Ciro Romero fue un pintor costumbrista de Maracaibo (Zulia) que desarrolló una relevante obra pictórica y escultórica en Lobatera, Táchira. Gran parte de sus piezas ha desaparecido, al igual que los restos de este bohemio empedernido de principios del siglo XX.
Ciro Romero, pintor de santos y atardeceres
Don Ciro Romero fue un anónimo artista zuliano de quien no se conserva información documental precisa. Según las fuentes orales recopiladas (1), era un escultor por moldeado y pintor costumbrista, nacido en la ciudad de Maracaibo (estado Zulia, Venezuela) a fines del siglo XIX.
Partiendo de una observación general de la técnica empleada en su pintura, de estilo propiamente académico, no se descarta que Ciro Romero hubiese realizado estudios en la Escuela de Dibujo Natural del Estado Zulia, fundada en Maracaibo en 1882.
Se desconocen los motivos de su llegada al estado Táchira. Solo se sabe que arribó a Lobatera, con unos comerciantes, a principios del pasado siglo. Se quedaría por la temporada de ferias y fiestas –las cuales se realizan en el mes de septiembre-, pero no retornó a su Maracaibo natal.

La importancia de Romero en la historia del arte pictórico y escultórico tachirense -y en especial en Lobatera- resulta evidente cuando se documenta y valora lo realizado y lo que queda de su producción pictórica y escultórica. Esta fue desarrollada a todo lo largo de la década de los años 20 del pasado siglo. Sin embargo, gran parte de su obra ha desaparecido, como el fresco Adoración al Santísimo Sacramento, que pintara sobre el arco toral del altar mayor.

Un genuino bohemio y solitario
Referían las personas mayores que conocieron a Ciro Romero que este era un hombre de vida bohemia, solitario y sin aferro a bienes materiales. Poseía una única muda y cuando la suciedad de la misma era más que evidente, se retiraba a una de las quebradas del pueblo, lavaba esa ropa y, desnudo, sentado sobre alguna piedra, esperaba a que la resolana del valle la secara para volverla a utilizar.
Sin residencia fija, pernoctaba donde le dieran posada o estuviese realizando un trabajo específico. Si bien era adicto al consumo de bebidas alcohólicas, recuerdan los mayores que era en estado de ebriedad cuando producía sus mejores trabajos.
De expresiones o frases de don Ciro Romero, solo se conservó en la memoria y luego fue transmitida a las generaciones siguientes, una expresión que repetía con constancia: “Por qué Dios no hizo los ríos aguardiente y las piedra ‘cema (aféresis de acema, pan típico del Táchira)”.
Asimismo, aun cuando estuviera ebrio, refieren que nunca perdió la educación ni la compostura o hiciera uso de un vocabulario soez. No se cuenta con datos sobre sus últimos días ni la causa de su fallecimiento. Sí se asegura que cuando enfermó de gravedad fue trasladado a la ciudad de San Cristóbal, falleciendo en el antiguo Hospital Vargas, entre 1933 y 1935.
Fuera de Lobatera, solo se conoce que trabajó por corto tiempo en la ornamentación de la iglesia parroquial de Santa Ana, en la población de Santa Ana del Táchira. Allí pintó varios frescos que aún se conservan, entre ellos el denominado La Sagrada Familia de Nazaret, que se encuentra en la pared sobre el arco toral o diafragma de la iglesia. Se observa en este fresco el estilo personal del autor en cuanto a la posición de los personajes principales, la representación de la vegetación y el cielo, por cuanto estos aspectos son idénticos a los frescos que se conservan en Lobatera. El artista tendía siempre a realizar una composición en atardeceres.
En cuanto a este tema, resulta imposible conocer el motivo de haber seleccionado los atardeceres como fondo principal en sus escenas. Bien pudo haber sido el reflejo de una honda melancolía que se daba a conocer solo en su conticinio interior, y que le pudo acompañar toda su vida, o por una lumínica réplica inspirada en el rapsoda griego que recita al divino Homero, al relatar el paso del atardecer hacia la noche cuando «aparecen los radiantes luceros en torno de la fulgente luna, y se descubren los promontorios, cimas y valles, porque en el cielo se ha abierto la vasta región etérea, se ven todos los astros, y al pastor se le alegra el corazón» (La Ilíada, 8, 554-559).
Hasta no hallarse evidencias documentales o epigráficas sobre su posible lugar de enterramiento, no es descartable la hipótesis de que su cuerpo haya terminado, como objeto de estudio por parte de la ciencia, en la sala de estudios anatómicos de la Universidad de Los Andes, en Mérida, como era costumbre en esa época hacer con los cadáveres que no eran reclamados por familiares o amigos.
Pinceles y colores bajo el sol de Lobatera
De la obra de don Ciro Romero, separando la parte escultórica que se encuentra en el Cementerio Municipal de Lobatera, donde destaca el túmulo de los “Ángeles orantes” y otros en los cuales se puede percibir su impronta, se ha podido catalogar lo siguiente:

Decoración de la antigua iglesia de Lobatera donde, con un fino pincel, al óleo [2], recubrió las paredes y columnas con listones y motivos florales así como con elementos tomados de la más rica simbología cristiana de los sacramentos. Asimismo, construyó la mesa central del altar mayor y en la pared sobre el arco toral o diafragma del templo, pintó un fresco, al natural, una custodia rodeada de ángeles orantes, denominado La adoración del Santísimo Sacramento [3] (obras desaparecidas). Resultó coincidente que algunos de estos elementos como el cisne con el pecho herido, el ciervo que bebe de la fuente y las especies eucarísticas (vino y uvas) fueron, luego de derruida la vieja iglesia, reproducidas en los vitrales (de la Casa Velasco de Cali) de la nueva iglesia.
Antigua casa cural. En el exterior de una de las paredes de la antigua casa cural (junto a la actual entrada de estacionamiento, por la calle 6 o Bermúdez) pintó un mural [4], de tamaño natural, con la imagen del padre Pedro María Morales (1875 – 1925) junto al caballo blanco que le servía de transporte en sus misiones por las aldeas. Todo en un fondo con elementos del paisaje lobaterense. Asimismo, junto al otro lado del corcel, pintó a un viejito de nombre Miguel, y natural de Ocaña (Colombia) quien era el ayudante del sacerdote y quien por muchos años fue el encargado del cuidado del referido caballo (obra desaparecida).
Obra de Ciro Romero en la casa de los Rojas
La casa de la actual sucesión «Rojas», fue construida entre 1917 y 1918 como casa de habitación y almacén comercial de don Zenón Pacheco Rosales (padre de la recordada profesora Cora María Pacheco de Rosales). Las pinturas decorativas se realizaron en los muros del zaguán de entrada (ya desaparecidas) y de los pasillos interiores. La pinturas fueron encargadas en 1919 por don Zenón Pacheco para recibir a su esposa, Flor de María Ramírez Becerra, el 16 de octubre de 1919, día de su boda. En 1940, la casa fue adquirida por don José Rojas, quien se había casado con doña Virginia Vivias Vivas, el 29 de noviembre de 1919. Actualmente es propiedad de sus sucesores.
En cuanto al aspecto arquitectónico, los muros del primer nivel, que sirven de soporte a las pinturas, son de piedra canteada de las quebradas que rodean al pueblo, mortero y argamasa. El segundo nivel de la casa con balconada, se levantó con la técnica del bahareque para disminuir el peso de la estructura.

Murales o frescos (en parte ya perdidos o deteriorados, si bien quien fuera responsable de la casa hasta su muerte en 2012, el señor Julio Ramírez, se esforzó por conservar lo que restaba de la totalidad de la obra) que adornan las paredes de la casa de habitación propiedad de la Sucesión Rojas (antigua bodega de don José Rojas, frente al parque Bolívar).
Estas obras son escenas propias de la tendencia pictórica del naturalismo, de claridad formal clásica y decimonónica, atmósfera propia creada con efectos de luz, suaves paisajes, rediles, detallados bodegones, remansos y personajes realizados según la técnica del repoussoir (5), limitados por cuadraturas conformadas por volumétricos y moldurados marcos arquitectónicos de inspiración renacentistas, que reproducen medallones y cuadros. Estos generaban a su vez un efecto de ampliación de los límites espaciales de los frescos (obra en estado de conservación entre regular y bueno).
Estos murales y frescos, como patrimonio pictórico y arquitectónico, son bien de interés cultural de la nación incorporado al Catálogo del patrimonio cultural venezolano 2004 – 2010/TA 17-18/p. 31, según Resolución N° 003-2005, del Instituto del Patrimonio Cultural, publicado en la Gaceta Oficial N° 38 234 de fecha 20 de febrero de 2005.

Fuente o pila de agua con estatua de un niño (conocido como El párvulo de la fuente). Esta obra está ubicada en el patio central de la casa de la sucesión Rojas. No se tiene fecha precisa de cuándo fue realizada por Ciro Romero, pero se presume que fue en su momento de producción plástica, durante los años 20 del siglo pasado. Actualmente la misma se encuentra en estado de conservación entre regular y bueno).
Réplica de la gruta de Massebielle (Lourdes-Francia), lugar de la aparición de Nuestra Señora de Lourdes, en la capilla del Humilladero[6]. La misma fue recortada en su remate cuando se reconstruyó la capilla en 1965 y recubierta recientemente con una capa de pintura industrial que hizo perder la naturalidad de la roca y el juego de volúmenes por el contraste cromático dado por el artífice (obra en estado de conservación bueno).

Hornacina neogótica. En la antigua sala de visitas de la casona donde viviera doña María Lozada de Mora (1892 – 1993), junto a la capilla del Humilladero, una hornacina ornamentada en su exterior con elementos neogóticos, realizada en 1920 y que cuenta en su peana con la figura de un detallado y policromado serafín de rostro expresivo y suave modelado. Este denota una depuración en su técnica por moldeado, si se compara con la realizada en 1920 en el grupo escultórico funerario de los “’Ángeles orantes”. Esta obra fue restaurada por estudiantes de Historia del Arte de la Universidad Católica del Táchira en junio de 2012, y reubicada en la pared de fondo del bautisterio de la Capilla del Humilladero.

Fuentes consultadas
Sánchez, Samir A., Mors memoriae o la Extinción de la memoria, el espíritu de una época. Fundación Fondo Editorial Simón Rodríguez, Lotería del Táchira, San Cristóbal, 2011.
Revista Destino Táchira, edición 9, año 4, San Cristóbal, abril 2011, p. 34.
Notas de referencias
[1] Observación in situ realizada en agosto de 1997 y confirmada por versiones orales de las lobaterenses doña María Lozada vda. de Mora (1892 – 1993) y de doña Maximiana Sandoval vda. de Sánchez (1908 – 2004). Entrevistas realizadas en junio y agosto de 1985 en Sánchez E. Samir, Lobatera, tiempos históricos de una tierra de pioneros«¦, p. 262.
[2] Libro de Inventarios, 1927. Archivo de la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá de Lobatera, estado Táchira, p.10. “16. Estado del templo [omissis] pintura al óleo cuya decoración es general”.
[3] Entrevista a la Srta. Delfina Sandoval Zambrano (1901 – 1992). Junio de 1985 en Sánchez E. Samir, Lobatera, tiempos históricos de una tierra de pioneros«¦, p. 262.
[4] Entrevista a doña Maximiana Sandoval vda. de Sánchez (1908 – 2004). Junio de 1985 en Sánchez E. Samir, Lobatera, tiempos históricos de una tierra de pioneros«¦, p. 262.
[5] Técnica que fue empleada con asiduidad por las escuelas de arte francesas y que consisten en colocar personas u objetos en primer plano para que estos creen a su vez una ilusión de profundidad espacial o introducir al observador en las escenas principales representadas detrás. Sobre esta técnica, consúltese al respecto, entre otros, a: Stukenbrock, Christiane y Töpper, Bárbara, 1000 obras maestras de la pintura europea del siglo XIII al XIX, Könemann, 2005, p. 1002.
[6] Libro de Inventarios, 1927. Archivo de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá de Lobatera, estado Táchira, p. 21.
[7] Recopilación de las tradiciones lobaterenses a través de entrevistas a doña María Lozada vda. de Mora (1892 – 1993) y de doña Maximiana Sandoval vda. de Sánchez (1908 – 2004). Entrevistas realizadas en junio y agosto de 1985 en Sánchez E. Samir, Lobatera, tiempos históricos de una tierra de pioneros«¦, p. 262. Asimismo, estas versiones han sido ratificadas en entrevista de fecha 10 de abril de 2010, por la Sra. Odila Medina, hija de don Isaías Medina, quien conoció a don Ciro Romero.
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