
Los yanomamis tienen el complejo ritual funerario de consumir las cenizas de sus muertos en una sopa de plátano que preparan meses luego de la purificación y cremación de sus difuntos. La etnia se despliega en unos 192 000 km2 entre el estado Amazonas y el norte amazónico de Brasil.
Nombre: ritual mortuorio en la cultura indígena yanomami.
Zona del país: municipio Alto Orinoco, estado Amazonas.
Tipo de patrimonio cultural: intangible / Ceremonias.
Administrador custodio o responsable: la comunidad.
Historia
Descripción
Valores patrimoniales
Situación actual
Ubicación
Fuentes consultadas
Historia
El rito funerario de los yanomanis consiste en protestar inicialmente el zarpazo de la muerte. Luego lloran, adornan, purifican, queman a sus muertos y finalmente consumen sus cenizas en una sopa de plátano que preparan como tributo meses después de la partida del ser querido. Esto responde a una compleja cosmogonía de esta etnia que habita en el estado Amazonas de Venezuela y en el estado de Roraima, en el norte amazónico de Brasil.
La etnia yanomami es binacional. Sus miembros se despliegan en aproximadamente 192 000 km2 entre el estado Amazonas venezolano (11 341 habitantes según censo de 2011), y en el estado de Roraima brasileño (24 603 según censo de 2017).
El Instituto del Patrimonio Cultural, IPC, registra en el Catálogo del patrimonio cultural venezolano que para los yanomamis «cada ser humano está dotado de tres almas llamadas Noreshi, No-Porepi y Pore. El alma llamada Noreshi o noneshi es el alma inmortal que se encuentra ubicada en el esternón, de ahí que los yanomami se saluden dándose un fuerte golpe en el pecho para hacer vibrar sus noreshis.
Tras la muerte física el noreshi regresa con los antepasados a la región de las almas, llamada no-porepi shaponi, o mansión celeste de Omao, que es desde donde surge toda la vitalidad que anima a los seres vivos. Para que esta elevación sea posible incineran el cuerpo del difunto.
Para los yanomami el fin de la vida siempre es consecuencia de un acto de agresión. Cuando muere una persona se ve como un asesinato mágico cometido por enemigos, monstruos o espíritus malignos enviados por una comunidad enemiga. De ahí que la mayor angustia para un yanomami sea que después de muerto sus restos no sean consumidos por su grupo. Las otras dos almas son El Bole o nobolebe también llamada no-porepi y el no-uhutipe o Tohilili o Pore».
Se trata de una compleja cosmogonía según la cual «al morir el nobolobe o no-porepi se asimila al fuego de cremación ayudando a liberar al noreshi y se dice que algunas veces continúa existiendo en forma de una nube o espíritu tenue y otras ocasiones adopta la forma de un jaguar».

La onegé brasileña Povos Indígenas No Brasil explica en su portal pib.socioambiental.org/es que cuando un yanomami muere, la primera reacción de los miembros de su tribu es un profundo enfado. Los yanonami creen que la muerte no es un fenómeno natural, sino que es causada por un espíritu maligno que ha sido enviado por un chamán de una tribu hostil. Debido a esta creencia hay muchas guerras santas entre las tribus amazónicas».
Y aunque la ingestión de las cenizas funerarias en una sopa sea chocante para la mentalidad occidental, los yanomami creen que enterrar un cadáver -como hacemos en la cultura judeocristiana- significaría abandonar al individuo y dejar que se descomponga lentamente en vez de liberarlo», por ello el fallecido se quema con sus pertenencias.
Descripción
La ceremonia funeraria de la etnia yanomami consta de tres grandes momentos, según se explica en la nota del Instituto Socioambiental de Brasil:
Muestra de dolor llorando. La muerte se anuncia por medio de grandes sollozos, gritos, gestos bruscos y escandalosos, golpes de hacha contra el suelo o los pilares de las casas. Estos son los momentos de mayor dramatismo y la tensión que vive la comunidad, como si hubieran sido víctimas de un ataque bélico. El ruido, el llanto y gritos son las manifestaciones de dolor por la pérdida de un pariente, y, al mismo tiempo, el cumplimiento de un ritual. La comunidad entera se concentra alrededor de las fogatas, apretados unos contra otros. En el medio está la hamaca donde yace el cuerpo.

Al poco tiempo, comienzan a adornarse y pintarse, colocar plumas en las perforaciones de los lóbulos de las orejas y las grandes plumas blancas alrededor de la cabeza. Uno de los Yanomami grita al ritmo de la danza, exhibiendo algunas de las pertenencias del difunto, atrayéndolas hacia el cuerpo, «recordando» su uso. Las mujeres lloran mojando la pintura negra en señal de luto que cubre sus caras. Se repiten frases breves con lamentos que se reiteran continuamente, cada familiar llama al difunto por su nombre de parentesco. Es como si quisieran que fuera convencido de su nueva condición. En ese momento comienza lo que llaman ‘vida de entre los muertos’. «Ã‰l» vive en una dimensión cuya condición es la de no tener contacto con la sociedad, el cuerpo está allí, pero su función relacional ha terminado ya, y por esa razón, es algo extraño, ininteligible, peligroso.
Antes de hacer la reconciliación con el hecho de la muerte, uno de los miembros de la tribu trata de encontrar el alma del difunto, ya que posiblemente aún no ha salido del todo del cuerpo. Cantan, llamando al alma, tratando de atraerla hacia el cuerpo. Todo el pueblo llora hasta la medianoche, y de nuevo al día siguiente temprano. Todos los miembros de la tribu expresan su duelo por los fallecidos.
Ritual de purificación del cuerpo: decoración del cuerpo y cremación. Al día siguiente de la muerte comienza la purificación del cuerpo, durante esta fase se introduce tabaco en la boca del difunto, mientras que está en posición fetal en la hamaca. Se supone que el olor a tabaco les permite encontrar un mejor lugar en el cielo, mientras que la posición los prepara para un nuevo nacimiento, como si estuvieran en el vientre de una madre. Mientras tanto, antes de que el fuego esté listo para la separación definitiva del alma y del cuerpo, algunos de los miembros de la tribu embellecen el cuerpo, utilizando algodón y plumas de aves, con el fin de aumentar la ansiedad del alma para ir al otro mundo.

Tan pronto como sea posible se hace la cremación. Cuando las cenizas estén frías, el pariente que organizó la cremación se dedica a la recuperación de todos los fragmentos de huesos, excava cuidadosamente para que ninguno de ellos, no importa cuán pequeño sea, quede olvidado entre las cenizas. Los huesos incinerados son envueltos en hojas y son depositados en una cesta que se mantendrá al lado de la fogata. Son custodiados por una de las mujeres mayores de la familia.

Consumo de las cenizas del incinerado. Una semana después de la incineración los yanonami hacen una caza colectiva. Al acabar la caza aplastan los huesos calcinados del difunto en un mortero, esta ceremonia se lleva a cabo en el interior de la casa. Las cenizas se reparten entre los parientes y aliados del fallecido.
Cada poseedor de una parte de las cenizas debe organizar un “reahu”, durante el cual las cenizas serán consumidas en una sopa de plátano. Esta parte del rito funerario se produce a una distancia en el tiempo de la muerte, a menudo muchos meses, y con retraso debido a que se ponga fin no sólo en la comunidad a la que pertenecía el difunto, sino también en las comunidades en las que tuvo familiares y las alianzas que ahora son depositarias de los recipientes que contienen las cenizas.
Valores patrimoniales
La ceremonia mortuoria de los yanomami responde a una compleja cosmogonía de esta tribu amazónica que habita en el estado Amazonas venezolano y el estado de Roraima brasileño. Según sus creencias, documentadas tanto por el IPC como por el Instituto Socioambiental de Brasil, los huesos pulverizados del finado y disueltos en la sopa de plátano ofrecen a los deudos la capacidad de asimilar las virtudes del difunto y les permite comunicarse con sus muertos.
Situación actual
Este rito funerario depende de la integridad del pueblo que lo practica, y de su paisaje. Y los yanomamis están arrinconados por la explotación mineral y madedera de la amazonia. Estas actividades se han intensificado en los últimos años por el proyecto gubernativo Arco Minero del Orinoco, así como por traficantes ilegales y la tala indiscriminada en la región amazónica brasileña.
Por si fuera poco, el contacto con extranjeros ha expuesto a los yanomami a enfermedades contra las cuales su sistema inmunitario no está suficientemente preparado, como el sarampión y la difteria.
El director regional de salud de Amazonas, Jesús Bernabé Yuriyuri, le confirmaba a la periodista Julett Pineda, del portal informativo Efecto Cocuyo, que «el sarampión continúa expandiéndose a las comunidades indígenas», con la confirmación de siete casos para el 18 de julio de 2018. El reporte indica asimismo que «las autoridades brasileñas del estado fronterizo de Roraima registran 412 casos de sarampión en la entidad, de los cuales solo 200 han podido ser confirmados. Para el 30 de mayo, indica, 57 eran de procedencia venezolana y 34 provenían de comunidades indígenas».
Ubicación
Alto Orinoco, estado Amazonas.
Fuentes consultadas
Catálogo del patrimonio cultural venezolano 2004-2007. Estado Amazonas, municipio Alto Orinoco y Atabapo. Instituto del Patrimonio Cultural, 2007.
Englebert, Víctor. Au Venezuela, un projet minier suscite une vive inquiétude parmi les Indiens. En Survival International, 13 de julio de 2013.
Kami Yamaki Urihipë, Nuestra Tierra-Selva. Yanomamis. En Povos Indígens no Brasil. Consultado el 4 de octubre de 2018.
Pineda, Julett. Autoridades de Amazonas confirman 7 casos de sarampión en comunidades yanomami. En Efecto Cocuyo, 18 de julio de 2018. Consultado el 18 de julio de 2018.
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