«A mí nadie me enseña a pintar. Las pinturas me las pinta Dios cuando estoy soñando”, dijo Bárbaro Rivas alguna vez. Cada cuadro suyo es una “revelación”, espíritu en éxtasis traducido en color, ternura y belleza. Arte puro sobre soportes tan precarios como su vida. Era un “Iluminado”.
Alfonso L. Tusa, @natural30. 1/10/2018.
“Por la noche tengo una revelación y en cuanto me despierto la pinto. A veces pinto un cuadro en un día. Otras estoy varios días y no lo termino. La revelación no me llega entera”. Bárbaro Rivas.
Forjar una historia pictórica mediante las leyendas, los mitos, la historia oral de las personas resulta una empresa casi fantástica, inaccesible, indescifrable. El pincel de Bárbaro Rivas, curtido y formado en las faenas de la brocha gorda, se encargó de reflejar esa historia con cada matiz, con cada gris inspirado en las mezclas de pintura industrial con las que pintaba paredes. ¿Cómo empezó la transición hacia el pincel?, ¿hacía sus lienzos de papel grueso de sacos de cemento o harina de trigo? De eso trata la existencia de este singular pintor “ingenuo” al que la crítica más académica terminó reivindicándolo hasta la altura de maestros como Vicent Van Gogh o Armando Reverón. Sin dejar de reconocer su originalidad, su acento, su profundidad, la particularidad de sus colores.

La pintura de Bárbaro Rivas va más allá de la inspiración sensorial, trasciende las imágenes hasta desdoblarlas en pergaminos de la más pura narrativa sin haber leído un libro de cuentos. Este sabio analfabeta hace comulgar su historia con la de los lugareños de Petare. Y a cada trazo o golpe de color la engrandece, la ilustra, la enmarca en la naturalidad de sus formas y contrastes.
Para entender la pintura de Bárbaro Rivas
Tal vez la mejor manera de entender el universo pictórico de Bárbaro Rivas sea a través del lenguaje plástico dictado por la intuición y el instinto, sin norma ni maestro. Pero sí con muchas formas, colores, temas y significados provenientes de su expresividad más íntima, de su alma de niño grande embelesado.
Un paria en uno de los barrios pobres, en Caracas, más grandes de Latinoamérica, también estuvo al margen de la “belleza” tradicional. Opuso su inocencia a las convenciones de las formas y los espacios. La profusión de desmesuras y distorsiones desplegadas mediante los nerviosos escarceos del pincel entre líquidos pigmentos le confiere a sus pinturas una especie de enigma infinito en el cual las formas nunca llegan a la nitidez de lo definido. Aun así Bárbaro Rivas desarrolla un dibujo muy expresivo por encima de su tosquedad y allí deja muchos testimonios de vigor en el trazo, sapiencia en los ritmos, dinamismo en los arabescos.
El universo plástico del maestro se despliega en una red de formas aplanadas en la cual los retazos cromáticos se superponen sin crear una verdadera profundidad. Los volúmenes se aplastan hasta reducirse a simples epidermis de color, mientras las luces homogéneas expulsan cualquier rastro de sombras del cuadro. También estructura el espacio con haces de oblicuas inestables y ángulos dinámicos, para rematar el soporte con parcelas trapezoidales y ritmos zigzagueantes que confieren un aire de rompecabezas a sus obras.
El maestro en 4 estaciones
La temática resulta esencial para descifrar las diferencias de escala, los gradientes de grises azulados, plomizos; de negros, de blancos quebrados, de amarillos cremosos, azules turquesas y lilas, verdes grisáceos y esmeraldas, rojos granates y bermellones, sienas anaranjados y tierras profundos. Para asimilar la modificación de su paleta con el paso del tiempo, en la década de los años cincuenta sus pinturas irradian colorido e incandescencia, mientras que hacia el ocaso de su vida abundan rescoldos y cenizas que se manifiestan en monocromías grisáceas.
El apostolado. El primer tema de Bárbaro Rivas es el relato bíblico, hagiográfico, cristológico, mariano y devocional de la tradición cristiana. En estos cuadros abundan episodios de la vida de Jesús, de la Virgen o de algunos santos. Por lo general se inspira en postales, estampas devocionales e imágenes bibliográficas. El pintor siempre se concedió licencia para reinterpretar y modificar a su gusto tanto la imagen impresa que le servía de modelo, como el contenido narrativo original de la historia o tradición religiosa que pintaba. Todo un episodio de originalidad propio de un genio.
La introspección. En segundo término, el maestro desarrolla una recurrencia en su obra por la representación de su propio yo y la introspección de su diario existir. Eso se traduce en autorretratos en solitario, así como escenas relativamente complejas en las que aparece como protagonista de recuerdos redivivos de la infancia o anécdotas de la adultez.
El entorno. El tercer núcleo temático del Iluminado engloba la rememoración de su entorno o circunstancia inmediata, lo cual se esboza en una serie de paisajes, festividades, tradiciones populares y acontecimientos de la vida cotidiana en su Petare natal.
La fantasía. Finalmente, en su obra se observa con cierta frecuencia invenciones fabuladas y extrañas elucubraciones fantásticas de interpretación complicada. En todos esos escenarios, Bárbaro Rivas muestra una magnífica fuerza expresiva y un recio carácter emotivo.
Francisco Da Antonio descubre al maestro

El pintor Francisco Da Antonio relata que mientras pintaba un mural en la escuela Rafael Acevedo de Petare, donde había abierto a mediados de julio de 1949 el “Primer Salón de Jóvenes Pintores”, pasó Bárbaro Rivas en su habitual ruta desde El Calvario hacia la bodega La Minita. En ese momento se desarrolló una conversación espontánea que trascendió a través de los intereses comunes y la amistad.
A comienzos de octubre de aquel año, Da Antonio llamó a Bárbaro quien avanzaba en su cotidiano trayecto hacia La Minita. El maestro llevaba pintada en una bolsa de papel grueso, con la cual hacía sus precarias compras, una impresionante escena ejecutada en asbestina: dos o tres personajes bíblicos de proféticas barbas y grandes túnicas, inmersos en una tensa atmósfera de grises, ultramares y bermellones apagados. “Bárbaro, ¿qué tienes pintado en esa bolsa?” Él respondió con temor “Un cuadrito que yo pinté, maestro”. A partir de allí el asombro se convirtió en entusiasmo y Da Antonio insistió en conocer más de la obra y visitar a Bárbaro Rivas a pesar de las evasivas de este.
En ese momento Da Antonio inventarió, con la ayuda de Bárbaro, unos veinte cuadros. De su producción de tres décadas, solo nueve obras pudieron rescatarse, las demás las había consumido el tiempo, los elementos y la ignorancia pública.
Víctima del alcoholismo, Rivas tuvo una aguda crisis alcohólica en 1950 y dejó de pintar. Así concluía el período textural del artista, del cual una de sus piezas esenciales fue Domingo de Ramos (1940). Cuando la postración fue cediendo Rivas retomó su actividad pictórica en 1953 con dos paisajes en guache: Placita de Petare en 1910 y Entrada de Petare (Antigua).

El “misterio” de Bárbaro Rivas se aclara en el Bar Sorpresa
El nombre de Bárbaro Rivas empezó a figurar en exposiciones colectivas desde 1954, cuando Francisco Da Antonio se encargaba de enviar sus cuadros. Como al maestro no se le veía nunca, empezaron a circular comentarios que cuestionaban la misma existencia del pintor petareño, y que tuvo su punto culminante en un reportaje del diario El Nacional que avivó las especulaciones.
Hasta que, a finales de 1954, el pintor Manuel Cabré se topa con Da Antonio en la entrada del Museo de Bellas Artes y le sugiere que presente ante la comunidad artística a Bárbaro Rivas porque “están circulando muchos comentarios sobre usted y eso lo va a perjudicar si no se aclara. Nadie ha visto a ese señor y, en las planillas del museo, los datos de consignación de las obras de Bárbaro son los de usted. Tráigalo a Caracas, apersónelo en alguna parte, pero hágalo ver»¦”.
A partir de allí surgió la idea de organizar una exposición individual de Bárbaro Rivas o una donde él destacara como protagonista. El evento debía realizarse en Petare, para obligar a todos a visitar el pueblo y para constatar in situ la existencia de un artista cuyo nombre “parecía tan solo una invención afortunada”.
La dificultad se reducía al financiamiento, enmarcaje de obras, impresión de catálogos, invitaciones, etc., y a conseguir un espacio, para lo cual tenía tres alternativas: esperar hasta las vacaciones escolares de 1955 y exponer en la escuela Rafael Acevedo, rehabilitar los sótanos de la iglesia parroquial, o tratar con los directivos de la Sociedad Maraury. Luego de casi un año de gestiones, esperas y evasivas se convenció de la imposibilidad de contar con ninguno de esos locales.
Hacia finales de 1955, un amigo de Da Antonio, Fidel Eduardo Villanueva, arrendó los altos de una casa ubicada a una cuadra de la plaza Sucre: una atractiva galería con tres ventanas abiertas hacia El Ávila, sobre la calle Miranda, y otra orientada hacia el oeste, sobre la calle Madeleine. A comienzos de 1956 Fidel sugirió que hicieran la exposición allí: “Sacamos la sinfonola y la instalamos afuera frente al mostrador y aquí ponemos las mesas en hilera, desde la ventana hasta el fondo, para que los visitantes recorran la exposición a través de las mesas, y a quienes quieran sentarse a tomar algo»¦ pues ¡también se les sirve!”. Da Antonio quedó convencido de montar la exposición en el Bar Sorpresa.
¡“Bárbaro Rivas existe”!

La víspera se dedicó a visitar la prensa capitalina junto con Fidel, quien asumió la impresión de las invitaciones: “Veinte obras integran la primera exposición de primitivos que se lleva a cabo en Venezuela”, tituló La Esfera el reportaje de Pedro Francisco Lizardo; La Calle y El Universal certificarían la presencia de los artistas de la muestra: Rafael Lira, Jesús María Arvelo, Antonio Díaz, Bárbaro Rivas, Víctor Guitián y dos pintores anónimos de comienzos de siglo.
La exposición inició a las 4:30 p. m. del 23 de febrero de 1956. Carlos Dorante y una joven fotógrafa fueron enviados por El Nacional. El 24 de febrero el diario publicó “Bárbaro Rivas existe y pinta desde hace medio siglo”.
Dorante escribió: “En torno a Bárbaro Rivas se estaba creando una leyenda. Todos los años, desde hace por lo menos tres, Francisco Da Antonio, petareño también como Bárbaro y su ‘descubridor’, se presentaba en los salones de arte, tanto oficiales como privados e inscribía a Bárbaro Rivas. La gente, no se sabe por qué, empezó a dudar: Bárbaro Rivas es un nombre demasiado literario. –No existe-. Y llegaron al infundio: ‘¡Ese es Da Antonio que se hace pasar por otro!’ Los cuadros son de una sorprendente frescura, de una ingenuidad expresada en un intuitivo manejo del color con gran sobriedad, con sencillez difícilmente accesible a muchos pintores. A tal punto han gustado que Bárbaro todavía no ha sido rechazado la primera vez de los salones oficiales, inclusive el XVIII, al cual concurrió con dos obras y en el cual, como se sabe, fueron rechazados las dos terceras partes de los concurrentes, inclusive el propio Francisco Da Antonio”.
Una escapada a La Guaira

El Ferrocarril de La Guaira, de la colección de Mauro Villegas, es una obra fundamental en la producción de Bárbaro Rivas. No solo porque con ella ganó en 1960 el premio de paisaje “Arístides Rojas”, sino porque allí transcribió el pintor las impresiones que le causó el viaje en tren hasta La Guaira, en una de las pocas escapadas que se dio de Petare a lo largo de su vida. Mediante una diagramación del espacio de acuerdo a un empalme de oblícuas y angulaciones en zig-zag, sesga el recorrido del tren en cinco quebrados de vías, interrumpidos por túneles.
Al final del trayecto, en la conclusión del cuadro, se despliega una breve vista al mar con sus olas espumosas. Alrededor, ofrece una panorámica del pueblo de La Guaira y aledaños, con sus iglesias, imágenes devocionales, más un grupo de capillitas votivas, que tal vez representen a un cementerio con sus tumbas y panteones funerarios. Todo se resuelve en una atmósfera de grises verdosos, con amplias masas de tierras profundas.
El hijo ilegítimo de Prudencio y Carmela
Bárbaro José Rivas nació el 4 de diciembre de 1893 en el barrio Caruto de Petare, para entonces pequeña población cercana a Caracas. Hijo ilegítimo de Prudencio García, músico y director de una banda local, y de Carmela Rivas. Fue el segundo de cinco hermanos (¿Vicente? Trina, José y Teotiste). Vivió su infancia y juventud al lado de su madre, quien le instruyó de la vida del pastor Galileo, la grandeza y omnipresencia de Dios, pero también de los peligros y seducciones del Maligno.
Nunca tuvo acceso a la educación académica. En 1904 su padre fue nombrado director de la banda Sucre del recién creado Departamento Sucre del Distrito Federal, cuya sede estaba en Petare. Conoció Caracas siendo muy niño, de la mano de Prudencio, quien lo llevó a la capital en ocasión de alguna reunión de la hermandad masónica a la cual pertenecía. Quizás allí Bárbaro conoció las geometrías, rombos, esculturas y demás símbolos y elementos masónicos que se grabaron en su memoria visual y luego afloraron en su obra de pintor adulto según vemos en El carnaval de la vida y La salida de este mundo por decir lo menos.

Empezó a trabajar en la empresa ferroviaria llamada por él “ferrocarril alemán” alrededor de 1907, primero como muchacho de servicio y señalero de banderas. Luego como peón de líneas en el tramo Petare-Valles del Tuy. También fue constructor de grutas para vírgenes y cruces de cementerio, albañil y pintor de brocha gorda, probablemente el germen de su inquietud pictórica.
Su padre Prudencio falleció alrededor de 1920. En 1923 pinta con asbestina, en las paredes de la casa de barrio Caruto, el mural Jesús predicando en Jerusalén (designado por él como Dejad que los niños se acerquen a mí).
En 1925 conoció la soledad, cuando falleció su madre y los hermanos tomaron rumbos separados. Abandona la casa de barrio Caruto y se instala en una humilde vivienda cercana a la capilla de El Calvario. La muerte de la madre desequilibró su vida mediante un colapso emocional. Se alejó de la comunidad.
En 1926 pinta sobre dos planchas de latón, ahora enriquecidas por una perdigonada de óxido, El rebaño y Paisaje de Baruta, sus primeras obras de caballete.
Entre el alcoholismo y la pintura

Bárbaro Rivas es despedido de la empresa Ferrocarriles del Este en 1937, muy probablemente por intoxicación alcohólica. Entonces permanece postrado casi nueve meses, al cuidado de su hermana Trina. Al recuperarse pinta La fábrica de chocolates.
Dos años luego, en 1939, pinta La palomera (1939), al parecer su primer collage. Hasta entonces era un anónimo absoluto hasta que conoce accidentalmente al crítico de arte Francisco Da Antonio en 1949, mientras repartía encargos de la bodega La Minita.
Luego de sufrir su segunda crisis alcohólica (1950), vive en la miseria sin aceptar ayuda. Abandona la pintura.
En 1953 pinta Placita de Petare en 1910 y Entrada de Petare (antigua). Primeros cuadros donde recrea su pasado. Estas obras son exhibidas en el XV Salón Oficial Anual de Arte Venezolano (1954), tras lo cual se publica en el diario El Nacional el artículo El curioso caso de Bárbaro Rivas, primera reseña sobre el artista.
Una noche frente al Bar Caurimare encuentra abandonado al niño Jesús María Escalona, a quien aloja en su casa de El Calvario. En 1955 pinta El encuentro, donde expresa cómo conoció a Escalona. Ese puede ser considerado su primer autorretrato.
Reconocimientos y episodios lamentables
La primera presentación en público de Bárbaro Rivas ocurre en 1956, durante la exposición de arte ingenuo organizada por Francisco Da Antonio en el Bar Sorpresa.

Su obra El barrio Caruto en 1925 recibe el premio de Paisaje Arístides Rojas, del XVII Salón Oficial Anual de Arte Venezolano (1956), cuyo jurado integraron Manuel Cabré, Alfredo Boulton, Arturo Uslar Pietri, Ramón Martín Durban y Gastón Diehl.
El 26 de octubre de 1956 Francisco Da Antonio organiza su primera muestra retrospectiva en el Museo de Bellas Artes, con 40 piezas que databan de 1926 hasta esa fecha.
El año 1957 fue significativo para Bárbaro Rivas, cuando se presenta una retrospectiva de su obra desde 1926 hasta 1957 en el Ateneo de Valencia, estado Carabobo y en la biblioteca Cecilio Acosta de Los Teques, estado Miranda. Se inaugura la muestra Dos primitivos: Bárbaro Rivas y Victor Millán en la librería Cruz del Sur en Caracas. Y, como guinda, logra una mención honorífica por El barrio Caruto en 1910 en la IV Bienal de Sao Paulo, Brasil, en la cual participa con la delegación venezolana.

En 1959 pinta La Plaza Bolívar de Caracas, El cometa y El camino amarillo. Ese mismo año, el 2 de agosto, su casa es consumida por un incendio, así como todas sus obras y pertenencias. El Concejo Municipal de Petare le construye una casa nueva de bloque y asbesto, y le provee una modesta pensión.
Meses luego, en abril de 1960, se inaugura en la Sociedad Maraury de Petare la exposición Vida de Jesús en la pintura de Bárbaro Rivas. En ese año obtiene por segunda vez el premio de Paisaje Aristides Rojas con su obra El ferrocarril de La Guaira, aclamada en el XXI Salón Oficial Anual de Arte Venezolano. También es incluido en la muestra Nueva evaluación de la pintura latinoamericana, organizada por Thomas M. Messer, director del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York.
En 1961 su pintura La casa del pintor es adquirida por la Sociedad de Amigos del Museo de Bellas Artes (Fondo Hans Neumann). Se trataría de la primera obra de arte ingenuo introducida a la colección del citado museo.

Para esa época, Bárbaro Rivas empieza a ser explotado por un personaje inescrupuloso a quien él denomina “el alemán” y al que algunos periodistas de la época describen como “un español que funge de crítico de arte en Caracas”, y “un catire bien vestido que viene por los cuadros de Bárbaro y es un tal J.d.V”. Hipnotizado por este, Bárbaro Rivas empieza a dejar de tratar a sus antiguos amigos.
Recae en el alcoholismo en 1962. Casi toda su obra de ese año termina en manos del “alemán”. Se exhibe una muestra de su trabajo en el Atelier des Foubes en Petare. Aparece en la colectiva Naive Painters of Latin America en la Duke University de Durham, Estados Unidos.
Alcanza el premio ¨Federico Brandt¨ (1963) en el XXIV Salón Oficial Anual de Arte Venezolano por su obra El arresto de Escalona.
En 1964 se presenta la muestra El maravilloso mundo parroquial de Bárbaro Rivas en la Sociedad Maraury de Petare. Vive en plena miseria y casi total abandono como denuncia Victor Salazar en el diario La Esfera. Aumenta el saqueo de su producción por parte del “alemán» y otros aprovechadores.
Organizada por Juan Calzadilla y Nelly Baptista (1966) se exhibe la muestra Homenaje a Bárbaro Rivas en la Galería 22 de Caracas, su última exposición individual en vida. Con la suma recaudada por la venta de obras (adquiridas casi todas en la propia inauguración) se intenta rescatar al artista, pero una largo proceso jurídico respecto a la administración de dichos bienes imposibilita el proyecto.
El 17 de febrero de 1967 ingresa en el Hospital Pérez de León en Petare. Empeora a partir del día 28, su hermana Teotiste lo acompaña y atiende. Recibe visitas de antiguos amigos. Fallece en el hospital el domingo 12 de marzo.
Bárbaro Rivas contado por Francisco Da Antonio (videos)
En 1987 Xavier Sarabia realizó un documental para la Universidad Nacional Abierta sobre el maestro venezolano. Una ilustrativa crónica a través de la cual su amigo y descubridor, Francisco Da Antonio, abunda en detalles de su vida, su carácter en ocasiones «intratable», su grandeza artística y su trágica inocencia.
Es inevitable salir de la biografía de este petareño con cierta sensación de tristeza, pero también con la certeza de haber tenido, en Venezuela, a un magnífico exponente de la pintura ingenua, del arte en su más prístina expresión. En Bárbaro Rivas, casi un indigente, no hubo escalas entre el alma y la creación de belleza. Quizá porque pintaba, como decía él, con la gracia de Dios.
Sarabia, Xavier. Bárbaro Rivas: El Iluminado (1 2 y 3). Documental realizado para la Universidad Nacional Abierta en 1987. En Youtube / Patrimonio Petare.
Fuentes consultadas
Bárbaro Rivas Artista popular. En el blog Artesanos Venezuela. Consultado el 28-08-2018.
Bárbaro Rivas: el más grande pintor ingenuo de América. Ciudad de La Hoz, 2 de diciembre de 2017. Consultado el 28 de agosto de 2018.
Bárbaro Rivas. Pintor autodidacta. En ivenezuelatravel. Consultado el 28 de agosto de 2018.
Castillo, Carlos Balladares. El mendigo que pintó a Dios (BBV, 131). Noticiero Digital 15-09-2011.l. Consultado el 30-08-2018.
Da Antonio, Francisco. Bárbaro Rivas: historia y mitología. Galería Odalys. Caracas. 2015. Pp.
Rivas, Bárbaro. En el blog Wikihistoria del Arte Venezolano. Consultado en agosto y septiembre de 2018.
Rivas, Bárbaro (1893 – 1967). En mcnbiografías. Consultado el 28 de agosto de 2018.
Salvador, José María. Incandescencias y rescoldos. Sidor. Ciudad Guayana. 1992. Pp.
Sarabia, Xavier. Bárbaro Rivas: El Iluminado (01 de 03). Documental realizado para la Universidad Nacional Abierta en 1987. En Youtube / Patrimonio Petare, 9 de mayo de 2009. Consultado el 28 de septiembre de 2018.
Sarabia, Xavier. Bárbaro Rivas: El Iluminado (02 de 03). Documental realizado para la Universidad Nacional Abierta en 1987. En Youtube / Patrimonio Petare, 9 de mayo de 2009. Consultado el 28 de septiembre de 2018.
Sarabia, Xavier. Bárbaro Rivas: El Iluminado (03 de 03). Documental realizado para la Universidad Nacional Abierta en 1987. En Youtube / Patrimonio Petare, 9 de mayo de 2009. Consultado el 28 de septiembre de 2018.
Yanez, Juan. Bárbaro Rivas el pintor ingenuo de Petare. Diario la Antena. San Juan de los Morros, 05-09-2010. Consultado el 31-08- 2018.
Be the first to comment