá (de 1908), en Lobatera (estado Táchira).
No es posible proyectar sin pensar. En consecuencia, y en orden inverso, solo a partir del análisis iconográfico e iconológico de la proyección de sus obras –aquellas que subsisten-, se puede deducir la forma de pensar y de concebir el arte por parte de Uzcátegui, un olvidado artista regional de principios del siglo XX.
Su impronta dejó huella en la volátil imagen urbana de San Cristóbal, por cuanto, y en el criterio de Maurice Rotival (ingeniero y urbanista francés, 1897 – 1980) «el carácter estético de toda ciudad lo determina la ejecución de una porción de ella».
Del alzado o diseño de la fachada
Esta obra, exponente de la construcción ornamental tachirense de principios del siglo XX, introduce como elemento innovador en la arquitectura urbana de la época una estructura de pronunciada verticalidad y sin volúmenes, matemáticamente simétrica, ornamentada –con predominio de bajorrelieves- de forma vívida y pintoresca, con base en la adopción y reelaboración de elementos pertenecientes a modelos estilísticos historicistas (renacimiento, gótico, barroco e islámico). De allí que puede contextualizarse la obra -en lo arquitectónico- como propia de la tendencia del eclecticismo.
Al encontrarnos frente a ella, se tiene que el programa iconográfico pensado por el autor se proyectó y materializó a partir de una fachada en Arco de triunfo (estilo inspirado en las formas clásicas del Arco de Tito, en Roma, levantado en el año 81 d.C. Esta obra estaba estructurada en un único cuerpo y un ático o remate).
Asimismo, su verticalidad permite definir la fórmula general compositiva o geométrica renacentista –una ortodoxia albertiana- de esta fachada, en dos pisos con aletas (ya desaparecidas) que los relacionan. Estos niveles compositivos son: el primero o arco propiamente, y el segundo de coronamiento (ático o remate).
Descripción

La fachada, levantada y adosada al muro oeste de cerramiento del edificio del hospital, frente a la antigua alameda y actual parque, presenta (en su primer nivel y elevándose a su vez sobre las dos plantas de la edificación o crujía oeste) una gran puerta de entrada o acceso al recinto bajo un arco central de medio punto, que se eleva sobre sus propias pilastras dórico-toscanas de fuste exento y abarca toda la altura hasta el entablamento. Este arco genera a su vez dos triángulos, moldurados y lineales que cumplen la función ornamental de las albanegas o enjutas.
La puerta -en el primer nivel de la obra-, originalmente una armazón de madera en forma romana (rectangular de dos batientes, con artesas casetoneadas rectangulares, montante o arco superior estático para iluminar el interior cuando esté cerrada la puerta, y batiente menor de acceso), engoznada o puesta en el quicio y asegurada con cerrojo, está flanqueada por dos pilastras dórico-toscanas (a lado y lado) con éntasis, que se levantan sobre un moldurado y decorado basamento discontinuo. Las pilastras, ornamentales y formadas en bajorrelieve, se enriquecen en su fuste con líneas y formas tomadas de las tracerías del flamígero.
En los tramos, entre cada par de pilastras, se detalla un perfilado marco de arco compuesto o angrelado inspirado en el flamígero, con arquivoltas sin decoración.
En el marco de la derecha (izquierda del observador) y sobre un paño de sebka –red de rombos tomada del arte islámico- enmarcado por hojarascas, se encuentran los símbolos de la praxis de la ciencia médica como un matraz antiguo, una probeta y una balanza. Destaca en el centro la copa y la serpiente, atributos de la diosa griega de la salud, Higea o Hygeia (de donde deriva el vocablo castellano higiene).
En el marco de la izquierda (derecha del observador), se ubicó la representación de la teoría de la ciencia médica, simbolizada en los libros de estudio e investigación en el arte de Asclepios o Asclepius.

Todo el conjunto del primer nivel, o del arco de triunfo, está rematado por un adintelado y moldurado entablamento, de cornisa voladiza continua y frisos ornamentados –en detalle- con formas de hojarasca serpenteada. Este entablamento cumple a su vez la función de divisor de los dos niveles estructurales de la fachada.
Por imágenes fotográficas de época se conoce que el autor había colocado, en las esquinas de unión del cuerpo de la fachada con la porción del muro de cerramiento que corre en línea recta (en el lugar donde se genera el ángulo de 90º entre dos estructuras de diferente anchura que se superponen), un elemento ornamental renacentista denominado aleta.
Para ello, creó originales y ondulantes formas en follaje, caladas, que –a semejanza de la silueta de un grifo ornamental- eliminaban el ángulo y producían a su vez una transición visual armónica entre los dos niveles de la fachada y el muro de cerramiento del edificio. Estos elementos ya desaparecieron.
El segundo nivel de la fachada o superior, y siguiendo los cánones albertianos, el autor duplicó los frontis. Así, en la prolongación de la puerta de acceso a la antigua capilla, se ubicaron tres reducidos vanos con arcos angrelados (actualmente cerrados en su sección posterior), y sobre estos un primer frontón, moldurado, curvo e imbuido que contiene en su tímpano la inscripción «HOSPITAL VARGAS».

Sobre el frontón, con albanegas o enjutas ornamentadas con alargadas hojarascas, se encuentra una balaustrada sostenida por balaustres semiesféricos de pronunciado éntasis. La misma está rematada a su vez por un segundo y último frontón de coronamiento, quebrado -estilo francés o brisé– y con volutas, que convergen en el vértice superior del mismo.
En la sección de convergencia, entre pronunciadas molduras laterales salientes -que semejan caulículos- se ubica un pedestal con una escultura alegórica, en bulto redondo. La figura, en principio, se puede asociar con un modelo tomado de la antigüedad clásica como lo eran los daducos (del griego δαδοῦχος o daidoûkhos, sacerdotes portadores de la flama sagrada en los misterios eleusinos, en honor a la diosa Demeter o Ceres), representa a una mujer revestida de ricos ropajes griegos antiguos, ceñidos por medio de una faja, cinta y cordón que rodea varias veces el cuerpo. Porta por igual una capa magna, cuya cauda está replegada en la cintura.

No obstante, si nos imbuimos en el pensamiento religioso de la época, se podría asociar con la figura representativa de las Virtudes Teologales, empleada a partir del Renacimiento en la iconografía occidental. La antorcha simboliza la fe, la cartela con la inscripción ‘amor’, simboliza la esperanza, y el corazón, la caridad. Un modelo de esta forma representativa se puede apreciar en la pintura mural de Rafael Sanzio (1483 – 1520), titulada Las virtudes cardinales (Museos Vaticanos, Roma) donde una antorcha -de idénticas características- fue reproducida.
Al comparar el estado actual de la escultura con fotografías de época, se evidencia cómo el tiempo ya ha desdibujado los precisos detalles de esas vestiduras y ha desprendido partes, como ha sido el caso de la capa magna (en su sección derecha –izquierda del observador) cuya cauda está recogida hacia la cintura.
La mujer, nimbada con estrellas, sostiene en alto una ondulante flama doblegada por el viento del Norte –y ya desdibujada- y con su mano izquierda (derecha del observador) una especie de patena, en forma de corazón ardiente, unidas ambas figuras por una cinta o filacteria.
En la base de la antorcha y flama se encuentra una cartela que, originalmente (por fotografías de época), tenía la inscripción «AMOR», en la parte inferior de la cinta o filacteria la conjunción gramatical «Y». Sobre la especie de patena en forma de corazón ardiente, la inscripción «CARIDAD».
Tomadas de la primera carta de San Pablo a los Corintios (1cor 13), síntesis insuperable del amor caritativo, estas palabras se registran en un himno eucarístico altomedieval, del siglo X (si bien el texto o letra y la melodía original como antífona son más antiguos, del siglo IV de nuestra era), el «Ubi caritas et amor, Deus tibi est / Donde hay caridad y amor, allí está Dios». Se cantaba, en latín, en la Liturgia de las Horas y con especial solemnidad el Jueves Santo, en tono de gregoriano, solo o alternado con el himno «Pange Lingua», en el momento de trasladar el Santísimo procesionalmente al monumento.
Continuando con la descripción de la fachada, en el resto de la parte superior, a lado y lado y como prolongación de las secciones inferiores o del primer nivel, se levantaron dos torrejones simétricos de sección rectangular. Estos cumplen la función de campanarios, tipo espadaña. Como solución para reducir el peso de la estructura sobre los muros de cierre, el maestro Uzcátegui aplicó un vacío y oquedad central que recorre verticalmente cada torre, no visible sino por el lado o sección posterior.

Cada torre o torrejón –nombre artístico que las identifica por su tamaño- está conformado en tres niveles: base, habitáculo y remate. La base reproduce las formas ornamentales presentes en el primer nivel, con excepción de las pilastras y las figuras o símbolos.

El habitáculo lo forma un vano con arco compuesto angrelado con ornamentos adaptados que evocan el barroco y arcos angrelados ciegos y entrecruzados, que evocan el flamígero. Su función es resguardar las campanas (no se ha podido verificar si estos bronces presentan inscripciones dedicatorias). Cuatro marmolejos (columnas pequeñas), acantonados y con capiteles angulares, sostienen a su vez el remate que cubre el habitáculo.
Este remate está formado por un linternón inspirado en las líneas del barroco inglés, y sobre el mismo, como coronamiento de los laterales del cuerpo superior de la fachada, unas trabajadas esculturas en bulto redondo. Son la representación de dos águilas, la de la derecha (izquierda del observador) en posición de aterrizaje o finalizar el vuelo; la de la izquierda (derecha del observador), en posición de alzar o iniciar el vuelo.

Valores patrimoniales
Cual Pórtico de la Gloria compostelano, resulta un enigma descifrar el sentido exacto del programa iconográfico pensado por el escultor para la fachada del antiguo Hospital Vargas. La organización del conjunto no tiene precedentes en la arquitectura ornamental venezolana.
Así, ante el silencio del autor y del tiempo, solo es factible plantear conjeturas hipotéticas con base en el método iconológico aplicado a las formas ornamentales de las esculturas.
Nos encontramos frente a una puerta. En lo funcional, permite entrar y salir de un lugar. En lo artístico, el apuntado perfil de las formas que la ornamentan puede contener un mensaje implícito.

Desvelar los secretos del alarife que la creó al imaginar su obra elevada sobre el mar de tejas del viejo hospital, en un despliegue de creatividad y talento artístico, es algo que escapa de las sucesivas interpretaciones que le brinda el curso de la historia. Cercana y la vez inaprensible, la fachada resulta una panoplia de imágenes simbólicas expuestas a quien ingresa o traspasa su puerta.
Por ello el maestro Uzcátegui, al esbozar su diseño ideal de la fachada sobre un viejo y cuadriculado papel gris verdoso, con trazos en lápiz negro o carboncillo, bien pudo dilucidar: «Esta es la casa de la praxis y la teoría médica (relieves a lado y lado de la puerta principal), donde se nace (águila de la derecha de la fachada) y donde se muere (águila de la izquierda). Donde el valor de la vida (símbolo de la flama o fuego vivo regenerador y perenne que sostiene la mujer) es el bien primero (la antorcha en alto que porta la flama), y por la cual se vela perennemente, con amor y caridad (inscripción en la cinta o filacteria y la especie de patena en forma de corazón)».
No obstante, nos encontramos con una incógnita. Siendo la entrada previa a un espacio de carácter religioso (capilla y capellanía), por qué el maestro escultor dejó exenta la obra de los tradicionales símbolos cristianos que presidían este tipo de edificación, y más en el contexto de la época de construcción, una sociedad reconocida por unos como religiosa y por otros como levítica.
Solo se podría señalar, como excepción, la presencia de la escultura en forma de mujer que podría representar las Virtudes teologales y la inscripción Amor y Caridad, cuidadosamente grabadas por el autor en la escultura señera, y sus formas simbólicas. Una evocación de las alegrías y padecimientos de los enfermos que por allí pasaron y de la labor caritativa y de cuidado de los médicos y hermanas de los pobres, que allí laboraron.
En la iconografía cristiana tradicional o canónica el amor, que es manifestación de una vida plena, se representaba a través de la llama ardiente y la caridad en forma de un corazón ardiente. Así se representó -en forma de corazón ardiente- el atributo de San Agustín, el santo obispo de Hipona quien escribió «La medida del amor es amar sin medida».
Todo un compendio teológico que el viejo catecismo tridentino (vigente para la época de la construcción del hospital), resumía en las siguientes palabras: «Por la fe se tiene el conocimiento de Dios, por la esperanza, se tiene la confianza en el cumplimiento de las promesas de Cristo y por la caridad, obramos de acuerdo con las enseñanzas del Evangelio».
Todo ello para recordarnos, tal vez, que nadie encuentra su propia plenitud sino en la entrega sincera de sí mismo a los demás. En estas palabras se compendia la antropología cristiana, como teoría y praxis, fundada en el Evangelio.
A noventa años de haberse erigido este frontis, la antorcha en alto de su escultura central mantiene -a su vez- la vigencia simbólica que la inspiró y realizó. El papa Benedicto XVI, en su encíclica Deus caritas est -Dios es amor-, en 2005, lo recuerda: «El amor es una luz -en el fondo la única- que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da fuerza para vivir y actuar. El amor es posible y nosotros podemos ponerlo en práctica porque hemos sido creados a imagen de Dios. Vivir el amor y así llevar la luz de Dios al mundo».
Situación actual
Panteón de Tachirenses Ilustres. Al despedirnos de esa vetusta estructura y de su valioso contenido simbólico -espiritual y humanitario, sobrevino la inquietante interrogante sobre su destino, su futuro: ¿permanecerá y se le recordará como eslabón arquitectónico y urbano entre la ciudad histórica y la actual? o ¿podrá la arquitectura de hoy preservar y revitalizar sus formas y contornos como símbolo de identidad del ciudadano de hoy y de mañana? Solo el tiempo, la reflexión profunda y no superficial, las voluntades y la sindéresis de los tachirenses darán sus respuestas.
En el camino de retorno, hicimos un ejercicio de composición de lugar -que permite al ser humano iluminar su imaginación- y prolongamos así, en los años venideros, su presencia monumental y útil.
A partir del mismo, resulta factible, a mediano plazo, su reconversión y transformación en un espacio histórico que permitirá el desarrollo de las capacidades culturales y la preservación de la identidad del ciudadano que traspase sus umbrales o lo alcance a otear desde la lejanía.

Una correcta restauración y recuperación integral -y armónica con el contorno que se proyecte, sin despojar la fachada-monumento de su impronta histórica, la mantendrá viva, la revitalizará, y le devolverá su valor urbano.
Restaurar este patrimonio edificado, en cuanto a la fachada-monumento y el espacio original de la antigua capilla del hospital, con el criterio conceptual de darle un uso como Panteón de Tachirenses Ilustres, crearía un espacio en el cual se colocarían las laudas o placas memoriales que resguardarían las cenizas del Cayetano Redondo, Cora Sánchez de Terán, Dr. Leonardo Ruiz Pineda, Pedro María Morantes, don Carlos Rangel Lamus, el general Juan Pablo Peñaloza, el general Régulo Olivares y del tachirense más universal de todos los tiempos, el general Rafael de Nogales Méndez. Entre los cenotafios debe destacar aquel que se dedicaría a la memoria del Dr. Ramón J. Velásquez.
De esta forma, la fachada-monumento del antiguo Hospital Vargas se convertiría en referente y símbolo de la historia médica y urbana de la ciudad de San Cristóbal, y en hito urbano ejemplar como último lugar de descanso de las cenizas de los tachirenses más ilustres, quienes merezcan, por haber practicado en grado heroico los más altos valores humanos y ciudadanos, trascender, inmortalizarse y consustanciarse, desde allí, con la Eternidad.
Ubicación
La fachada- monumento del antiguo Hospital Vargas se encuentra entre la calle 16 y la avenida Batalla de Carabobo (conocida como avenida Carabobo), y la carrera 6 y avenida General Isaías Medina Angarita (o Séptima Avenida), del sector San Pedro, en La Ermita. San Cristóbal, estado Táchira.
Fuentes consultadas
Benedicto XVI. Deus caritas est -Dios es amor-, Librería Editrice Vaticana, Librerías San Pablo, Caracas, 2006, p. 68.
Benet, F. Guía General de Venezuela 1929. Ediciones de F. Benet, tomo I, Leipzig, 1929. p. 112.
Centro de Historia del Táchira. Nomenclatura de las Calles y Esquinas de San Cristóbal. En Boletín, agosto de 1956, Año V, Nº 15, San Cristóbal, p. 71. Ordenanza del 15 de febrero de 1859. Archivo de la Municipalidad de San Cristóbal, tomo I, Año 1859.
Diario Católico, San Cristóbal, ediciones de los meses de octubre y noviembre de 1982.
Díaz Brantes, Humberto. El estado Táchira, álbum gráfico 1930. San Cristóbal 1930, s/n. “Sinopsis de la numeración y nomenclatura de las carreras, calles, plazas, parques, puentes y otros lugares públicos de la ciudad de San Cristóbal, y de la división político-territorial de los municipios que integran el Distrito San Cristóbal, San Cristóbal a 5 de diciembre de 1930”.
Entrevistas (en 1989) con Don Jesús Manrique (1899 – 1994). Hijo y ayudante del alarife mayor Don Juan de los Santos Rangel.
Hernández Contreras, Luis. Diccionario de la música en el Táchira. Ediciones Proculta, San Cristóbal 1999, p. 157.
R.R. P.P. Benedictinorum Solesmensium, Cantus ad Processiones Ssmi Sacramenti, Juxta Vaticanam editionem, Librairie Saint-Joseph, Saint-Laurent-sur-Sévre (Vendée), 1920, pp. 16 – 17.
S.S. Juan Pablo II. Carta Encíclica Gaudium et spes, (n. 24).
Matiz, Leo (fotógrafo, 1917 – 1998). Fotografía de la sección superior de la fachada del Hospital Vargas, de fecha 30 de diciembre de 1960.
Villamizar Molina, J. J. Instantes del camino, ediciones de la Municipalidad de San Cristóbal, San Cristóbal, 1980, pp. 441-453.
Villamizar Molina, J. J. Páginas de historia del Táchira, Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, Nº 56, San Cristóbal, 1972, p. 70. Archivo de la Municipalidad de San Cristóbal, tomo II, Año 1855.
Villamizar Molina, J. J. Ciudad de San Cristóbal, viajera de los siglos, ediciones de la Municipalidad de San Cristóbal, 1992, pp. 406 – 407.
Investigación: Samir A. Sánchez. Profesor titular de Historia del Arte, Historia del Urbanismo y de Métodos en la Investigación Científica en la Universidad Católica del Táchira (San Cristóbal – Venezuela). Creador del blog educativo Proyecto ExpArt.
Hola, muy buen artículo, estoy interesada en una información, me gustaría por favor si me puede contactar.