
El monumento La Espiga, o monumento a la Agricultura en Acarigua y Araure (1981), marcó un hito dentro de las artes plásticas venezolanas. Un coloso curvo de 40 metros que desafió la arquitectura de finales del siglo XX, pero que hoy es reducido por el moho, el vandalismo y el abandono.
Wilfredo Bolívar, cronista de Araure. 15/4/2018.
El icónico monumento a la Agricultura, mejor conocido como La Espiga, en la conurbación Acarigua-Araure del estado Portuguesa, pasa por su peor momento: han desmantelado su sofisticada iluminación, vandalizado la estructura con grotescos grafitis, y el moho y hollín dejan asomar sensibles afectaciones de la gigantesca escultura”.

Su construcción marcó un hito dentro de las artes plásticas venezolanas en 1981. Concebido por el Arq. Gustavo Legórburu (1930 – 2013) y decretado por el presidente Luis Herrera Campins (1925 – 2007), se convirtió en su momento, después de la Virgen de la Paz en el estado Trujillo —ejecutada por el mismo mandatario—, en la segunda escultura más alta de Venezuela.
Edificada veinte años antes de concluir el siglo veinte, su construcción sigue siendo considerada una osadía de la arquitectura urbana, en estima a su estética y volumetría. La alegórica forma alabeada, o curva, de la obra recuerda al “manojo de mieses” del escudo nacional y desde 1985 es símbolo local de la Navidad. Sin embargo, en un país de carestías, su disminuido esplendor ha dado paso a otros significados de la urbe.
2017: patrimonio en peligro

En el año 2002, el Instituto del Patrimonio Cultural declaró el monumento a la Agricultura bien de interés cultural de la nación. El ente rector define la escultura como “una suerte de obelisco pero en la mejor manifestación del arte” y elogia sus “curvas sinuosas para mostrar una situación como de movimiento” (Catálogo del patrimonio cultural venezolano 2004 – 2009. Municipios Páez y Araure, p. 58). Con todo y la ponderada magnificencia, en la actualidad el monumento presenta un visible abandono.
Aunque se trata de una obra reconocida en Venezuela por su arquitectura de vanguardia, el estado de conservación acusa un alerta que amerita una ineludible intervención patrimonial. Los reflectores que anteriormente iluminaban la estructura no funcionan. Sobre la loza del monumento, los seis (6) focos de piso están totalmente dañados. Siete (7) poderosos fanales de luz permanecen rotos y sin luminarias. Las tranquillas de los cableados han sido prácticamente desmanteladas.

En los alrededores, lo que parecían tres astas de banderas lucen en completo deterioro. El monumento, con fisuras visibles, ha sido manchado con grafitis, los cuales han pintarrajado la base del obelisco. La antigua placa de bronce (85 x 50 cm), que precisaba el año de su construcción, fue robada desde mediados de la década de 1990, lo que imposibilita a visitantes foráneos la identificación patrimonial de la obra.
En cuanto a las propiedades originarias de su construcción, los exteriores han aumentado su tono brumoso y teñido, dejando atrás su lúcido esplendor en obra limpia. Una inmensa mancha negra, generada por el moho y hongo de la intemperie, deslucen su acabado original. Contrario a lo deseado, la ciudad se ha acostumbrado a su aspecto sombrío y enmohecido.
Un monumento que habla con la ciudad
La convulsionada dinámica social contemporánea del país ha concedido a la escultura igualmente otros usos. Si ayer fue una obra edificada para rendir homenaje a los agricultores, en la actualidad el monumento se ha convertido en lugar de concentraciones públicas para marchas y protestas como reacción a la crisis social, económica y política venezolana.
En mayo de 2017, sobre la cúspide del monumento, amanece colgado un inmenso rótulo de 20 metros que busca llamar la atención del presidente de la república. La acción es criticada en las redes sociales, calificándola como un ‘atentado’ al patrimonio cultural dada la significación del monumento. El 20 de del mismo mes, se convoca igualmente frente a la redoma un evento denominado “El espigazo agroalimentario”. La concentración usa el icono de la ciudad llanera como escenario principal para la protesta pública. Durante toda una mañana —como espigas— al pie de la obra crecen las pancartas y las opiniones, frente al máximo símbolo arquitectónico de una región marcada por la agricultura.

En 1982, cuando quedó totalmente concluido, el monumento a la Agricultura grabó un hito en los llanos centro-occidentales venezolanos que convirtió la escultura en alegoría a la otrora prosperidad agropecuaria nacional. En la Venezuela presente, desde Portuguesa la encumbrada estructura solo parece aguardar los días de Navidad para llenarse de luces y niños en sus alrededores.
A la espera de una restauración inexplicablemente postergada, como un altivo mástil, La Espiga anuncia el destino de lo que simboliza: la siembra y la cosecha como la actividad más antigua del hombre para alimentar los días por venir.
Hongo y humedad
La obra limpia de La Espiga fue usada para minimizar la exposición de los conductos capilares del hormigón. Aunque se tiene al hormigón como un elemento impermeable, el mismo ofrece cierta porosidad que deja pasar líquidos y gases. Esta es la razón por la cual la intemperie ha ido afectando de modo sensible la permeabilidad de sus poros. Naturalmente, al encontrarse el monumento levantado a cielo abierto, desde 1982 ha estado sometido a severos estados climáticos que han ido degradando su imagen.
La escultura está edificada en una región signada por dos marcadas estaciones climáticas, la estación seca y la estación lluviosa, las cuales presentan variaciones drásticas en el régimen de lluvias. Esta condición vulnera la permeabilidad del hormigón y los fluidos que penetran su interior.
A pesar de que la construcción del monumento previó cámaras internas de aire para una idónea respiración interior frente al acentuado clima, los exteriores de la obra presentan un aspecto visiblemente afectado por la intemperie. A ello contribuyen las altas temperaturas de una ciudad que ascienden sobre los 36° centígrados. Aunque esta condición facilita la evaporación durante la estación lluviosa, el monumento está expuesto a continuas cargas de humedad, minimizadas por la transpiración hacia la superficie.
El resultado de esta condición de absorción generó en el tiempo un hongo que ha ido modificando la fisonomía del monumento. El acabado original en obra limpia, ha dado paso a dilatadas manchas de moho que recubren los muros en visibles tonos negro grisáceosff. Esta herrumbre es el resultado de la humedad retenida por el agua de lluvia, producto de las variantes precipitaciones del piedemonte llanero donde se levanta el monumento.


En la actualidad (abril de 2018), puede decirse que esta decoloración natural del hormigón ha afectado el monumento en una extensión calculada en poco más de un 45 % de su aspecto exterior. Las partes altas de la escultura son las más empañadas. Las corrientes de aire y los cambios de temperatura generan concentraciones de humedad, causando daños a la superficie con la proliferación de microorganismos que han modificado su tonalidad originaria. A esta condición se unen otros factores ambientales, en especial la acumulación de hollín adherido a sus muros, producto de las emisiones de carbono impuro pulverizado y negruzco, generadas por los gases automotores.
La ubicación vial de La Espiga la coloca en franca desventaja frente a la contaminación ambiental. Edificada en la convergencia de tres importantes arterias viales, en la ciudad más industrializada de Portuguesa, tal condición agudiza su estado de conservación.
Al respecto, Pedro Francisco Almeida Pérez, un dinámico forista en las redes sociales sobre temas de historia, opina: “Lo que más contribuye a que este monumento esté manchado y sucio, además de los agentes naturales como la lluvia y el viento, es la cantidad de carbón y hollín, resultado de la combustión de los motores de los vehículos, que por ahí circulan”. En otro foro, el mismo Almeida Pérez adiciona: “Soporta también otros agentes contaminantes naturales del medio ambiente, como corrientes de aire y vientos que arrastran suciedad”.
1999: remozamiento del milenio

Entre 1981 y 1999, la falta de un periódico mantenimiento de la obra terminó por afectar su fachada en obra limpia. Dos décadas después de haberse construido, en el diario Última Hora de Acarigua del año 2005, el propio autor del monumento reporta la minusvalía de la escultura. Desde Caracas, refiere Gustavo Legórburu: “Transcurrieron veinte años [1980 – 2000] y no volví a verlo; eso sí, quien por allí pasaba de vez en cuando me informaba del lamentable estado de deterioro que acusaba” (Suplemento Dominical Hoy, 18-9-2005, p. 3).
La declaración del autor está vinculada a la visita que a finales de 1999 realizó a las ciudades de Acarigua y Araure, para participar en la iluminación anual de Navidad, evento organizado en ese año por la empresa estatal Electricidad de Occidente (Eleoccidente). Esta tradición fue iniciada en diciembre de 1985 por el Dr. Dimas Salcedo Nadal, presidente del concejo municipal de Páez (Acarigua). Desde ese año, anualmente se ilumina La Espiga y un samán contiguo existente en la redoma, mucho antes de construirse el monumento.
Movido por el arribo del nuevo milenio, en 1999 se interesó el Ing. César Rafael Romero, presidente de Eleoccidente decorar el monumento como todos los años. La intención se extendió al entorno de la escultura y contó como coordinador de las labores de remozamiento con el Ing. Jorge Luis Rojas Jaime.
Los trabajos incluyeron la tradicional decoración del monumento con profusas luces de Navidad, esta vez con la instalación de una gigante bandera luminosa suspendida desde la cúspide. Al pie del monolito, son reparados todos sus reflectores. Las tareas de rescate suman igualmente poda parcial de los árboles adyacentes, pintura de brocales, apertura de caminerías para acceso al monumento, rellenos con piedra picada y reparación de todos los postes de alumbrado en las tres avenidas que allí convergen.
Esta iluminación del monumento y del samán contiguo fue contratada a una compañía de Valencia, la cual instaló 2500 juegos de luces de 100 bombillos cada uno. Para sustentar la carga de iluminación, se instaló un banco de transformadores 3×50 Kva, sistema de control que fue resguardado por una pequeña cerca de madera instalada alrededor del árbol. Sobre los trabajos en la estructura de concreto, Rojas Jaime precisa: “El monumento se limpió con agua a presión. Eso lo hizo la misma empresa de Valencia, porque se iba a colocar la bandera de colores”.
La noche de la inauguración cuenta con la presencia del creador de obra, Gustavo Legórburu. Los trabajos resultan de su complacencia. Acerca de sus resultados, el arquitecto Legórburu recuerda: “Un día a principios del nuevo siglo, me invitaron gentilmente, la empresa estatal Eleoccidente (sic) a su inauguración. Llegué a Acarigua un mediodía y me fui directo al monumento. Lucía impecable, parecía acabado de construir” (Suplemento Dominical, Ib. p. 3).
¿Pintar o limpiar?

La intervención del monumento en 1999 ha representado hasta el presente la única intervención que ha recibido la obra desde su construcción en 1981. Anualmente, con relativas variantes, se repite la iluminación durante los días de Navidad, pero no se acometen tareas de limpieza a la colosal estructura.
Camino a sus cuatro décadas de edificación, el monumento requiere de modo inaplazable una limpieza integral. En un foro en las redes sociales, promovido en Acarigua el año 2014 por el memorista Freddy Escalona Rangel, se debate la conveniencia “intervenir” la escultura para erradicar el persistente hongo que visualmente afecta la obra.
El 29 de octubre de 2014, con la publicación de una imagen del monumento en su Facebook, Escalona Rangel escribe: “Me envían esta impactante imagen de nuestro principal monumento con la siguiente proposición: ‘Si me presentan un proyecto viable a través de esta misma vía virtual, que deje reluciente a La Espiga y la haga permanecer así con un plan de conservación, estoy dispuesto a costearlo, ya que ningún organismo oficial se interesa en hacerlo, mientras pasan los días y los elementos naturales la afean cada vez más”. Frente a la exposición, el internauta Pedro Francisco Almeida Pérez opina: “Difícil, pero no imposible, remover tanto hollín y carbón que proviene de las emisiones de gases de los motores; que le dan un tatuaje nada bonito a nuestro emblemático monumento”.
En febrero del 2018, en otro foro sobre el monumento promovido por la cuenta de Facebook Araure, rastros y rostros de Portuguesa, un citadino se atreve a sugerir: “¿Será que no se puede pintar La Espiga?”. Ante el exabrupto, la comunidad virtual eleva su enérgico desacuerdo. Para contravenir el dislate, el memorista acarigüeño Carlos García Yusti (Fanucho), precisa que el monumento requiere únicamente un ‘sandblasting or water pressure cleaning’ (limpieza con chorro de arena o con agua a presión). Más apropiado resultará lo segundo. Conocida como ‘hidrosaneo’, esta técnica se sirve del agua a presión para eliminar la corrosión del hormigón sano o enfermo.
La carencia de una intervención adecuada para devolverle la lozanía a este ícono de Acarigua-Araure, fomenta en las redes las opiniones más impensadas. Algunas se circunscriben a exposiciones sin peritaje, basadas en ideas superficiales. El 11 de febrero de 2012, bajo la errática conjetura de que el monumento permanece ‘inconcluso’, el administrador de la cuenta de Facebook Portuguesa, Venezuela expone: “Si la van a culminar deben hacerle un mantenimiento a la estructura y quitar todas esas matas horribles que hay a su alrededor (solo deben dejar al gran samán emblemático). Luego deben contratar a un paisajista para que haga un buen trabajo de jardinería e incluir sistema de riego por goteo”.
Por encima de opiniones que se alejan de un peritaje especializado, se requiere de una limpieza integral del hormigón a fin de devolverle al monumento su apariencia original obtenida en 1982. Una de las alternativas posibles debería considerar un tratamiento con productos impermeabilizantes.
Denominados ‘hidrófugos’, el uso de estos aditivos en el monumento podría minimizar los graves impactos de humedad, dado que sus componentes forman una película protectora sobre la superficie, los cuales, al contacto con el aire, se evaporan de modo fácil. La utilización de este moderno tratamiento mejoraría sustancialmente la impermeabilidad al agua sobre el hormigón y la obra limpia. Su impostergable uso minimizaría el deterioro del monumento expuesto contantemente a la intemperie.
Una historia de altura

El monumento fue construido entre 1981 y 1982, durante el mandato presidencial de Luis Herrera Campins (1979 – 1984) nacido en Acarigua el 4 de mayo de 1925. La redoma escogida para su edificación fue la confluencia de las avenidas 13 de Junio (Las Lágrimas), Los Agricultores y Los Pioneros, lugar definido por la exacta línea divisoria de las ciudades Acarigua y Araure.
La obra fue financiada con recursos del desaparecido Ministerio del Desarrollo Urbano (MINDUR) y su ejecución estuvo a cargo de la empresa barquisimetana Rodríguez Añez Ingeniería C.A. (RAICA), propiedad de los ingenieros Marcos Alberto Rodríguez Gutiérrez y Nerio de Jesús Añez Sánchez. El costo total de la obra se calcula en Bs. 4. 200 000.
Según su creador, Gustavo Legórburu Rodríguez (1930 – 2013), la imagen está concebida como una estructura de concreto armado, sostenida sobre un eje imaginario con rotación de 90° con acabado en obra limpia. Su altura de 40 metros está rematada en la cumbre por una ranura vertical de 10 metros. Esta “hendidura” como la llama su autor (que ocupa los últimos 4 tramos del monumento) simboliza la ‘unión’ de Acarigua y Araure, capitales de los municipios vecinos al norte del estado donde se levanta la obra.
Colosal logro de la ingeniería venezolana

La forma alabeada o curva del monumento fue un logro de la ingeniería venezolana de principios de la década de 1980. Ello fue posible gracias a la construcción de un gigantesco molde de hierro denominado “encofrado deslizante” que posibilitó la horma entorchada que la caracteriza. El encofrado fue construido por la compañía norteamericana EFCO de Venezuela, fundada en Iowa (EE. UU.), en 1934, por W. A. Jennings. Según el Arq. Gustavo Legóburu (hijo), fue la primera vez en el mundo que se usó un molde de esa compañía para construir una escultura. En méritos a tal logro de la ingeniería, la empresa EFCO usó la imagen a color del monumento en su revista Form Marks de circulación internacional.
Explicó en vida el creador del monumento que el mismo está resuelto por una figura geométrica denominada ‘paraboloide hiperbólico’. Consiste en el desplazamiento de una línea sobre dos líneas opuestas, cruzadas en el espacio. En arquitectura, fue una de las superficies regladas más utilizadas por el español Antoni Gaudí (1852 – 1926) y el arquitecto hispano-mexicano Félix Candela (1910 – 1997) “maestro de las cubiertas de hormigón”.
El simbolismo del monumento le vino a su autor en el propio lugar donde se levanta, al observar lo que definió como un “atado campesino”. Al respecto, se han generalizado dos interpretaciones de la obra: 1. Una figura entorchada, a modo de manojo de espigas como en el Escudo Nacional, empuñadas por el centro como el atado que inspiró a su creador; 2. Una imagen semejante a un monumental grano de arroz suspendido verticalmente. Aunque el autor nunca llamó a la obra como “La Espiga”, desde 1983 se impuso el nombre usado por vez primera por el presidente Luis Herrera Campins.
Concreto en obra limpia

El Monumento a la Agricultura está realizado en obra limpia, una de las características constructivas más apreciadas en ingeniería. El concreto es la resultante de una mixtura de agregados o áridos (arena y grava), agua y cemento como aglomerante. Se logra utilizando agregados finos menores a una pulgada y mayor cantidad de cemento. La mezcla fragua tan pronto se adicionan los aglomerantes, iniciándose una reacción química que genera calor, convirtiendo la composición en un producto de características rígidas y resistencia a la compresión.
La estética fisonomía del monolito se logró utilizando el referido gigantesco molde de hierro de 2,5 metros de alto, sobre el que se vaciaron 16 tramos para obtener sus totales 41,53 metros de altura, incluyendo los 45 centímetros que desde el nivel del suelo sobresalen a partir de la base. El vaciado en concreto sobre la horma concedió a su alabeada forma curva y el giro entorchado que lo circunda sobre un eje imaginario.
En el caso del monumento, las dimensiones del acero usado como refuerzo confirieron interiormente la resistencia a la tracción del concreto. El tiempo de mezclado y el tipo de encofrado fue fundamental en su construcción, de tal manera que no absorbiese líquidos de concreto fresco, lo que se obtuvo por medio de un correcto vibrado del mismo. Desencofrada la estructura, se produjo el acabado en obra limpia que identifica la escultura.
En el monumento, esta textura fue el producto de un meticuloso vaciado de concreto sobre el encofrado que definió los detalles que confieren a la obra una textura estética y depurada. Desde su construcción, el exterior presenta una capa lisa que no requirió remates finales como friso, sino un lijado que eliminó detalles superficiales.
Gustavo Legórburu (1930 – 2013). El arquitecto Gustavo Legórburu, profesor de la FAU-UCV solía repetirle a sus estudiantes “Hay que estudiar muchísimo y ver muchas obras. Las mezclas de imágenes es fundamental en la arquitectura”. Siempre estuvo en contra de levantar edificios forrados de vidrio en este clima tropical: “Es un crimen, es un problema de salud social; eso yo lo prohibiría, más aun lo castigaría. ¿Me vas a decir que soy una especie de dictador? sí, porque primero está la salud de la gente”. Una frase marcó su trayectoria: «A bajo costo tú puedes hacer cosas muy buenas… claro, empleando el coco». Además del monumento La Espiga, fue autor de magníficas obras como el edificio sede del Ateneo de Caracas, el Centro de Atención Nutricional Infantil de Antímano, edificio Banco del Orinoco, sede del Instituto Politécnico de Barquisimeto, entre otros. Recibió en 1989 el Premio Nacional de Arquitectura. Muere el martes 16 de julio de 2013, en Caracas.
Registro Nacional Voz de los Creadores. Gustavo Legórburu (Premio Nacional de Cultura, mención Arquitectura 1989). Video subido a Youtube el 3 de junio de 2013.
Fuentes consultadas
Bolívar, Wilfredo. Monumento La Espiga. En Facebook Araure, rastros y rostros de Portuguesa (Recopilaciones). Publicado el 2 de marzo de 2018. https://goo.gl/zmiHSa.
Gudiño, Blanca. Adecos realizaron “madrugonazo” en contra del gobierno de Maduro. En ultimahoradigital.com, 20 de mayo de 2017. https://goo.gl/XjE85h. Consultado el 14 de marzo de 2018.
Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Catálogo del patrimonio cultural venezolano 2004 – 2009. Municipios Páez y Araure. Instituto del Patrimonio Cultural, Caracas: 2009, 151 pp.
Legórburu, Gustavo. De cómo tomó forma el símbolo que custodia a las gemelas: La Espiga. En suplemento dominical Hoy en Familia del diario Última Hora, Acarigua 18 de septiembre de 2005.
Llaman a participar activamente en el “Espigazo Agroalimentario”. En ultimahoradigital.com, 12 de julio de 2017. https://goo.gl/HW2PY1. Consultado el 13 de marzo de 2018.
Prensa Asoportuguesa. Espigazo: “Lo trascendental ahora es la libertad del país”. En asoportuguesa.com.ve, https://goo.gl/uX3GVQ. Consultado el 13 de marzo de 2018.
Rojas Jaime, Jorge Luis. Ingeniero, exfuncionario de Electricidad de Occidente (Eleoccdidente). Entrevista realizada en Acarigua el 15 de marzo de 2018.
Legórburu, Gustavo Luis. Arquitecto, hijo del creador del monumento La Espiga, Arq. Gustavo Lagórburu. Entrevista telefónica realizada el sábado 17 de marzo de 2018.
Diario El Comercio. Una cura segura para la humedad. En elcomercio.com, 20 de mayo de 2011. https://goo.gl/dtkBgQ. Consultado el 13 de marzo de 2018.
Registro Nacional Voz de los Creadores. Gustavo Legórburu (Premio Nacional de Cultura, mención Arquitectura 1989). Video subido a Youtube el 3 de junio de 2013. https://goo.gl/KeUHhC. Consultado el 16 de abril de 2018.
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