
En el Museo de Arte Colonial hay un coco chocolatero que fue tallado por el maestro Pedro Castillo, abuelo de Arturo Michelena. Esta es una de las escasísimas piezas que se conservan y que testimonian una época gloriosa de la orfebrería venezolana en el siglo XIX.
Nombre: Coco chocolatero.
Autor: atribuido a Pedro Castillo (c. 1788 – 1858).
Técnica: tallado y esgrafiado. Engastado.
Dimensión: 11,5 cm de alto x 6,2 cm de diámetro de la boca x 7,2 cm diámetro del pie.
Año: hacia 1825 (Valencia, estado Carabobo).
Tipo de Patrimonio: tangible / Mueble.
Administrador custodio o responsable: Museo de Arte Colonial / Dr. Carlos Federico Duarte.
Historia
Descripción
Valores patrimoniales
Situación actual
Ubicación
Fuentes consultadas
Historia

¿Le gusta el chocolate?, ¿cómo lo quiere, dulce o picante, oscuro o blanco, frío o caliente?, ¿le gustaría un delicioso chocolate caliente en una copa de coco chocolatero? ¡Cualesquiera de esas presentaciones pueden ser deliciosas y costosas! Y pensar que el gusto por este producto nace en América. ¡Así es! La planta de cacao es de origen mexicano, para los aztecas era el «cacahatl». Las semillas siempre fueron muy valiosas, aun antes de la llegada de los europeos. Entonces los grupos indígenas las utilizaban como moneda. La nobleza, los guerreros y los comerciantes tenían tierras para su cultivo, su uso era de carácter ritual, festivo, económico o medicinal.
El cacao se preparaba en forma líquida con masa de maíz y se tomaba en jícaras (en Venezuela las llamamos totumas). A los españoles no les agradó esta manera de preparar la bebida y la modificaron. Eliminaron la masa de maíz y agregaron leche, azúcar y canela o vainilla, es a esta preparación a la que hoy llamamos chocolate. Y con él llegaron los cocos tallados como objetos decorativos y utilitarios con los que la vieja Europa se deleitaba. Entre los siglos XVII y XIX se emplearon para servir pequeñas cantidades de bebidas como el chocolate como un gesto de hospitalidad a los invitados y también como un gusto privado dentro seno familiar (López, 2011).

El cultivo del cacao se hace bajo condiciones particulares y requiere un gran esfuerzo para que los árboles sean productivos, pues el fruto se obtiene a los tres años. En Venezuela su exportación se inicia en el siglo XVII y ya en el XVIII se convierte en el eje de la economía venezolana. En poco tiempo se reconoció la excelente calidad del cacao venezolano (esto se mantiene hasta la actualidad) y atrajo la atención de los mercados mexicano y europeos hasta ser considerado artículo de primera necesidad. Su producción llegó a colocarse en el primer lugar en las colonias españolas, superando al de Guayaquil (Zubiri, 1997).
De donde vienen los «grandes cacaos»
Usted habrá escuchado la expresión ¡los grandes cacaos! para referir a una clase social adinerada. Dicha expresión viene desde el periodo colonial, cuando el auge de exportación de cacao enriquece a un sector de la sociedad venezolana. Tanto fue la fortuna, que algunos lograron comprar títulos nobiliarios. Se cultivó cacao en el norte del país y desde occidente a oriente: desde el sur del Lago de Maracaibo hasta el estado Sucre, pasando por la región de los Andes. Su producción fue tal que aumentó el tráfico de esclavos, pues se requería mano de obra.
En la Venezuela del siglo XVIII, las copas de cocos chocolateros fueron un símbolo de dicha prosperidad. El investigador Carlos Federico Duarte (2005) ha realizado un exhaustivo estudio de estos objetos que se convirtieron en un artículo de lujo no solo por la bebida, sino por las decoraciones talladas en el coco y el diseño de orfebrería en la base de la copa y las agarraderas.
La antigua orfebrería venezolana huele a chocolate
Entre los resultados de su investigación Duarte logró establecer que su uso se inició en los primeros años del siglo XVII, y su aparición coincidió con la primera exportación de cacao que salió del territorio venezolano. Por otra parte, este auge favorecería el crecimiento y refinamiento de la orfebrería en Venezuela, la cual a juicio de Duarte (1988) fue una expresión artística de suma importancia. Los maestros orfebres eran de gran calidad y sus trabajos se distinguen por su refinada estética. Lamentablemente, son pocas las piezas que sobrevivieron al periodo independentista y las posteriores guerras del siglo XIX.
En este ámbito destaca Pedro Castillo (1790 – 1858), a quien se le atribuye la creación de esta copa. Castillo fue un destacado artista en Valencia y abuelo del pintor Arturo Michelena. Se sumó a la causa independentista en 1814 y emigró a la capital de Carabobo, donde se estableció y realizó obras para la catedral y el Concejo Municipal. Igualmente se destacó por desplegar su maestría en trabajos para las familias o personajes más importantes de la ciudad, como es el caso de las decoraciones que hiciera a la casa del general José Antonio Páez.
Descripción
Este coco chocolatero tiene un aro en el borde con cuatro remaches. El cuerpo de la copa es una concha de coco, el cual está sujeto por cuatro sépalos u hojas de recorte, cada una fijada por un remache. Entre cada hoja hay dos lóbulos pequeños. El pie es circular, hecho en tres piezas levantadas y soldadas. El coco fue tallado y esgrafiado. El autor lo decoró en forma similar a los frisos neoclásicos, entre dos haces de cañas amarradas por juncos diagonales, uno en la parte superior y otro en la parte inferior.
En el medio talló un alto relieve con la imagen de Venus desnuda reclinada sobre un colchón, una estola en diagonal tapa su pubis. Sigue la imagen de un Cupido de cuerpo entero en posición frontal, desnudo y alado, tiene una correa cruzada por el pecho y sujeta su carcaj o aljaba para saetas. Luego se observan dos aljabas cruzadas con saetas. Finalmente, la pieza de arte está enmarcada con hojas y flores un óvalo pequeño con el monograma JPC.
Valores patrimoniales

La copa fue tallada por el maestro orfebre Pedro Castillo, abuelo de Arturo Michelena. Es una de las muy escasas piezas que se conservan en el país y que testimonian una época gloriosa de la orfebrería venezolana, en el siglo XIX.
El coco chocolatero es un objeto doméstico que, a simple vista podría parecer poco relevante como referente de la identidad venezolana. Sin embargo, a lo largo de este registro hemos visto el contexto en el cual se origina y cómo es el resultado de una dinámica económica y social que marcó la cultura venezolana.
Resaltamos además algunos elementos que representan este momento de la historia venezolana y su cultura. La preparación del chocolate como un elemento socializador y de estatus nos habla de la sociedad y su época. La decoración de la copa nos remite al estilo neoclásico, el cual determinaba los gustos artísticos del momento y la relevancia del artista.
Este coco de chocolatero destaca dentro de la colección del Museo de Arte Colonial como referente de una actividad económica y cultural que marcó a los pueblos originarios de América y en particular a Venezuela desde antes del periodo colonial. Y hasta nuestros días.
Situación actual
En perfecto estado.
Ubicación
Museo de Arte Colonial, Quinta de Anauco. San Bernardino, Caracas.
Fuentes consultadas
Aranda Kilian, Luisa Aranda. (2005). El uso de cacao como moneda en la época prehispánica y su pervivencia en la época colonial. Consultado en agosto de 2018.
Caracas en retrospectiva. La fábrica del chocolate en la Caracas vieja. En el blog de María F. Sigillo. Marzo de 2013.
Duarte, Carlos F. (1988). El Arte de la Platería en Venezuela. Caracas: Armitano.
Duarte, Carlos F. (2005). El arte de tomar el chocolate: historia del coco chocolatero en Venezuela. Caracas: Chocolate El Rey.
López Bravo, Roberto. (2011). Iconografía y uso del chocolate en el Museo Regional de Chiapas. Revista Gaceta de Museo. Nº50. En revistasinah.gob.mx. Consultado en agosto de 2018.
Marín, Zubiri. (1997). Algunos productos básicos de la agricultura venezolana en el siglo XVIII: añil, cacao y tabaco. Boletín Americanista. Nº47. Consultado en agosto de 2018.
Investigación: Zaida García Valecillo, @ZaidaPatrimonio / (PhD), profesora en artes plásticas, con estudios en estética y educación artística. Especialista en educación y gestión social del patrimonio, así como en la relación entre arte y ciudadanía.
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