El arte de hacer Belenes

La exposición “Natividad” de María Luisa Tovar, además de acercarnos a una tradición heredada de nuestros antepasados españoles, nos permite conocer el quehacer de la ceramista María Luisa Tovar quien, desde los años 40, en la Hacienda Valle Abajo de Caracas, daba forma a un pesebre que cada vez se iba agrandando y enriqueciendo con figuras y grupos que representan personajes e historias no necesariamente relacionados con el nacimiento del NIño Jesús, pero que acercan el relato bíblico e histórico trascendental, a la cotidianidad, al folclor y a las costumbres venezolanas. De allí que junto a la Virgen, San José, el ángel, los pastores y los Reyes Magos, protagonistas tradicionales del nacimiento, aparezcan otros personajes, paisajes y quehaceres de las tradiciones decembrinas venezolanas: juegos, bailes, cantos de aguinaldo, elaboración de las hallacas, todo el microcosmos de un país que celebra las navidades tempranamente y se despide de ellas lo más tarde posible.

Nombre: Exposición “Natividad” en los espacios de Arte al Cubo, Torre Banaven, Chuao.

Autor: María Luisa Tovar.

Año: La exposición se inició el 16 de noviembre de 2024 y tiene fecha de clausura el 2 de febrero de 2025. Las piezas fueron elaboradas desde la década de 1940 hasta casi finales de los años 80. 

Tipo de patrimonio cultural: Las obras contenidas son bienes muebles.

Administrador custodio o responsable: Colección privada de la familia Tovar.

Historia

La artista, quien es también hermana de la pintora Elisa Elvira Zuloaga, realizó estudios de escultura con Ángel Cabré i Magrinyà y con Ernesto Maragall. Perteneció al taller de cerámica de João Gonçalves. En 1939, viajó a Nueva York y estudió en la escuela de escultura de Alexander Archipenko. Regresó a Caracas en 1941 e instaló su taller con horno de ladrillos refractarios considerándose que las piezas que realizó en esta época, son el inicio de la cerámica artística contemporánea en Venezuela. Obtuvo el Premio Nacional de Artes Aplicadas, del VII Salón Oficial, en 1946. Entre las piezas que envió a concurso se encontraba un nacimiento, comprobándose que desde esta época comienza la creación de un inmenso pesebre que fue enriqueciendo con los años y las décadas, y que se fue poblando con personajes variopintos, desde figuras populares dedicados a sus quehaceres propios: el barbero, las señoras elaborando hallacas, niños jugando, los coros y los bailadores, hasta los personajes que fueron apareciendo con la modernidad, en las décadas de los 60 y 70, como los políticos y sus mítines, por ejemplo. ¿Qué relación puede tener esta figura pública con la Navidad? Además de la habilidad de la artista de reflejar en su obra la cotidianidad y el quehacer del país, en ese entonces los cierres de campaña ocurrían entre los meses de octubre y noviembre ya que las elecciones se realizaban en los primeros días de diciembre. De manera que cada cinco años, junto a los nacimientos, los arbolitos, las hallacas, las gaitas y los aguinaldos, se sumaba la actividad política y la elección democrática.

El Nacimiento creado por María Luisa Tovar se ha exhibido en varias oportunidades: por primera vez en 1942, en el III Salón Oficial Anual de Arte Venezolano, en el Museo de Bellas Artes; luego, en su exposición individual en el Instituto Cultural Venezolano Americano en enero de 1948; y por última vez, en diciembre de 1992, en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber” (1).

La exposición es obra conjunta de Dennys Montoto en la coordinación, la conservación y restauración de Maritza Briceño y Andrés Silva, y la curaduría y museografía de Tahía Rivero.

Descripción

Las figuras centrales que dan sentido a este trabajo son la Virgen María, el Niño que lleva en sus brazos, San José a su lado y los tres Reyes Magos con sus ofrendas. Hasta ahora los personajes y las actitudes son cónsonos con la tradición de los belenes coloniales traídos desde Europa por los españoles. Y se inicia un diálogo con la venezolanidad cuando se observa un personaje popular que se acerca con una ofrenda y toda la escena se enmarca en vez de en un pesebre, en el portal de una casa popular venezolana con una imagen de San Benito, rompiendo así no solo con la recreación del espacio de un Belén imaginario con espacios desérticos, murallas y casas de piedra, sino también con los límites temporales, trasladando la natividad al territorio venezolano con referentes culturales como la costumbre de los pueblos del occidente venezolano, que fusionan la festividad navideña con la fiesta del santo negro. 

Aparecen luego una serie de personajes, los hombres con camisa y paltó, y las mujeres con vestidos armados, como era común entre las décadas del 50 y 60, acompañados por sus niños. “Resalta un bebé en brazos vestido con un faldellín, de los que se usaban en los bautizos, por lo cual es posible pensar que hubo un bautizo en la familia a propósito del nacimiento del Niño Jesús. En la vestimenta también se destacan los bluyines, tanto en un hombre como en los niños, haciendo evidente que esta estampa corresponde a esas décadas intermedias del pasado siglo” (2). Son miembros de la familia Tovar que parecen compartir el hecho sagrado y entre los que se dejan ver angelitos cantando y tocando maracas. También se aprecia un coro con túnicas blancas que entonan sus aguinaldos. 

Los ángeles son una constante: “hay ángeles que circulan por la calle, tocan instrumentos y son testigos de acontecimientos. En el belén se observan unos angelitos niños que cantan y tocan instrumentos, así como un estilizado ángel que reposa de costado sobre el techo del portal y muestra a todos la estrella, elementos simbólicos de la Epifanía del Señor»¦ Pero llama poderosamente la atención que al lado de este ángel, heraldo de los cielos, María Luisa Tovar colocó a un angelito negro, quien, en actitud despreocupada, parece estar comiendo una mazorca de maíz o un cambur, lo cual expresa a todas luces que se trata de un angelito venezolano. Pareciera estar allí como asistente del gran ángel para lo que quiera que sea, y es un guiño amoroso de María Luisa Tovar hacia su gran amigo, el poeta Andrés Eloy Blanco, quien escribió, a comienzos de los años 40 del pasado siglo, el poema Píntame angelitos negros” (3).

En 1948, se celebró en el Nuevo Circo de Caracas la Fiesta de la Tradición, evento en el que se presentaron durante tres días, “bailadores, músicos y cantantes de todas las formas del joropo, tambores, tamunangue, gaitas, calipsos, polo margariteño; también se presentaron toros coleados, competencias de arreo, caballos de paso, peleas de gallos” (4), entre otras manifestaciones, entre ella los Diablos Danzantes de Yare, reseñados en un artículo previo en el cual ya comentamos este evento organizado por Juan Liscano. Es muy probable que este evento haya tenido resonancia en la creación de María Luisa Tovar que incluyó en su nacimiento estos bailes folclóricos entre otras actividades típicas venezolanas. Por ejemplo, se refleja la “parranda” con baile de joropo, con los bailadores y los músicos: arpa, cuatro y el maracas, los cantores de aguinaldos, la danza guajira, el baile del pájaro guarandol, el carite y el de la burriquita, el baile de tambor, del tamunangue y de San Benito. También se ven reflejadas actividades tradicionales venezolanas como los toros coleados, las peleas de gallos, los juegos como el dominó, las metras, el alelimón, la gallinita ciega, las patinatas decembrinas, las misas de gallo y la elaboración de las hallacas. Adicionalmente se reflejan aspectos y figuras de la cotidianidad que fueron apareciendo con el crecimiento de la ciudad y el discurrir de la segunda mitad del siglo XX: los buhoneros, la bodega, el heladero, los enamorados en la plaza, el carterista, la policía, los transeúntes, los políticos, los mítines, las protestas, los corruptos»¦

Y se reflejan pueblitos característicos: el pueblo andino, el llanero, el oriental, todos representados por sus casitas, iglesias y plazas, y su gentilicio. 

Dos figuras más completan este microcosmos creado por Maria Luisa Tovar: Venezuela,  representada al “estilo neoclásico»¦ como una mujer buenamoza, alta y esbelta, que tiene el tricolor venezola- no colgando de su cuello, como parte colorida de su atuendo, aunque ella es sobria y, al carecer de rostro, mantiene una actitud inalterable. Sostiene por los pies a un personaje vestido de negro, símbolo de los políticos corruptos a los que les hace caer de sus bolsillos el dinero mal habido” (5); y Bolívar, coronado, pero con expresión muy diferente a la triunfal. “En su mano lleva una paloma, que no es otra que la paloma de la paz, en alusión al llamado a poner fin a los enfrentamientos que el Libertador pronunció en su Última Proclama: ‘si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro’” (6). 

Son alrededor de 340 piezas realizadas en arcilla y todas representan un momento, congelado en el tiempo, a través de las manos de esta artista que además de introducir la cerámica contemporánea en Venezuela, fue Premio Nacional de Artes Aplicadas, VII Salón Oficial, en 1946; Premio de artes aplicadas, Salón de Arte, Casa de la Cultura, Maracay, en 1960; Premio de artes aplicadas, XIX Salón Arturo Michelena, en 1961; Medalla de oro en «Exposición internacional de la cerámica contemporánea» efectuada en Praga en 1962, y Medalla de plata en la «Exposition internationale les émaux dans la céramique actuelle», Musée de l’Ariane, llevada a cabo en Ginebra, Suiza, en 1965.

Herminia Gutiérrez

Fuentes consultadas

Tovar, María Luisa. En Wikihistoria del Arte Venezolano, S/F. Consultado el 16 de diciembre de 2024.

Giménez, Lulú. Natividad. María Luisa Tovar. Programa de mano de la exposición de Arte al Cubo (PDF), S/F. Consultado el 16 de diciembre de 2024 (2) (3) (4) (5) (6) 
“NATIVIDAD” de María Luisa Tovar en Espacio Arte al Cubo. En Revista Estilo Online, 16 de noviembre de 2024. Consultado el 16 de diciembre de 2024 (1).

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