El Obelisco de los Italianos, emblema arquitectónico de la ciudad de San Cristóbal, se levanta en nuestros días como el mayor símbolo y testimonio perenne de gratitud de un pueblo emigrante hacia la ciudad cordial, hacia el Táchira y hacia Venezuela. Se inspiró en la dios helénica Niké.

Nombre: el Obelisco de los Italianos / Obelisco de la Victoria Tachirense.
Año: 27 de enero de 1968.
Autor: diseño arquitecto Fernando Matticari M. (Roma, 1908 – San Cristóbal, 1978). Elaborada en los talleres de Preaceros e Industrias Pellizzari, en diciembre de 1967.
Tipo de patrimonio cultural: tangible / inmueble.
Administrador custodio o responsable: Casa de Italia / Alcaldía de San Cristóbal.
Historia
Descripción
Valores patrimoniales
Situación actual
Ubicación
Fuentes consultadas
Historia
En busca del icono de San Cristóbal
Hay edificaciones que por su naturaleza y ‘personalidad’ se convierten y refunden –en literal sinécdoque- con la ciudad, alcanzando a ser su álter ego. Verbi gratia, los duplos Torre Eiffel – París; Big Ben – Londres; Teatro de la Ópera – Sydney; Coliseo – Roma; Puerta de Alcalá – Madrid, Sagrada Familia – Barcelona; obeliscos del Cuatricentenario en Washington, Buenos Aires y Barquisimeto o la otrora silueta de las Torres del Silencio – Caracas, entre otros.
En todos estos ejemplos, obras de la arquitectura local alcanzaron a convertirse en la imagen integral de toda una ciudad, y el uso de su figura se ha extendido en múltiples formas, desde representar un referente histórico y cultural hasta el mercadeo de la misma, con sus diferentes visiones y criterios de ventajas y desventajas.
En muchas ciudades, el icono urbano asociado como su identificación está complementado por un programa de señalética uniforme, enfocada en información, cultura y turismo, por cuanto no solo ha de ser capaz de ayudar a residentes y visitantes a ubicarse y desplazarse de la forma más sencilla, eficiente y eficaz por sus espacios, sino que también ha de ser capaz de transmitir una personalidad y hacer hablar a los espacios que señaliza, transmitiendo así la esencia, la historia o la marca propia de dicha ciudad.
En el caso en estudio, si se realiza una criba de la arquitectura local sancristobalense con miras a definir un icono urbano para la misma, las obras candidatas resultan escasas y la mayoría de las mismas solo están enmarcadas en una etapa de evolución arquitectónica muy específica.
La comprendida entre 1922 (inicio de las obras de construcción del Palacio de los Leones), durante el gobierno del presidente del estado Táchira, el general Eustoquio Gómez, ‘el mejor alcalde de San Cristóbal’, hasta finales de la década de los años ochenta del pasado siglo (construcción de las torres del Centro Cívico), fecha en la cual, a la par, desaparecía o fenecía en Venezuela la arquitectura icónica.
Así, la selección de un icono urbano (o iconos urbanos) para la ciudad cordial, la Mirabilia urbis Sancti Christophori (la maravillosa ciudad de San Cristóbal, según el cognomento que le correspondería en la ‘lingua franca’ latina), permanece como una asignatura pendiente para la municipalidad, los arquitectos, los estudiantes de arquitectura y para una sociedad que debe y tiene que repensar su ciudad como su casa, su espacio vital.
Un candidato: el Obelisco de los Italianos
Su forma misma y el lugar que ocupa en el ordenamiento de la ciudad, bastan para indicar su función e importancia. No cuenta su pasado, lo contiene en sus formas y avatares, que se dejan ver en sus transformaciones.

El sistema estructural que lo conforma es sencillo, y sin una especialidad particular, no obstante, fue dotado de un acabado refinamiento de formas, detalles, delineados, verticalidades y proporciones, presentándose excepcionalmente esbelto.
En entrevista de valía al Sr. Gianni Trevisi (Maserada sul Piave, Treviso, 1939), se pudo conocer que el origen del obelisco, como idea y proyecto, se dio en el mes de octubre de 1967, en el lugar donde a la usanza de la vieja Europa, la comunidad italiana residente en el Táchira se encontraba para conocer e intercambiar las últimas noticias de Venezuela e Italia o hablar sobre el día a día de trabajo, entre cafés y cigarrillos. Ese lugar era una cafetería denominada La Tacita de Oro, ubicada en la carrera 7 –actual 7ma avenida- con calle 11, y ya desaparecida.
Allí se entregó una invitación de la comisión organizadora de la Feria Internacional de San Sebastián, en su IV edición, para la Casa de Italia (antecesora del actual Centro Ítalo Venezolano, creado en San Cristóbal el 21 de junio de 1995), por cuanto en años anteriores, la comunidad había participado de forma activa en estos eventos feriales (a través de una adornada carroza y la asistencia de la reina de la Casa de Italia, en los desfiles).
Quienes recibieron el oficio, trataron el asunto. El señor Antonio Angerami Santa Lucia (fallecido en 2005), uno de los contertulios, propuso –para la edición de 1968- participar de una forma nueva y diferente a través de una contribución duradera, como una especie de monumento urbano, similar al realizado por otras comunidades italianas en otros países. Expuso el Sr. Angerami a sus amigos, el ejemplo del monumento conmemorativo y ornamental que donó la comunidad italiana residente en Cúcuta (Colombia) a la ciudad.
Este fue inaugurado el 6 de mayo de 1940 y consistía en una fuente luminosa, blanca, en forma de globo terráqueo que portaba en su ecuador los nombres de los navegantes italianos más famosos como Colombo (Colón), Vespucci (Vespucio), Verrazano y Caboto. El mismo, con el tiempo, pasó a ser un hito referencial urbano desde su instalación en la ‘plazuela del Libertador’, denominación para la época y actualmente ‘Parque Nacional’, pero el común le da el nombre de parque de ‘La bola’.

La idea fue tomada de inmediato por el arquitecto y profesor Fernando Matticari M. (Roma, 1908 – San Cristóbal, 1978), graduado en Italia, profesor de dibujo y pintor naturalista especializado en composiciones con formas y fisonomías individualizadas y de diáfano colorido, quien para el momento solo meditó sobre la misma, sin comentarla.
En la siguiente reunión, celebrada el 29 de octubre de 1967, presentó un boceto, en perspectiva, de su idea para el ‘monumento celebrativo’ como lo denominaría él, elaborado siguiendo un simbolismo clásico, pero replanteado desde la tendencia vanguardista arquitectónica que caracterizó todas sus obras.
Así, aprobado por la Casa de Italia y tramitados tanto los permisos institucionales de construcción requeridos como la asignación del respectivo espacio, en el nudo vial más transitado para la época y en una de las colinas más altas de la ciudad, se iniciaron los trabajos a finales de noviembre de 1967. Estos se concluyeron de forma exitosa con la inauguración del monumento conmemorativo y ornamental urbano de la ciudad de San Cristóbal, el sábado 27 de enero de 1968.
Presidió el acto el gobernador del estado Táchira para la época, el Dr. Juan Antonio Galeazzi Contreras, descendiente de emigrantes italianos del archipiélago toscano, de Isola d’Elba. A este lo acompañaban el presidente de la Asamblea Legislativa, Dr. Fabio Méndez Moncada; y miembros de la comunidad italiana, entres quienes destacaban el arquitecto Fernando Matticari, Alessandro De Carolis y Antonio Angerami Santa Lucia; y autoridades municipales encabezadas por el Ing. Teófilo Cárdenas Ortiz, presidente del Concejo Municipal del Distrito San Cristóbal. Se le cedió el honor de cortar las dos cintas tricolores (una con la bandera italiana y otra con la venezolana) a la reina del ferial de 1968, la Srta. Nancy Mogollón González.

La obra, concluida, alcanzó un costo de 80 000 bolívares, el equivalente en divisas de la época a 18 605 dólares estadounidenses.
Su emplazamiento, sobre el estratégico nudo vial urbano, quedó fijado en un espacio de 500 m2, en forma de redoma (plaza circular o rotonda) en medio del anillo vial de la avenida 19 de Abril, donde le desemboca la añeja calle del Pasaje Acueducto y la primera calle de ingreso a los barrios Libertador y Sucre, en la más parte alta y oriental de la avenida, en el piedemonte de la sierra de La Maravilla.
Con el transcurrir del tiempo, su presencia como hito urbano referencial se integró en la conciencia citadina con las denominaciones de ‘la redoma del Obelisco’ y luego ‘el Obelisco de los Italianos’ o ‘el Obelisco’.
La memoria de los promotores y autores de este innovador monumento, en la actualidad ya diluida en el tiempo, solo es recordada por los escasos integrantes de la comunidad italiana en el Táchira, quienes se resisten a emigrar de esta tierra, ya desolada, pero la cual sigue siendo el lugar sobre el planeta donde sembraron –con toda la propiedad y connotación de la palabra- su arduo trabajo y sus familias.
Si algo marcó a esas primeras generaciones de italianos, entre quienes se encontraban los promotores y autores del obelisco, y quienes emigraron al Táchira en el siglo XX, fueron los sufrimientos y privaciones de dos guerras mundiales, así como las restricciones y el hambre de la posguerra que azotó a la Europa occidental.
De allí que ellos pensaron para la ciudad de San Cristóbal, como urbe moderna que prometía ser, una obra en grande y al ritmo de los tiempos de avanzada cultural, política, social y económica que marcaban a Venezuela, para la época. Una obra –hito- para una ciudad que, al compás de esta avanzada, esperaba la construcción de referentes monumentales que la identificaran y que representaran o manifestaran, por igual, su progreso y el de toda una región.
A su vez, y sin proponérselo, esta generación de italianos legó al imaginario tachirense un monumento el cual resultó en una verdadera expresión visible del espíritu que animó a sus promotores, resumido en el apotegma de los clásicos latinos: Labor laetitia nostra, ‘En el trabajo está nuestra alegría’.

Se lo propusieron y lo lograron, se endeudaron y cumplieron -con la prontitud requerida- esas deudas adquiridas por el bien de la ciudad. Así, el Obelisco de los Italianos quedó, y se levanta en nuestros días como el mayor símbolo y testimonio perenne de gratitud de un pueblo emigrante hacia la ciudad cordial, hacia el Táchira y hacia Venezuela.
Un monumento moderno e historicista
Morfológicamente esta obra arquitectónica –conmemorativa y de ornato- se levanta esbelta contra los majestuosos perfiles de la cordillera andina tachirense. Apunta hacia una verticalidad propia de la figura en la cual se inspiró: los obeliscos del antiguo Egipto.
Estos eran monolíticas ‘agujas’ en roca sólida que finalizaban en piramidones cuyas caras estaban cubiertas de oro, cobre o electro (un metal formado a partir de la aleación de oro y plata), dedicados –desde el año 2050 antes de nuestra era- como ofrenda o tributo religioso al dios solar Horus o Ra-Harachte.

El obelisco venía a simbolizar o marcar el lugar donde, según la antigua religión egipcia, se había posado el sol sobre la tierra el día de la creación del mundo, y era aquel que tocaban las primeras luces cada mañana. En consecuencia, constituía el símbolo directo del sol.
La mayoría se ubicó frente a los pílonos o pilastras de acceso a los templos, y sobre sus lados o caras eran grabados, en una cuidada escritura jeroglífica, los títulos honoríficos y laudes al faraón que había ordenada levantarlo.
Así lo manifestaba la reina Hatshepsut (de la dinastía XVIII, quien vivió en el siglo XV antes de nuestra era) en la inscripción que dejó en uno de los obeliscos –de 29 m, tallado en granito rosa de Assuan- erigidos frente al templo de Amón, en Karnak, cerca de Luxor, y construido por su arquitecto Senmut:
‘Ahora mi corazón palpita con fuerza una y otra vez,/ Al pensar qué dirán las generaciones futuras./ Todos aquellos quienes verán este, mi monumento, con el pasar del tiempo,/ pues él les hablará de lo que yo he hecho’.
Los romanos, desde la época del emperador César Augusto hasta Adriano, los trasladaron a Roma –como trofeos de conquista- transformándolos en símbolos conmemorativos y de ornato de la ciudad eterna, costumbre que en los siglos XVIII y XIX de nuestra era fue retomada por los franceses y británicos.
En consecuencia, el obelisco donado por la colonia italiana al Táchira se erige como una construcción conmemorativa de estilo historicista pero vanguardista en sus longitudes, al estar definida por modernas y ligeras líneas, de acentuada verticalidad, así como de formas figurativas plenas de simbolismo, convencionales y estilizadas. La obra conmemora el progreso de este estado andino y los lazos fraternos que unen a la tierra tachirense con todas las regiones de Italia –el ‘bel Paese’- desde el Valle D’Aosta, Lombardia, Alto Adige, Friuli-Ven. Giulia y Veneto en el norte, hasta Sicilia, Calabria, Basilicata y Puglia en el sur.
En cuanto a las diferencias entre el proyecto inicial presentado por el profesor Fernando Matticari M. y la obra final, estas son escasas: (a) la columna original era de fuste modular o por módulos; (b) las paredes de los paneles laterales eran estriadas en sus caras interior y exterior; (c) el basamento o basa de la columna era rectangular, con escalonamiento frontal y de escasa altura, con respecto a todo el monumento; (d) El monumento solo contaba con un espejo de agua, rectangular, en su frente.

Finalizada la construcción, los lados o caras de la columna central presentaron estrías, los paneles laterales un friso liso y el basamento se convirtió en un módulo compacto, ahuecado, cuadrangular y con paredes, y se añadieron los ornamentos laterales (jardinería, fuentes y espejos de agua).
Descripción
Los cálculos estructurales de la obra fueron realizados por el ingeniero Horacio Vivas y la dirección construcción se encargó principalmente a la constructora De Carolis, del señor Alessandro De Carolis. Él, en un informe final, detalló los siguientes aspectos:
‘El terreno donde se construyó el obelisco tenía o tiene una superficie de 25 x 20 = 500 m2. El movimiento de tierra de la misma superficie por 3 m de profundidad, para un total de 1500 m3 de movimiento. Arena y piedra picada 2250 m3. Cabillas entre 1 ¼ y 7 1/8 6160. Granzón machirí para base de piso y compactado con maquinaria 180 m3. Cemento 3150 sacos. 90 metros lineales de reja metálica. Fuente luminosa. Revestimiento del obelisco en granolite de mármol blanco y pintura grisácea en la base y paredes verticales, y obras de jardinería en piedra común. Mármol fino (travertino) 125,50 m2. 67 días laborados, con un promedio de 12 obreros diarios, incluyendo horas extras’ (Constructora Alessandro De Carolis, Memoria de obra, en: Archivo privado del arquitecto Fernando Matticari, San Cristóbal, 2018).
Así, el monumento quedó construido sobre un emplazamiento circular, en cuyo centro se levantó un basamento cuadrangular de 32 m de perímetro y 64 m2 de construcción, y sobre este, dos paneles y una pilastra o columna central. Un todo vaciado en cemento Portland y ladrillo macizo.
La columna central, ahuecada en su interior y con una escalera vertical tipo de pates o de barco para ascender hasta el pararrayos, posee un fuste exterior de sección rectangular, con acanaladuras en sus cuatro lados (tres en los lados o caras este-oeste, y dos al norte -sur, y se levanta a 28 m de altura.
El espacio cimero de la obra fue rematado con un piramidón, con antena de pararrayos (posteriormente se le agregaron dos balizas rojas para señalización de obstáculo fijo), dos respiraderos rectangulares en sus caras norte y sur, y una especie de escotilla metálica en la cara norte del referido piramidón, en el lugar donde tiene su último tramo la escalera interna. Esta forma piramidal, remate propio de todo obelisco, se convirtió en el elemento estructural que le dio la imagen, la impronta y el nombre que ha caracterizado a esta obra monumental desde 1968.
Como flancos, a lado y lado, se levantaron dos paneles monolíticos, verticales. El de la derecha, de 11 m (símbolo de Venezuela) y el de la izquierda de 9 m (símbolo de Italia), precedidos por dos astas, originalmente para colocar las banderas tanto nacional como de la república italiana, izándose desde 1997 la bandera oficial del estado Táchira, que no existía para 1968.
Por cuanto este obelisco no es un monolito de fuste en forma de huso y sección cuadrada, sino en forma de fuste rectangular de columna clásica sin éntasis, los dos paneles que se encuentran a los lados le sirven a la vez de contrafuertes de la pilastra o columna central, dándole la sustentabilidad requerida para a su altura.
En la mitad del primer tercio de la altura de la columna central, y en sentido este-oeste, se colocó, embebida, una figura estilizada, pero de un gran dinamismo, seccionada en tres partes idénticas, denominadas por su autor como ‘las alas de la victoria’ (en el escrito de presentación del proyecto a la Casa de Italia, redactado en italiano), y recubiertas con láminas de acero inoxidable, como símbolo de los logros, del progreso y del futuro tachirense. Un cuidado trabajo elaborado en los talleres de Industrias Pellizzari, como aporte de don Primo Pellizzari Mechia (1911 – 1982).
Si se sigue la reseña dada por la prensa regional, para el momento de la inauguración del monumento son la representación de alas (símbolo del futuro y del progreso tachirense). No obstante, históricamente la unión de las dos formas de sus partes (alas y diagonal), iconográficamente le dan forma a una estilizada diosa de la victoria (o Niké, del griego Îίκη), según fue la idea originaria del profesor Matticari.
Formas representativas que no le eran desconocidas, por cuanto desde su infancia en Roma, podía contemplar las columnas conmemorativas de la época imperial (las columnas de Trajano y Adriano) y del siglo VI de nuestra era (Columna de Focas), en los foros romanos y las obras en construcción, de las cuatro columnas exentas coronadas por una diosa de la victoria, que se encuentran a ambos lados del monumento nacional a Víctor Manuel II (Il Vittoriano, entre la Piazza Venecia y la colina Capitolina, en Roma, construido entre 1885 y 1927).
En cuanto a los elementos anexos, en la base de la redoma o nivel del piso de acceso, fue ornamentado con espejos de agua, fuente luminosa frontal (con catorce surtidores o boquillas de agua) y jardinería. Se cerró con un muro de ladrillo macizo de ocho hiladas, alternado con rejas metálicas.
Uno de los espejos de agua (a la izquierda del monumento) tenía elaborados en piedra de río de canto rodado los mapas de Italia y Venezuela, separados por el agua. Desde el lugar donde geográficamente se ubicaba Roma, salía una fuente que apuntaba en dirección a Venezuela, y desde el lugar donde se ubicaba Caracas, otra fuente en dirección a Italia.
En la sección superior y frontal de la basa de la columna (hacia el pasaje Acueducto), ante una especie de alberca con fuentes y sobre mármol gris con manchas o vetas blancas, se colocó la siguiente inscripción, en letras metálicas: ‘LA COLONIA ITALIANA AL PROGRESO DEL TÁCHIRA / EN LA FERIA GIGANTE DE AMÉRICA / SAN CRISTÓBAL, ENERO DE 1968’.
En la sección posterior de la basa (hacia la calle que conduce a los barrios Libertador y Sucre), se instaló una puerta metálica, rectangular y reducida, que permitía el ingreso a la estructura interior del obelisco.
No es un homenaje a Colón
Este monumento permaneció por más de veinticinco años sin alteración alguna, conservando su idea y forma original. Solo el 12 de octubre de 1992 se le agregó una placa conmemorativa, en piedra travertina (recubierta erróneamente con pintura industrial de color azul en las refacciones de noviembre de 2017), por parte de la comunidad italiana, en homenaje al ilustre navegante de la Liguria, el genovés y almirante de Castilla, Cristóbal Colón, con la siguiente inscripción en lengua italiana: ‘AL GRANDE NAVIGATORE / GENOVESE / CRISTOFORO COLOMBO / 12 OTTOBRE / 1492 – 1992 / LA COLLETIVITA ITALIANA NEL TÁCHIRA’.

Sobre esta placa es importante acotar que su colocación ha generado cierta confusión en la nomenclatura urbana del monumento, en cuanto a considerar que el obelisco se erigió como un homenaje al almirante Cristóbal Colón.
El obelisco no fue erigido con este propósito. La placa, adicionada al monumento en 1992, solo era una expresión de homenaje de la colectividad italiana en el Táchira al ilustre navegante genovés y a su gesta, la cual amplió los horizontes de la tierra conocida, en las conmemoraciones del V centenario del descubrimiento de América.
Cromatismo

El conjunto o gama de colores de la obra se seleccionó en función de las características simbólicas propias del monumento. La columna central, el elemento más elevado del conjunto, se recubrió con color blanco. Este permite definir más claramente cuerpos y ángulos de una arquitectura de líneas puras y formas geométricas, tanto en toda obra clásica o neoclásica como en modernas -en hormigón- siendo un ejemplo de estas últimas las de Le Corbusier.
Se buscaba con el blanco transformar los cuerpos sólidos del monumento en un armónico juego de luces y sombras que, manteniendo su concepto arquitectónico puro y perceptible, le permitiera irradiar luminosidad propia y darle vistosidad a la obra a la distancia, más aun cuando la columna central representa el símbolo de la civilización y cultura latina universal, en especial, de su arquitectura, la primera de las artes romanas y de la cual Occidente no ha olvidado sus lecciones.
El resto de la obra alternaba una degradación del blanco, en una gama de grises que se movían desde los tonos más claros hasta el gris marengo, especialmente los dos paneles verticales que fueron recubiertos con granolite de color gris suave y la base del monumento con el color propio del mármol travertino.
Victoria Tachirensis (la Victoria del Táchira), el Obelisco de la Victoria
Como se explicó, y desde el sentido que le imprimió su autor, el arquitecto y profesor Fernando Matticari, el Obelisco de los Italianos está inspirado en la Victoria alada de Samotracia.
La figura estilizada de las alas y la forma diagonal que las sustenta (cuerpo), con su trazado y dinámica proyección frontal, cual argentado espíritu incorpóreo que parece surgir para desplegarse e iniciar su vuelo hacia las alturas, resulta en una de las múltiples representaciones de esta obra del arte helenístico, realizada entre el 190 y el 180 antes de nuestra era, y de la cual solo se halló el cuerpo y las alas, perdiéndose los brazos y la cabeza (se conserva actualmente en el Museo del Louvre, en París, Francia). Es la misma pieza reproducida como la insignia de una reconocida marca internacional de calzado deportivo.

Era, y es, la representación majestuosa de la diosa griega Niké (denominada ‘Victoria’ por los romanos) que se veneraba en la pequeña isla de Samotracia, en el Egeo septentrional, siendo a su vez un monumento conmemorativo de la victoria naval en Side, de los rodios sobre Antíoco III de Siria, en el 191 antes de nuestra era.
La escultura, en piedra marmórea de Paros, reproducía en forma de efecto de conjunto sobre el observador, a las nikai arcaicas y clásicas, o diosas que anuncian la victoria o los triunfos, al toque de una imponente trompeta en una de sus manos y en la otra portando una guirnalda o corona de ramas de laurel.

A partir de ello, la presencia de este elemento helenístico inserto en la columna romana del obelisco de la comunidad italiana en el Táchira -candidato a icono urbano de la ciudad- se traduce y adquiere, per se, un nuevo valor agregado de representación, de identidad.
Así, las alas y el cuerpo estilizado, recubiertos de láminas aceradas viene a ser la imagen de la Victoria Tachirensis, expresión latina que traduce ‘La victoria del Táchira’. Con ella queda concretada, y se proyecta de forma simbólica desde lo tangible, la altivez, el valor, la grandeza, las victorias y los triunfos del pueblo tachirense, en todos los tiempos.
Valores patrimoniales
El Obelisco de los Italianos es una de las obras arquitectónicas más resaltantes de la ciudad de San Cristóbal. Simboliza la hermandad entre Italia y Venezuela, y la gratitud de la numerosa colonia de inmigrantes de esa nación europea.

La inmutabilidad que presentaba el monumento y sus espacios anexos se prolongó desde su creación, en 1968, hasta 1996 – 1997, cuando la alcaldía de la época, en el marco de un macroproyecto de ampliación de las avenidas de la ciudad, se propuso ensanchar los dos tradicionales canales de la avenida 19 de Abril con una visión motorista, pensada para ganar mayores espacios para los carros o coches sobre los espacios para las personas que van a pie por la vía pública, las áreas verdes, de ornato o aquellas dedicadas al esparcimiento.
Con ello, los anexos o espacios ornamentales de la base del obelisco sucumbieron bajo el bulldozer y las capas de asfalto, al igual que la inscripción frontal.
Victoria para el obelisco y la memoria colectiva
En ese momento, propuestas de urbanistas agoreros alcanzaron a pensar y planificar el cómo hacer -partiendo de una solución vial simplista- el derribo del obelisco, para darle continuidad expedita a los viejos y nuevos canales de la avenida
Estos proyectos fueron contenidos por decididas y audaces acciones individuales de miembros de la comunidad italiana, como la del señor Roland Graciotti Bruge (Osimo, Italia 1929 – San Cristóbal 2014), así como de instituciones públicas, privadas, y de personeros políticos quienes abogaron –desde la prensa regional- por su preservación y revitalización como patrimonio cultural del estado Táchira y de la República de Venezuela.
Esta irregular situación quedó zanjada cuando el gobernador del estado Táchira para el momento, el Dr. Ricardo Méndez Moreno, en Consejo de Gobierno, expidió el Decreto Ejecutivo Nº 199 de fecha 6 de octubre de 1997, ordenando una medida administrativa de protección y defensa del obelisco, prohibiendo su demolición, transformación y reubicación, ratificando –en uno de sus considerandos- que:
‘El Obelisco de los Italianos constituye una obra de verdadero valor artístico y arquitectónico, conocido por lo menos por cinco generaciones, convirtiéndose por tanto en símbolo de referencia y en el único monumento resaltante de la ciudad’.
El Obelisco de los italianos en San Cristóbal, como monumento conmemorativo y ornamental urbano, es un bien cultural de la nación venezolana y con tal carácter quedó registrado en el Catálogo del patrimonio cultural venezolano 2004 – 2007. Región Los Andes, estado Táchira, municipio San Cristóbal, TA 23, p. 65.
Tiene además la declaratoria de patrimonio cultural del estado Táchira y de la ciudad de San Cristóbal por Decreto Ejecutivo de la Gobernación del Estado Táchira, Nº 199, de fecha 6 de octubre de 1997.
Situación actual
De redoma o plaza circular inicial, y con sucesivas reformas como la de 2006 y 2015, la planta del obelisco pasó a tener la forma de elipse y el aspecto que presenta en la actualidad. En tales reformas se cubrió con láminas de piedra marmórea negra todo el basamento que originalmente era en cemento, friso blanco y friso grisáceo; se agregaron nuevas fuentes luminosas ornamentales en los extremos norte y sur (que redujeron la altura de la base del obelisco a la mitad -de la altura original-), y una tercera asta –intermedia- para colocar la bandera de la ciudad.
Epílogo para un ícono arquitectónico de San Cristóbal
En consecuencia, de forma breve y precisa, se puede afirmar que, al contemplar y comprender en su totalidad esta arquitectura icónica conmemorativa como manifestación de un arte que logró plasmar con facilidad la gratitud de la comunidad italiana y su deseo de perenne progreso para el Táchira -materializado en un referente urbano de la ciudad de San Cristóbal- todo observador, residente o visitante contempla y contemplará por igual el espíritu de trascendencia de nuestro pueblo, de victoria, en la blanca columna que desafía a las alturas y en el resplandor del argénteo acero de la diosa de la victoria, desde un nuevo cognomento que se suma, a partir de ahora, a los anteriores que lo identifican: el Obelisco de la Victoria.
Ubicación
Fuentes consultadas
Catálogo del patrimonio cultural venezolano 2004 – 2007. Municipio San Cristóbal, estado Táchira. Instituto del Patrimonio cultural.
Decreto Ejecutivo de la Gobernación del Estado Táchira, Nº 199, de fecha 6 de octubre de 1997.
Be the first to comment